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Plaza Pública

El lío de las vacunas

Un trabajador sanitario sostiene un vial de la vacuna de AstraZeneca.

Marciano Sánchez Bayle

Durante los ultimos días estamos viviendo un serie de informaciones un tanto caóticas y contradictorias sobre las vacunas, centradas en la de AstraZeneca pero que parecen confundir a la población, por ello sería conveniente señalar algunas cuestiones claves.

Las vacunas son medicamentos y como todos ellos tienen efectos adversos, contraindicaciones y potenciales interacciones con otros medicamentos. En la medida en que el número de personas vacunadas aumente se irán conociendo más estos potenciales efectos, más o menos infrecuentes, y también si existen problemas a medio y largo plazo, lo que puede o no suceder.

La decisión de vacunar debe tomarse teniendo en cuenta los riesgos frente a los potenciales beneficios. Ya hay mucha información y cada vez parece más claro que los riesgos de un problema adverso grave son muy inferiores a los beneficios de la protección frente al covid-19, ahora bien, como la frecuencia de las consecuencias graves de la enfermedad aumenta con la edad, es evidente que los beneficios netos son muy superiores en las personas más mayores respecto a los jóvenes. Por otro lado siempre debe considerarse que las vacunas, al contrario de lo que sucede con la mayoría de los otros medicamentos, se administran a personas sanas, y por eso hay que ser más prudentes a la hora de evaluar beneficios y riesgos.

No sería raro que aparecieran nuevas complicaciones relacionadas con las vacunas a medida que se introducen otras nuevas, pase más tiempo desde la vacunación y haya más personas vacunadas. Resulta ilusorio pensar que van a existir vacunas sin ningún tipo de problemas secundarios.

Los conocimientos científicos son limitados y progresan mediante el estudio y observación de los problemas, y el debate sobre las hipótesis alternativas y su comprobación en la práctica es por lo tanto un proceso abierto y sujeto a variaciones a la hora de establecer recomendaciones e indicaciones. Lo normal es que si aparecen nuevas evidencias se cambien las recomendaciones, lo anormal y potencialmente peligroso sería no hacerlo.

La comunicación ha tenido fallos notorios desde el principio de la pandemia, transmitiendo como hechos ciertos e incontrovertibles lo que eran hipótesis, todavía pendientes de comprobación o extraídas de una experiencia limitada; a medida que avance la pandemia, la vacunación, etc, la experiencia irá consolidando las alternativas y el grado de certeza aumentará.

El debate y el escrutinio público tan pormenorizado que se ha realizado desde el inicio de la pandemia, han dificultado un mejor conocimiento del problema a la opinión pública, y hay que ser conscientes de que está muy sesgado por muchos intereses, profesionales, geopolíticos, económicos y empresariales, que dificultan una evaluación razonada, favorecen la desinformación y fomentan la confusión de muchas personas. Por supuesto la información es fundamental en una sociedad democrática, pero debe ser de calidad, contrastada y situada en su contexto.

Sobre las vacunas incide también que algunas CCAA, especialmente la Comunidad de Madrid, están abordando la vacunación contra el covid-19 con la misma falta de rigor y el mismo caos organizativo que le han caracterizado durante la pandemia, eso explica por ejemplo que la suspicacia respecto a las mismas sea mucho mayor en Madrid que en el resto del país.

Por otro lado es obvio que en la UE se han priorizado las vacunas donde existían intereses económicos de países miembros, ninguneando otras vacunas que potencialmente eran similares; incorporarlas una vez comprobada su eficacia y seguridad sería conveniente, pero de nuevo no puede hacerse con movimientos incoordinados como los realizados por la Sra. Ayuso, que anteponen el espectáculo sobre la seguridad y la salud de las personas.

Por todo lo que conocemos hasta ahora, la actuación de las autoridades sanitarias del Ministerio es bastante sensata y prudente, aunque quizás no lo sea comprometerse a tasas de vacunación en un plazo determinado, cuando estas dependen de los suministros de vacunas y de la actuación de unas CCAA que no controlan. En nuestro caso, la utilización intensiva de los recursos de la Atención Primaria podría garantizar un buen resultado. De todos modos, las cosas avanzan razonablemente y parece probable que el proceso de vacunación alcance sus objetivos en el verano.

Una política de vacunación equivocada y electoralista

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Ahora bien, siguen quedando los interrogantes sobre cuál será la duración de la inmunidad y de cómo plantear el acceso a las vacunas de la mayoría de la población mundial. Es evidente que la liberación de las patentes sería un paso imprescindible para ello, y a medio plazo deberíamos conseguir la independencia del suministro de medicamentos de los intereses comerciales y ahí es fundamental, visto el comportamiento de las empresas farmaceúticas privadas en esta crisis, el ser capaces de dotarnos de una potente empresa farmacéutica pública.

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Marciano Sánchez Bayle es presidente de la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Madrid

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