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El futuro de la izquierda

La izquierda europea sueña con una victoria en Alemania que ponga fin a años de dominio de la derecha en el continente

El presidente Pedro Sánchez y el candidato del SPD a la cancillería alemana, Olaf Scholz, en un acto político en Berlín el pasado junio.

El mapa político de Europa tiene en la derecha un claro dominador. De los 27 miembros de la Unión apenas hay en estos momentos siete gobiernos de izquierdas o de centro izquierda: España, Suecia, Finlandia, Dinamarca, Portugal, República Checa y Malta. De ahí la relevancia de las elecciones legislativas que celebra Alemania dentro de dos semanas y que pueden dar un vuelco político al corazón de Europa poniendo fin a 16 años de dominio ininterrumpido de la derecha bajo el liderazgo de Angela Merkel.

Las últimas encuestas reflejan un evidente cambio de tendencia en lo que va de año. Los socialdemócratas (SPD) han pasado de aspirar a un tercer puesto a liderar la intención de voto de los electores alemanes, intercambiando posiciones con Los Verdes, que en enero encabezaban los sondeos. Los dos, sin embargo, están en un puño con la CDU: 25% de intención de voto para los socialdemócratas, 21% para la Unión (UCDU/CSU) y 19% para Los Verdes. Tan cerca unos de otros que los analistas creen que los cristianodemócratas pueden ganar en escaños aunque pierdan en votos.

¿Qué está pasando en Alemania para que en un espacio de tiempo tan breve las expectativas de unos y de otros se hayan dado la vuelta?

La clave parece estar en el candidato del SPD. Olaf Scholz, de 62 años, es el actual ministro de Finanzas del Gobierno de coalición que preside Angela Merkel y desde ese puesto está siendo capaz de aparecer ante la opinión pública como el legítimo heredero del legado de la canciller germana. El aspirante de la CDU, en cambio, Armen Laschet, presidente de Renania del Norte-Westfalia, el estado más poblado de Alemania, no ha logrado hacerse con ese rol.

Tanto es así que la propia Angela Merkel ha tratado en los últimos días de poner distancia con la imagen que Scholz proyecta como heredero de su legado. Y lo ha hecho sembrando dudas sobre sus verdaderas intenciones de gobernar con La Izquierda (Die Linke). “Conmigo como canciller jamás habría una coalición en la que participara La Izquierda. Si esto lo comparte o no Olaf Scholz, queda en el aire. Y en ese sentido sencillamente existe ahí una diferencia inmensa para el futuro de Alemania entre él y yo”, afirmó Merkel esta misma semana.

Scholz no ha descartado explícitamente una alianza con La Izquierda, pero sí ha repetido algunos principios que considera “irrenunciables” e “innegociables” y que claramente harían muy difícil un acuerdo con ellos: el compromiso con la OTAN y con una UE “fuerte y soberana”, lo que denomina una gestión “sólida” del dinero y la necesidad de dar prioridad al crecimiento económico.

La soledad de Sánchez

Una victoria de Scholz pondría fin a la soledad política de Pedro Sánchez en Europa, en la que hoy por hoy es el representante más importante de la socialdemocracia europea. Y aunque se ha labrado cierto respeto internacional, no tiene grandes aliados políticos.

De ahí su participación entusiasta en la precampaña de Scholz en un acto en Berlín. Allí, hace poco más de dos meses, el presidente mostró su sintonía con el candidato del SPD: “Comparto con Olaf que es muy importante tener una Europa muy fuerte. Porque para tener proyectos políticos en España y Alemania necesitamos también un proyecto fuerte y atractivo a nivel comunitario”.

El candidato del SPD, aseguró el presidente español, es la mejor alternativa para Europa y para Alemania gracias a su “visión”, su “determinación” y su “compromiso político con los valores e ideas progresistas”. Como demuestra, añadió, su papel en la puesta en marcha de una respuesta común europea a la crisis de la covid-19.

El liderazgo del SPD en las encuestas, que hace apenas unos meses estaba muy lejos de entrar en la carrera por la victoria, ha pillado por sorpresa a la socialdemocracia europea, que de pronto sueña con la posibilidad de hacerse con la cancillería alemana y abrir desde allí la puerta a un nuevo tiempo político en el continente. En Ferraz y en La Moncloa ya se frotan las manos con el eco que un cambio político en Alemania podría tener en España.

El SPD parece estar beneficiándose de la escasa simpatía que despierta el candidato de la CDU y del auge de los liberales, dos factores que no ayudan a agrupar el voto en torno a los cristianodemócratas. Si consigue ganar y las cuentas dan, porque las diferencias en escaños van a ser muy ajustadas, la mayoría de los analistas apuestan por lo que en Alemania han bautizado como la coalición semáforo, por los colores de los tres partidos que la formarían: socialdemócratas, liberales (FDP) y Los Verdes.

Scholz tiene una larga trayectoria política. Fue ministro de trabajo con Gerhard Schröder y como alcalde de Hamburgo todo el mundo destaca su éxito a la hora de construir viviendas sociales. Su trayectoria reciente recuerda en algunos aspectos a la de la vicepresidenta tercera de España, Yolanda Díaz. Está especializado en derecho laboral y como vicecanciller y ministro de Finanzas de Merkel ha tenido la responsabilidad de gestionar los subsidios por reducción de jornada y las prestaciones durante la pandemia que han asegurado los puestos de trabajo de muchos ciudadanos durante el último año y medio.

La apuesta del SPD por la gestión y la experiencia de décadas parece estar funcionando para ganarse la confianza de los electores alemanes en detrimento del aspirante cristianodemócrata y de la candidata de los Verdes, Annalena Baerbock.candidata

En busca de las clases medias y trabajadoras

Durante la campaña, Scholz ha buscado reconciliar al partido con las clases medias y los trabajadores con promesas que van desde una subida del salario mínimo de casi un 20% (en Alemania el SMI alcanza los 1.384 euros), a una ambiciosa política de vivienda que pretende construir 400.000 nuevas al año (un 25% sociales), pasando por una ley que ponga límite a los alquileres en zonas tensionadas durante cinco años e incrementos fiscales para las grandes fortunas.

El resultado electoral es de enorme relevancia porque definirá el futuro de Europa, según todos los expertos consultados por infoLibre. No sólo por el poder de arrastre que tendrá el nombre del elegido o elegida para ocupar la Cancillería sino por su influencia en un momento clave para el continente el que todo está cambiando: las relaciones laborales, la digitalización de la economía o la generación energética.

Álex Estruch, profesor titular de Economía Aplicada y director del posgrado en Políticas Públicas y Socialdemocracia de la Universidad de Barcelona, está convencido de ello.“No cabe duda de que Alemania es un espejo en el que se miran las sociedades europeas, y que además su gobierno tiene un peso decisivo en la orientación de las políticas europeas”.

En un sentido o en otro, recuerda. Porque “fue alemana la inspiración de las políticas de austeridad que se aplicaron en la crisis anterior, con resultados conocidos y lamentables, y también ha sido alemán el impulso a las que se están aplicando desde que empezó la crisis actual”. Así que un posible gobierno liderado por los socialdemócratas en Alemania seguramente “reforzará a los gobiernos de ese signo que ya existen en Europa, y puede contribuir al retorno de la confianza del electorado en la socialdemocracia en otros países que hoy en día están gobernados por opciones liberales o conservadoras, o incluso en otros en los que la tentación populista, de izquierdas o de derechas, está muy presente”.

Estruch considera “verosímil” que la gestión de la recuperación se rija por una orientación “que otorgue prioridad a corto plazo a las cuestiones de equidad, desigualdad y pobreza”. Algo que, en su opinión, “en buena medida determinarán también que a medio y largo plazo las transformaciones que ha de hacer la economía capitalista de mercado para ser más eficiente sean más inclusivas y tengan en cuenta las necesidades de todo el mundo, pero especialmente de quienes por la razón que sea están en posición de debilidad”.

Eduard Güell, politólogo y máster en Filosofía Política por la Universitat Pompeu Fabra, actualmente doctorando por el CSIC (Ingenio-UPV), está de acuerdo en que una victoria del SPD podría ser la llave para la izquierda en otros países del continente. Pero, desde su punto de vista, “lo importante serán las presumiblemente duras negociaciones para formar gobierno” en el caso de que los socialdemócratas ganen las elecciones. “El escenario es muy complejo y podría haber muchas posibilidades de gobierno. La pregunta, por tanto, es si el SPD puede dar con la fórmula para conseguir la Cancillería”.

Ningún partido supera el 25% en los sondeos

A su juicio “es sorprendente, incluso algo enigmático, que apenas hace un mes el SPD fuera tercero en las encuestas a diez puntos de la CDU, y hoy las lidere de manera consolidada”. En realidad, recuerda Güell, “el SPD no lideraba las encuestas en el Bundestag desde hace quince años”. Pero en lo que hay que fijarse, recuerda, es que ahora mismo ningún partido supera el 25% en los sondeos y “por tanto no sería posible una coalición de dos partidos, sería necesario un tripartito”.

En clave europea, añade, “si se confirma la victoria de Olaf Scholz, el foco estará en Francia”. En ese caso el nuevo canciller deberá acelerar las negociaciones para, una vez en el gobierno, “apuntalar la Presidencia de Francia en el Consejo Europeo (primer semestre de 2022) e incidir en las elecciones presidenciales francesas del próximo abril”. A partir de ese momento, “la mirada alemana deberá ser más estratégica y menos cortoplacista en la UE, intentando armonizar las divisiones existentes entre estados”.

Estruch da mucha importancia a la figura de Merkel a la hora de explicar, aunque sólo sea en parte, el crecimiento en las encuestas de Scholz. “El fenómeno Merkel es muy importante. La CDU no es nuestro PP, y Merkel ha sido una líder que sin renunciar a ninguno de sus principios ha sido capaz de generar confianza en sectores del electorado que van mucho más allá de sus ideas”. Ha transmitido una imagen “de seriedad, de coherencia y buen gobierno, y los buenos gobiernos son algo que gusta a todo el mundo, incluso desde la discrepancia”, asegura. “Así que es normal que después de un liderazgo muy potente, para el votante de la CDU de pronto cualquier candidato que el partido le ofrezca le va a parecer poca cosa comparado con lo que conocen. Y eso, lógicamente, favorece a los socialdemócratas”.

Al mismo tiempo, razona, “el SPD en estos años ha sido capaz de dar la sensación de ser un partido guiado por el patriotismo (no el de pulserita, sino el otro, el de verdad), que ha puesto los intereses nacionales por encima de sus aspiraciones participando cuando ha sido necesario, con lealtad y buen hacer pero sin perder su personalidad, en los gobiernos de Merkel”.

El SPD, sostiene Estruch, es un partido que “atesora” un patrimonio que “no se dilapida” ni por perder las elecciones ni por entrar en gobiernos de coalición. “Creo que el SPD no sólo resiste al auge de Los Verdes, sino que, al igual que otros partidos socialdemócratas —como el PSOE y el PSC— se ha mostrado como una fuerza capaz de incorporar a su ideario de una manera mucho más consistente los objetivos” del ecologismo político.

No sólo las preocupaciones ecológicas-medioambientales, que se concentran notablemente en el electorado más joven, sino “las reivindicaciones de otros muchos sectores sociales que ven en la socialdemocracia, con su énfasis de siempre en la lucha contra las desigualdades, el espacio que con mayor probabilidad de éxito representa sus aspiraciones”. La socialdemocracia las hace “compatibles con otras, insertándolas en un esquema global muy potente”.

De hecho, el profesor de Economía Aplicada de la UB no está seguro de que lo que está pasando sea sólo mérito de Scholz. “El SPD ha demostrado que cuando gobierna lo hace bien. Pero es verdad que elegir un determinado candidato transmite al electorado el deseo de hacer las cosas de una determinada manera. Scholz tiene experiencia de gobierno tanto a nivel federal como en Hamburgo, no es el candidato preferido por los sectores más izquierdistas del partido pero ha sido capaz de unir al SPD en torno a un programa que ha generado un gran consenso interno. Y es además una persona conocida y reconocida por un estilo que hace compatible la firmeza en los valores con una manera amable, respetuosa y agradable de presentarlos”.

Los errores del sucesor de Merkel están lastrando a la CDU

Güell cree que la relevancia del candidato en el renacimiento socialdemócrata que señalan las encuestas “es una cuestión que merece análisis y estudios posteriores porque lo cierto es que la irrupción del SPD está siendo inesperada”. En su opinión, gran parte del giro que han dado las encuestas en tan poco tiempo se debe a “los errores que ha cometido el candidato de la CDU, Armin Laschet. Sus intervenciones en las zonas afectadas por las graves inundaciones de mediados de julio fueron ampliamente criticadas”. Su figura está “lastrando” las opciones de la CDU y de ello se está aprovechando Scholz.

Desde su punto de vista, hay motivos para pensar que ha habido una intención clara en asociar a Scholz con la figura de Angela Merkel y “de mostrarlo como el heredero lógico. Incluso apareció recientemente en la portada del magazín de uno de los periódicos más importantes de Alemania imitando el gesto en forma de rombo tan reconocible en las apariciones públicas” de la canciller germana. El que fuera alcalde de Hamburgo, recuerda, “es una cara reconocible para la ciudadanía alemana, cuenta con amplia experiencia de gobierno y sabe transmitir el que quizá sea el concepto clave en estas elecciones: estabilidad. Ni el candidato de la CDU ni la candidata de los verdes, Annalena Baerbock, pueden competir en transmitir la fiabilidad que consigue comunicar el candidato socialdemócrata”.

Estruch cree que la socialdemocracia europea está cambiando en lo que describe como “una mayor valentía en el uso de los instrumentos, de las políticas públicas”, combinando medidas destinadas a que los mercados “cumplan bien su función de aumentar el bienestar” con otras que hagan que ese bienestar “esté mejor repartido, que se reduzcan las desigualdades de todo orden”.

Una de las consecuencias de la anterior crisis, explica, es que la socialdemocracia europea “ha perdido el miedo a reivindicar cosas como impuestos más altos y sobre todo con mayor progresividad, más gasto público de todo tipo pero especialmente el que mejora la eficiencia de la economía y la igualdad en la sociedad, políticas más activas dirigidas a sectores sociales concretos que consideramos que todavía no pueden alcanzar la plenitud para el desarrollo de una vida digna”.

Güell no cree que Scholz suponga una giro a la izquierda. “Fue uno de los impulsores de las reformas económicas que ejecutó Gerhard Schröder; era el secretario general del SPD mientras gobernó Schröder, uno de los adalides de la tercera vía. Su indisimulada pretensión de erigirse como sucesor de Merkel y su perfil técnico y moderado hacen prever que pueda ser poco ambicioso en lo que respecta a políticas sociales”, anticipa.

Así que la clave estaría en la coalición que se conforme y que probablemente necesitaría de tres partidos. Si la coalición se conforma con Los Verdes de Baerbock, “el SPD probablemente capitalice una recuperación económica post-covid centrada en lo social y medioambiental”. Pero es sólo una posibilidad. La cantidad de combinaciones de gobierno hace imprevisible en este momento asegurar en qué pondrá el acento el SPD.

De un lado puede darse la combinación del SPD, la CDU-CSU y Los Verdes, la llamada coalición Keniacoalición Kenia por la coincidencia de los colores de la bandera del país africano con los de los partidos, aseguraría un gobierno estable pero obligaría al SPD a “centrarse” entre dos socios con profundas discrepancias, señala el politólogo de la Pompeu Fabra. De otro, podría producirse la coalición Jamaica,coalición Jamaica conformada por la CDU-CSU, los liberales (FDP) y Los Verdes, aunque a día de hoy parece poco probable por el veto de Los Verdes. Una tercera combinación posible sería entre el SPD, la CDU-CSU y el FDP, que es la que menos gusta a los socialdemócratas porque dejaría el liderazgo de la oposición a Los Verdes. Otra posibilidad, teóricamente posible, sería una coalición del SPD con Los Verdes y La Izquierda, pero los de Scholz arrastran “un historial conflictivo con el partido situado a su izquierda” que hace difícil un acuerdo. Y por último, recuerda Güell, el SPD podría invitar al partido liberal FDP a una coalición con Los Verdes (la ya citada coalición semáforo),coalición semáforo) dejando a la CDU-CSU sin opciones. “Nunca antes había habido tantas opciones para un gobierno federal, aseguran en Alemania.

La clave son Los Verdes

Es probable, por tanto, que las negociaciones duren meses. Y la clave, anticipa Güell, estará en si Los Verdes entran en el gobierno. Han dado “un giro al centro, se han convertido en un partido estable” y “presidenciable. Las encuestas les han dado la razón y su subida es muy significativa, siendo el socio que podría hacer inclinar al SPD hacia una izquierda diferente, con el eje medioambientalista como pivote”.

El economista Álex Estruch está convencido, en todo caso, de que la estrategia del SPD lo ha reconciliado con las clases medias y trabajadoras. “Se dice que el auge de los populismos es el resultado del fracaso de la izquierda. Tanto los populismos de izquierdas como los de derechas han tenido un auge porque una parte de las clases medias y trabajadoras (aunque creo que las clases medias forman parte en su mayoría de las clases trabajadoras) han llegado a la conclusión de que los partidos de toda la vida, pero especialmente la socialdemocracia, han perdido la capacidad para resolver sus problemas”.

El reforzamiento de la socialdemocracia, un fenómeno “al que por cierto no son ajenos el socialismo portugués y el español“, subraya, está haciendo que una parte de esa población desencantada esté volviendo a confiar en estos partidos. “Hay gente que dejó de votar socialdemócrata porque sentían que les estaban fallando y aparecieron otros que les ofrecieron soluciones mágicas y helado todos los días”. La socialdemocracia, en cambio, promete a su juicio “cosas posibles, compatibles con la realidad”. En vez de una “vuelta a la tortilla”, explica gráficamente, “que la tortilla se reparta mejor”.

Güell es más escéptico. “La reconciliación entre el partido y las clases populares es una cuestión muy compleja” y hay mucha literatura científica, recuerda, que hace hincapié en la pérdida de pulso de los partidos socialdemócratas con las clases populares. El Partido Demócrata en Estados Unidos, el Partido Laborista en el Reino Unido, el SPD, el Partido Demócrata en Italia y el Partido Socialista en Francia han sufrido profundas transformaciones y un enorme desgaste a raíz de la crisis económica de 2008. De 1940 a 1970, la mayoría de la población sin estudios votaba partidos de izquierdas en Estados Unidos, Reino Unido y Francia; en cambio”, señala “a modo ilustrativo, el 70% de los votantes sin estudios en Reino Unido apoyó el Brexit”.

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Hay autores como Robert Skidelsky, explica, que ven incluso una relación entre el aumento en los niveles de desigualdad económica y el declive de partidos socialdemócratas. Según este planteamiento ganaría peso la hipótesis económica: aquellos grupos sociales damnificados por la recesión económica y la deslocalización industrial a países con menores costes salariales serían aquellos que darían mayor apoyo a partidos populistas y abandonarían la fidelidad a los partidos socialdemócratas.

Esta hipótesis, añade Güell, se confronta con la cultural, subrayada por académicos como Ronald Inglehart y Pippa Norris. Según este análisis, el mayor apoyo a partidos de corte populista no proviene de individuos de renta baja sino de clase media. De hecho, la población situada en los segmentos socioeconómicos más bajos y que depende de ayudas sociales vota menos a partidos populistas.

“Si bien es cierto que el desempleo permanece como el único indicador válido de apoyo a partidos populistas desde la hipótesis económica, la hipótesis cultural explicaría de un modo más efectivo la predisposición a apoyar a estos partidos y la pérdida de confianza en los partidos socialdemócratas”, explica. La desconfianza hacia los gobiernos nacionales y las organizaciones de gobernanza internacional, y el apoyo a valores conservadores, anti-inmigración y autoritarios “son factores estadísticos significativamente asociados con los partidos antiestablishment. En términos demográficos, ciudadanos de edad avanzada, varones, menos educados, con vínculos religiosos fuertes y miembros de la raza mayoritaria son significativamente más propensos a votar a políticos populistas”.

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