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El falso dilema entre economía y economía

Partidarios de los hutíes corean consignas mientras asisten a una manifestación contra Estados Unidos por su decisión de designar al movimiento rebelde hutí como organización terrorista extranjera (Yemen, Saná).

Isa Ferrero

Durante toda la pandemia, hemos podido escuchar que no existe el debate entre la salud y la economía y que una política correcta haría compatibles las dos cosas. Acertadamente, se ha señalado que el modelo de economía neoliberal es la principal causa del fracaso reiterado de la mayoría de los gobiernos occidentales. Del mismo modo, se ha demostrado que la intervención del gobierno en la economía no es solo conveniente, sino que es imprescindible para rescatar el país de una crisis que está siendo especialmente severa para nuestro diezmado estado del bienestar. En resumidas cuentas, la solución a todos nuestros problemas reside principalmente en una correcta regulación que nos haga avanzar de verdad como sociedad y que no deje a nadie atrás. Políticas que busquen maximizar el bien común y que reformulen las reglas en las que se basa el sistema político y económico actual.

Hay que entender de una vez que el ascenso de la extrema derecha no es casual. Desgraciadamente, estamos reviviendo viejos fantasmas del siglo pasado que pueden acabar de destrozar del todo nuestra maltrecha democracia. Es un fenómeno muy bien estudiado: la deriva actual solo conduce al auge de la extrema derecha y a respuestas por parte de la izquierda cada vez más desenfocadas. Sobre esto último, tampoco es casualidad que cada vez se visualice con mayor claridad el florecimiento de una izquierda intolerante y sectaria que solo hace el juego a la extrema derecha. El mayor ejemplo actual lo encontramos en el feminismo y su campaña de acoso hacia las personas trans, pero se extiende a todos los niveles. El resultado es que la realidad queda deformada por una serie de consignas y principios teóricos que poco se ajustan a los hechos actuales, consiguiendo que las actuales políticas criminales que llevan a cabo nuestros gobiernos queden en segundo plano.

No es ni más ni menos que la división de la izquierda, de cómo tergiversar ciertos hechos conduce a justificar modelos cada vez más autoritarios. Por una vez deberíamos reflexionar que no es casualidad que la mayoría de los experimentos “socialistas” del siglo XX hayan resultado ser un verdadero fracaso. Esta lista penosamente larga, no suele pasar la prueba del algodón: son dictaduras donde el trabajador acostumbra[ba] a ser esclavo de una burocracia, pero con la diferencia de que ahora tiene-tenía menor libertad para protestar porque la Intelligentsia no permite ningún atisbo de disidencia.

Las políticas criminales que llevan a cabo nuestros gobiernos occidentales son múltiples y en varios frentes. Es lo que se denomina asuntos de Estado, que tanto asustan al actual orden internacional y que explican, entre otras cosas, el porqué de la severidad del castigo que está recibiendo Julian Assange. Hay ciertas informaciones que el público no debe conocer, o que si conoce no deben ocupar portadas.

En el caso de España, esto se traduce en varios asuntos de Estado y de interés nacional que perpetúan a diario verdaderas injusticias. El gobierno español tiene un magnífico trato con las peores tiranías, violando a sabiendas las leyes nacionales y el derecho internacional. La gravedad de estas políticas es escandalosa y prueba de ello es la impotencia y el ninguneo que reciben las organizaciones en defensa de los derechos humanos. Esta es la verdadera vanguardia a la que debemos atender como gente de izquierdas.

De la misma manera, muchas veces el pretexto del interés nacional no es más que un cuento. Las buenas relaciones con Arabia Saudí, el país que ha financiado indirectamente al yihadismo islámico y la compra de material de guerra, después de que España haya sufrido atentados terroristas en suelo patrio, explican que el debate entre la economía y la vida de los españoles lo va a ganar siempre la economía. Todos pudimos ver cómo el príncipe Felipe, el rey emérito, Mariano Rajoy y después Pedro Sánchez, trabajaron para vender cinco corbetas a la Casa Real Saudí, pese a que lleva años utilizando barcos para matar de hambre a la población yemení. En esta misma línea, resulta desconcertante el blanqueo al régimen de Al Sisi. La dictadura egipcia no solo está llevando a cabo una política brutal y de represión que convierten a Mubarak en un “moderado” [nótese la ironía], sino que además estas mismas políticas favorecen también que el islamismo se vaya radicalizando y que la única opción que contemplen sea la vía del terrorismo. A los que confeccionan la política de seguridad nacional les deberíamos recordar que lo que conocemos como yihadismo actualmente tiene un origen claro en las cárceles egipcias hace varias décadas. La insistencia de Al Sisi de detener a decenas de miles de prisioneros políticos y tildar de terrorista a cualquiera puede costarle muy cara a Occidente. Antes de tomar decisiones estúpidas, resultaría fructífero que nuestros gobernantes lean el gran relato que hace Lawrence Wright en La Torre Elevada sobre el 11 de septiembre.

No obstante, lo realmente grave es el sufrimiento que la política exterior española genera a diario en todo el mundo. La claudicación de este gobierno ante la política migratoria dictada desde Europa es una de las mayores bofetadas al derecho internacional de los últimos tiempos, y seguir patrocinando la guerra de Yemen sin mover ni un dedo para evitar “la peor hambruna que el mundo ha visto en décadas” (palabras del secretario general de Naciones Unidas) producen una vergüenza infinita. Por desgracia, la lista es mucho más larga, sin embargo, permítanme que me centre en esta última cuestión.

La crisis humanitaria en Yemen está llegando a una situación límite. El año 2020 ha sido especialmente severo con la población yemení debido a que los combates se han intensificado, los efectos de la crisis climática se han notado con más intensidad y, lo más importante de todo, que la comunidad internacional ha olvidado a Yemen y ha dejado de financiar programas humanitarios de los que dependen millones de personas.

Durante este verano, hemos visto como las advertencias de las Naciones Unidas han sido cada vez más alarmantes. Ante esta situación, el gobierno de España ha seguido vendiendo armas a Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos y se ha negado a enviar ayuda humanitaria que evite un desastre que está empezando a compararse con otras vergüenzas del pasado como las ocurridas en Irak o en Etiopía. La mayor responsabilidad de todo esto es del Partido Socialista, que controla los asuntos de Estado. El PSOE ha seguido básicamente con la misma política que el gobierno de Mariano Rajoy implementó varios años atrás. Esto es verdaderamente importante que se conozca. El último intento del Partido Socialista fue presentar una transaccional para dejar en saco roto una Proposición no de Ley presentada por Roberto Uriarte (Unidas Podemos), apoyada por Jon Iñarritu (E.H Bildu) y Joan Josep Nuet (ERC), sobre la venta de armamento y el envío de ayuda humanitaria. Preocuparse por la situación que vive Yemen y presentar a continuación una transaccional es de un cinismo descorazonador. Volvamos a los hechos. Cada 12 minutos un niño muere porque gobiernos como el español lo consienten.

Esta vergüenza no se trata en los medios de comunicación, lo que facilita al actual gobierno a seguir actuando con total impunidad. Es por esta razón que no se entiende cómo las voces principales de Unidas Podemos, me refiero sobre todo a Pablo Iglesias, sigan callando a día de hoy. El apagón informativo que los grandes medios de comunicación ejecutan sobre este tema, te obligan a ti y a los principales dirigentes de izquierdas a alzar la voz sobre un tema que debe ser debatido y afrontado urgentemente. Si no lo hacéis, nadie lo va a hacer. Este silencio, que para mí llega a convertirse en complicidad, es también perfectamente atribuible a los líderes de la derecha, que no han tenido reparos en defender la venta de armas, incumpliendo así la legalidad internacional y la ley española 53/2007.

Hay una explicación a todo esto. La escasa calidad de nuestra democracia se plasma en una derecha sin criterio ni ideología que es de todo, menos patriota. Qué lejano parece que, en España, los partidos conservadores (PP, Cs y VOX) aprendieran un poco del gobierno de Angela Merkel que decretó un embargo de armas a Arabia Saudí después del asesinato atroz al periodista Jamal Khashoggi a finales del año 2018.

El antiliberalismo de Juan Ramón Rallo

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También hay otra explicación que quizá reconocer no guste tanto. Sería reconocer que también en el debate entre economía y derechos humanos gana de momento la economía. Esto no significa que, en un futuro, nuestros gobernantes se vean obligados a elegir la promoción y el respeto de los derechos humanos. Sin embargo, la división dentro de la izquierda, una derecha cada vez más radicalizada y la apatía reinante por años y años de destrucción neoliberal van a poner las cosas muy difíciles.

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Isaias Ferrero es activista de derechos humanos especializado en la crisis humanitaria que se vive en Yemen y autor del libro 'Negociar con asesinos. Guerra y crisis en Yemen'.

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