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El dinosaurio todavía estaba allí

Carolina África: “Ojalá haya una voluntad política de apoyar al sector del teatro"

La dramaturga, directora, actriz y guionista Carolina África.

Hernán Grecco Ferrari | Paula Pérez de Lema

Carolina África (1980, Madrid) es una artista multidisciplinar. Ha puesto en práctica su don para el guion ejerciendo como dramaturga, directora, actriz y escritora de series de televisión. Y ha difundido también su conocimiento: es docente y académica de la disciplina dramática. Tanto a la escritura como a la batuta, sus espectáculos no solo han sido aclamados por el público español. Las obras de la artista han girado por Alemania, Argentina, Colombia, Uruguay, México o Gran Bretaña. Autora de Verano en diciembreVientos de levante y Otoño en abril, ganadora del Premio Nacional Calderón de la Barca en 2012, del Premio Encinart en 2013 y 2015 y finalista de los Premios Max en la categoría de autoría revelación en 2014 y mejor versión en 2020, entre muchos otros, es también una de las creadoras de la compañía teatral La Belloch

Para la profesional, la irrupción del coronavirus tuvo efectos inmediatos. La pandemia impidió la realización de Otoño en abrila tan solo "días de estrenar en el María Guerrero" y sumió el futuro de la obra en la incertidumbre: "El instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música no nos garantizaba poder programar más adelante, con un contrato que en principio se anulaba por causa de fuerza mayor". Tuvo que esperar, pero el montaje salió adelante. En septiembre de 2020 el Centro Dramático Nacional lo llevó a los escenarios en una experiencia teatral nueva, condicionada por la situación pandémica. La directora recuerda de aquel momento "trabajar como unidad familiar, cuidándonos mucho y con mascarillas hasta el momento de levantar el telón". Ahora que el momento más álgido de la pandemia ha pasado, la dramaturga continúa escribiendo, dirigiendo y estrenando. El CDN renovó la temporada 2021-2022 contando con  Cuaderno de Pitágoras en su programación. La obra surgió tras su experiencia como voluntaria en una prisión haciendo teatro con los reclusos. El confinamiento domiciliario del año pasado queda cada vez más lejos, pero tras su visita al centro penitenciario Carolina África sigue pensando en otro tipo de encierro, muchas veces silenciado: "Quizá hemos experimentado lo doloroso de la privación de cierta libertad y hayamos pensado en qué será estar en una celda, pero nuestro aislamiento no es ni de lejos el que se sufre en prisión".

Pregunta. Piense en un destino de verano al que soñara con ir durante confinamiento, para sobrellevarlo, y uno al que irá este año. ¿Coinciden?

Respuesta. Sí, lo que más anhelaba era salir de Madrid, añoraba increíblemente mi pueblo y el mar, pasar tiempo en familia disfrutando de la naturaleza y con sensación de libertad. Contesto a esta entrevista bajo un cielo estrellado, en una casa preciosa del que considero mi pueblo (La Iglesuela del Tiétar) y rodeada de los amores de mi vida. Ah, y estoy contando los días para irnos al mar…

P. Ahora que se supone que encaramos (por fin) la salida de la pandemia... ¿tiene miedo de lo que viene? En caso afirmativo, ¿se lo ha infundido de alguna manera el coronavirus?

R. No es miedo lo que siento. Tengo la sensación de tener una consciencia diferente sobre las cosas, el futuro, los planes, las prioridades… Las certezas han desaparecido y eso hace que encare la vida de otra manera, pero no con miedo. Y sí, el coronavirus ha propiciado este cambio.

P. ¿Y cómo ve el futuro cercano? ¿Cree que nos esperan los brindis de los felices veinte o más bien las lágrimas de una larga crisis?felices veinte

R. No creo que sean excluyentes. Las vacunas, la posibilidad de reencuentro con seres queridos que hace mucho que no veíamos, las ganas de celebrar la vida se han multiplicado, al menos para mí. Pero no voy a ser ingenua: aunque en mi caso no puedo quejarme, a nivel laboral vienen tiempos complicados y conozco a muchos compañeros y compañeras de profesión que lo están pasando realmente mal y con un horizonte bastante pesimista.

P. ¿Cómo le ha cambiado la pandemia? ¿Ha cambiado de alguna manera lo que considera importante en tu día a día o vuelve a ser la de antes? ¿Es usted más solidaria? ¿Es usted más solitaria?

R. Si no me hubiera cambiado sería un poco sociópata, ¿no? La pandemia ha constatado que la vida no sale como uno espera, que los proyectos y planes pueden venirse abajo de un día para otro y que la salud sigue siendo lo más importante para que todo lo demás pueda conseguirse.

Los actos solidarios –con pandemia o no– definen el tipo de ciudadano que somos y quiero pensar que esa consciencia de la que hablaba antes sí me ha hecho más sensible a las necesidades de quien lo está pasando realmente mal. Y lo de solitaria, ¿con dos hijos y uno de ellos concebido en pandemia? Imposible. Ahora, ¿dónde hay que firmar para 24 horas de soledad, por favor?

P. Entre 2008 y 2013, las artes escénicas perdieron 7 millones de espectadores. De ellos, 5 millones nunca se recuperaron, y a ellos se suman quienes no han regresado desde marzo de 2020. ¿Cómo hacer que vuelvan?

R. Lo primero que necesita el público es recuperar la confianza de sentirse a salvo en un teatro, comprobar que la cultura es segura y, afortunadamente, así se está demostrando. El mejor reclamo para que vuelvan es hacer espectáculos de calidad para que durante el tiempo que los espectadores estén en la butaca experimenten emociones transformadoras. La vida, la verdadera vida que uno acumula son los momentos que nos dejan huella; eso debe ser el teatro. Si hacemos espectáculos así, habrá público.

P. Cuando los teatros privados advirtieron de que no podían funcionar con los aforos covid, muchos miraron a los públicos. ¿Cree que estos han estado a la altura? ¿Qué espera de ellos en la próxima temporada?

R. Es un asunto complejo porque obviamente los teatros públicos se han podido permitir una reducción de aforo para cumplir con las medidas sanitarias sin ningún tipo de perjuicio económico al no depender de la taquilla y afrontan con cierta tranquilidad la nueva temporada.

La supervivencia de los teatros privados es preocupante, así como las compañías privadas, sobre todo las pequeñas que no cuentan con grandes cabezas de cartel -como la nuestra-. Hacer nuevas producciones con apenas contratación está dejando en jaque a muchos profesionales y familias que comemos de esto. Ojalá haya una voluntad política de apoyar al sector. Europa está empezando a repartir ayudas, si se hicieran bien las cosas y se invirtiera en generar tejido cultural nos iría a todos mucho mejor.

P. Con la llegada de la pandemia, muchos trabajadores de la escena se quedaron sin trabajo y sin paro. ¿Qué efectos ha tenido el covid-19 a su alrededor? ¿Cómo lo ha pasado y cómo ha visto a sus compañeros en los últimos meses?

R. Nosotras nos quedamos a días de estrenar en el María Guerrero una producción nuestra donde el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música no nos garantizaba poder programar más adelante, con un contrato que en principio se anulaba por causa de fuerza mayor. Fueron meses muy duros, tuvimos que dejar nuestra sede, el local de la compañía. Ocho meses sin actividad pagando alquiler, nave de almacenamiento, cuota de autónomos, gestoría… Todo ello sin bolos y con una inversión muy grande hecha en la producción que iba al María Guerrero.

Por suerte para nosotras nos reprogramaron en septiembre, ha salido algo de gira y aunque ya no tenemos local seguimos luchando por mantenernos a flote. También tengo la fortuna de estar programada con Sanzol en el CDN la próxima temporada y -por primera vez en mi vida- me producen ellos el espectáculo, además he terminado recientemente un trabajo de guion para un programa de TVE y tengo otros proyectos, así que no me quejo en absoluto, al contrario, agradecida y consciente de lo afortunada que soy.

A mi alrededor sí he visto dramas terribles: amigos que se han ido de Madrid, que han vuelto a casa de sus padres con casi 40 años, que buscan trabajo en hostelería para pagar alquileres, que realmente no saben qué van a hacer con su vida… Un cuadro.

P. En El cuaderno de Pitágoras parte de un teatro realizado en una condición de aislamiento absoluta que, de hecho, hace palidecer al confinamiento de primavera: la prisión. ¿Cree que la experiencia de confinamiento que hemos vivido nos ha hecho más sensibles a la situación de las presas y presos? ¿O que las cárceles han seguido siendo un punto ciego durante este año y pico?El cuaderno de Pitágoras

R. Quizá hemos experimentado lo doloroso de la privación de cierta libertad y hayamos pensado en qué será estar en una celda, pero nuestro aislamiento no es ni de lejos el que se sufre en prisión. Tenemos internet, posibilidad de comunicación absoluta con nuestros seres queridos a través de videollamadas y redes sociales, cenas elaboradas para disfrutar viendo series en plataformas de pago, deporte online…A los presos y presas sí que la pandemia y el confinamiento les arrebató las escasas briznas de libertad que tenían. Sin vis a vis, sin permisos, sin que pudiéramos entrar las asociaciones que colaboramos allí… Aislamiento sobre más aislamiento. Muy duro.

P. Con Otoño en abril trabajó ya en un contexto de medidas sanitarias, y así será (probablemente) también en esta obra. ¿Cómo afecta al trabajo con las actrices? No sé si ambas nacieron como texto también durante la pandemia. Si fue así, ¿cómo cree que afectó al texto?Otoño en abril

R. Con Otoño en abril trabajamos como unidad familiar cuidándonos mucho y con mascarillas hasta el momento de levantar el telón.

Es complicado porque la expresión del actor está en su cara, pero, bueno, nos adaptamos. Tuve que hacer algunos cambios, porque en algún momento las actrices bajaban al patio de butacas y no pudimos hacerlo. Luego lo curioso es cómo se resignificó la función con el público. La obra habla de la familia, de los lazos que nos unen y nos separan, de los cuidados, de la maternidad y sentimos que el espectador conectaba de manera más profunda con la parte dramática y se percibía un desahogo liberador con las partes más cómicas.

El cuaderno de Pitágoras habla de mi experiencia como voluntaria en una prisión haciendo teatro, pero narra una situación prepandémica. Seguramente en el proceso de ensayos de alguna manera influya todo lo que nos ha pasado.

P. De los comportamientos que ha visto en la sociedad en los últimos meses, ¿de qué se enorgulleces y de qué se avergüenzas? ¿Qué cree que podría haber hecho de manera distinta?

R. Somos una especie que olvida pronto, quizá por pura supervivencia, pero me ha causado mucho dolor ver comportamientos irresponsables. Me enorgullezco de los gestos altruistas, de los sanitarios que lo han dado todo y me avergüenzo de los actos egoístas, mezquinos e insolidarios.

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Con respecto a qué hacer de manera distinta… Durante la pandemia he concebido y tenido una hija, me he roto una pierna con Filomena saliendo de la maternidad con la bebé de apenas unos días, llevo medio año con muletas y en estos días, por fin, empiezo a caminar sin ellas. No sé qué podría haber hecho distinto. Pero para empezar no caerme hubiera estado muy bien.

P. Si pudiera enviarle un mensaje desde el futuro a su yo de marzo de 2020, ¿qué le diría?

R. No hagas demasiados planes, nada va a salir como esperas, pero, por favor, avisa a todas las residencias de ancianos para que aíslen ya a sus mayores –después de toda una vida luchando no se merecen nada de lo que viene–, diles a los padres de Sara que no salgan de casa este mes de marzo, que los queremos vivos, y a Iria vete a verla, necesitas despedirla y no vas a poder, y a Maite, y a… Corre, venga… ¡¡Empieza por lo de las residencias!!

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