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'Diccionario ilustrado BOE-español': una guía para desentrañar el lenguaje de la burocracia

Portada del Diccionario ilustrado BOE-español.

Eva Belmonte | Mauro Entrialgo

La periodista Eva Belmonte tenía dos certezas: 1) en el Boletín Oficial del Estado figuran cada día buena parte de las triquiñuelas del Estado y alguna de las políticas que cambian del día a la noche la vida de los ciudadanos, y 2) el BOE no hay quien lo entienda. Por esas dos certezas creó en 2012 la web El BOE nuestro de cada día, que analiza y explica las decisiones más importantes del boletín. Ahora la directora de la Fundación Civio se alía con el dibujante Mauro Entrialgo para recoger algunas de las lecciones aprendidas a golpe de BOE. Lo hacen en Diccionario ilustrado BOE-español, escrito a modo de enciclopedia humorística y editado por Ariel, del que recogemos tres entradas. 

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Disponibilidad presupuestaria

Coletilla que vacía de contenido, hasta saber más, cualquier medida. Apéndice en cualquier anuncio, ley, orden ministerial o decreto que apruebe alguna medida que necesite dinero para ejecutarse, sobre todo si se trata de subvenciones, que en realidad adelanta que esa norma no vale nada hasta que se le asigne el cachito de presupuesto que toque. Si una ayuda se anuncia y el texto legal que la crea reza que su cuantía dependerá de la disponibilidad presupuestaria, lo mismo se pueden repartir mil millones en subvenciones que cero. O acabar llegando a tres personas.

Uso y abuso

Cuando se anunció el bono térmico, una ayuda contra la pobreza energética añadida al bono social de electricidad, por ejemplo, se dijo que iba a llegar a muchísimas personas necesitadas y que iba a suponer una ayuda importante para el pago de la calefacción. Se aprobó en octubre de 2018, y ya entonces avisaron que no se iba a pagar hasta después del invierno (el frío de ese año no computaba). Y que se repartiría dependiendo de lo cruda que fuera la meteorología en la zona en la que vivieras y el nivel de pobreza de cada hogar. Pero ¿de cuánto dinero estábamos hablando? Pues en principio se estableció un mínimo de 25 euros anuales por casa, pero en realidad todo dependía de la «disponibilidad presupuestaria». Así que hasta mucho después, ya en verano, no supimos que el total a distribuir fueron 75 millones.

Otras veces esta disponibilidad presupuestaria se traduce en tonto el último. Así pasó con unas ayudas al alquiler en la Comunidad de Madrid que se iban concediendo por orden de llegada hasta que se acabara la pasta. Y claro, buena parte de quienes tenían derecho, con la norma en la mano, se quedaron fuera.

Viñeta de Mauro Entrialgo para Diccionario ilustrado BOE-español.

Indulto

Medida de gracia, en este caso ni divina ni real —aunque la acaba firmando el rey—, sino del Gobierno, que permite reducir una condena, cambiarla por otra más suavita o eliminarla del todo. No solo suena a viejuno, lo es: la ley que lo regula es de 1870, con apenas cambios desde entonces. El departamento del Ministerio que lo regula, la División de Derechos de Gracia y Otros Derechos, también gestiona otro tema muy de la I+D y la modernidad: los títulos nobiliarios.

Uso y abuso

La norma dicta que lo de perdonar condenas es algo excepcional, pero se ha usado de forma cotidiana por todos los gobiernos. Desde 1996 llevamos más de 10.000 y, antes de que la vergüenza pública consiguiera reducir, y mucho, esas cifras, se daban más de uno y medio al día. Pero en los últimos años se cortan más. En 2018 bajaron hasta 17, la cifra más baja. A partir de ahí volvió a subir un poquillo: fueron 40 en 2019 y 30 en 2020, pese a la crisis sanitaria y a que ese año no se repartieron los tradicionales perdones a las cofradías por Semana Santa, una cosa muy de Estado aconfesional. Entre ellos estaba el indulto a un hombre que, cuando era alcalde del PSOE, falsificó unos informes para que su madre ganara una rencilla vecinal y pudiera poner unas ventanas. Que vaya delito cutre, también te lo digo.

Policías torturadores, políticos corruptos, amigos del partido y de la oposición... Ningún Ejecutivo, ni socialista ni popular, ha pasado por La Moncloa sin firmar al menos un indulto en el que las «razones de justicia y equidad» que cacarea cada decreto como coletilla vacía que acompaña al perdón pierda todo su sentido. Los indultos están mal siempre que estás en la oposición. Luego ya no tanto.

Viñeta de Mauro Entrialgo para Diccionario ilustrado BOE-español.

Medalla

Distintivo que los distintos gobiernos otorgan a personas o instituciones y que, en la mayoría de los casos, no tiene más peso que su masa real y la fanfarria que lo acompaña. Su forma material puede ser literal, medallas de oro, plata y bronce, pero también cruces, plaquitas, corbatas o hasta collares. Destacan el mérito en cosas, desde las bellas artes, el deporte, el trabajo o la investigación hasta el mérito civil, naval, aeronáutico o militar. También las hay de renombre histórico, como las de Alfonso X el Sabio, Isabel la Católica o Carlos III. Suelen depender del ministro del ramo, pero para conceder las categorías más elevadas toca aprobarlo con el resto en el Consejo de Ministros.

El BOE recoge las normas que detallan cómo son —ojo al detalle de las filigranas y los escuditos y laureles— y suele publicar cuándo se conceden. Pero no en todos los casos. Las únicas que tienen chicha real, aquellas que llevan aparejada una pensión vitalicia a sumar al sueldo —algunas del mérito policial, del mérito en la Guardia Civil, militares...—, no suelen salir en el BOE. Por eso no había registro público, por ejemplo, de las varias que se concedieron al torturador Billy el Niño. De hecho, esas suelen salir en el boletín de la policía nacional o en el BOD, el Boletín Oficial de Defensa, dos publicaciones a las que solo tienen acceso completo sus miembros. Por eso solo nos enteramos de que Jorge Fernández Díaz le dio una medalla a una virgen en 2014 gracias a que alguien lo contó.

El resto de las medallas y condecoraciones van sin pensión anexa. Así, lo que suponen en la práctica es el colgante o plaquita en sí, que te llamen ilustrísimo o señor, según la categoría, y alguna otra memez protocolaria. Más allá de la ilusión, claro, si te hace ilusión, que cada cual tiene sus vicios.

Uso y abuso

Aunque en principio todas las medallas tienen reglas tasadas sobre quiénes son merecedores de tal distinción, los méritos son subjetivos. Todas ellas suelen incluir entre sus posibles beneficiarios a personas que hayan realizado una «especial aportación», se hayan destacado de forma «extraordinaria» o fórmulas similares que, claro, son muy distintas depende de quién las interprete. A ver quién dice que ser virgen y tener un niño no tiene mérito.

Las condecoraciones de la Orden de Carlos III caen, por norma, a todos los exministros que dejan el cargo, entre otros. Las de Isabel la Católica reconocen a quienes han desempeñado una labor importante para España en las relaciones internacionales. Su categoría top es el collar, que solo se puede dar a presidentes o jefes de Estado y que tienen todos los expresidentes de Gobierno españoles y los presidentes de otros países cuando nos caen bien. Si además quieres cortejar a su ministro, un embajador u otro alto cargo, normalmente bajas un nivel y le colocas una gran cruz. Por eso estas condecoraciones quedan muy pintonas en los viajes oficiales, o las recepciones, y se suelen dar en bloque a los representantes del país que toque agasajar. Como quien lleva vino a una cena.

Las de Alfonso X el Sabio están destinadas, en teoría, a quienes destacan por sus méritos en la educación, la ciencia, la cultura, la docencia o la investigación. Las concede Cultura. Y se suelen premiar mucho a sí mismos. Tras el cese de José Ignacio Wert como ministro en 2015, su sucesor, Ignacio Méndez de Vigo, premió a buena parte del equipo de su antecesor. Que os vais y no os renuevo, pero tomad vuestra medallita. Pero es que Wert ya había repartido esta condecoración también a quienes estuvieron antes en su puesto: dos ministras de Cultura de su partido, el PP, Esperanza Aguirre y Pilar del Castillo; pero también a Ángel Gabilondo, ministro socialista. Y, ya que estaba, premió a la Orden de la Compañía de María, los marianistas, los religiosos que le educaron en el Colegio Santa María del Pilar de Madrid.

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Una de las más populares, la del mérito en el trabajo, lo mismo reconoce a María Teresa Campos que al presidente de Mercadona que a Pau Gasol (que le podrían haber dado la del mérito en el deporte, sí, pero con esa Rajoy podía ponerle la medalla de oro y salir en el Marca). Por méritos, hay hasta medalla al mérito del Plan Nacional sobre Drogas, destinada a personas y organizaciones que luchan contra los efectos abusivos de todo tipo —lean bien— todo tipo de drogas. Pues bien, en 2016, el Ministerio de Sanidad decidió dar esta medalla a la FEBE. ¿Y eso qué es? La Federación Española de Bebidas Espirituosas, o sea, los fabricantes de licores. La patronal que agrupa a marcas como Bacardí, Codorníu, Osborne o Torres recibió esta distinción por «sus esfuerzos para evitar el consumo abusivo de bebidas alcohólicas promoviendo el consumo responsable y luchando contra la permisividad hacia el consumo en menores y otros colectivos de riesgo». Como premiar al camello por no pasar droga a menores.

 

Viñeta de Mauro Entrialgo para Diccionario ilustrado BOE-español.

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