‘La ciudad es nuestra’, cómo la élite policial se convierte en un grupo de matones
David Simon ha vuelto al lugar del crimen, Baltimore. Su ciudad adoptiva, en la que ejerció como periodista, también fue la protagonista de The Wire. La serie de culto que realizó hace quince años pintó un enorme fresco sobre el narcotráfico, el crimen y la acción policial.
Ahora nos ofrece lo que él mismo ve como una coda de aquella guerra contra las drogas. La ciudad es nuestra, en HBO Max. Una miniserie de seis episodios, esta vez completamente basada en hechos reales.
Rey de los policías, rey de los chanchullos
Desde el comienzo sabemos que el policía estrella de la unidad de élite policial encargada de retirar armas de las calles ha sido detenido. A lo largo de la historia asistimos casi a una dramatización de los delitos y la investigación sobre esta unidad de la policía, la encargada de retirar armas de la calle.
No es una sino dos las investigaciones en curso sobre este abuso policial. Por un lado, indaga asuntos internos, por otro, el Departamento de Justicia persigue las violaciones a los derechos civiles por parte de los agentes implicados.
La guerra contra las drogas es inútil según David Simon
Simon y su recurrente colaborador George Pelecanos se ciñen a los hechos sobre cualquier otra consideración. Es evidente que no buscan el entretenimiento de evasión, deslumbrar con personajes inolvidables o con una estética muy personal.
Por el contrario, Simon tiene una tesis. Clara, nítida, elaborada y arraigada en su pensamiento. La guerra contra las drogas es inútil. No se puede ganar. Por tanto, es perniciosa. Ante el movimiento surgido en Estados Unidos que tiene como eslogan Defund the police, que pide que se deje de dar fondos a la policía, Simon matiza.
No luches contra la droga, lucha contra el crimen
En el podcast Nowwhat alega que hacer cientos o miles de detenciones que no prosperan ante los juzgados por falta de sustancia colapsa la justicia y supone un enorme gasto de recursos. Resulta contraproducente. “Desfinancia eso, sí. ¡Desfináncialo de una vez!” exige.
“El problema con los eslóganes” argumenta, “es que no toda la policía es igual. Hay barrios agobiados por la presencia policial y otros abandonados por la policía. Son dos realidades distintas. El eslogan podría ser mejorado, pidiendo lo que queremos. Dejad la lucha contra la droga. Gastad el dinero en resolver crímenes”.
Se necesita la buena labor policial
Aboga por el buen trabajo policial, el que investiga y previene el delito, especialmente los homicidios. Lo que según él necesitan los barrios con altos índices de violencia. Pagar la guerra inútil deja sin medios a la verdadera labor que indaga y previene.
Él mismo acompañó durante un año a una unidad de homicidios para documentar su trabajo, lo que derivó en un libro ya clásico, Homicidio, un año en las calles de la muerte, editado en español por Principal de los Libros, y en la primera serie televisiva de Simon, Homicidio, en la que fue parte del equipo de guion.
El vicio de arrestar gente sin motivo
“Ser policía y hacer el trabajo policial correctamente, que implica un montón de destrezas, es realmente impresionante”, afirma Simon. “Debes tener una red de informantes, debes armar los casos para que resistan en un juicio. Es duro ser un buen poli”.
“En mi ciudad se decía que eras un buen poli si hacías 30 o 40 arrestos en un mes. Eso supuso ir de esquina en esquina deteniendo y acosando gente” continúa. Se remonta así a los motivos que generaron estas abusivas e intolerables prácticas por parte de varios agentes.
Hechos basados en una investigación periodística
Simon conoció los hechos por las crónicas periodísticas, entre otros, de Justin Fenton. Él mismo había recomendado al reportero agruparlas en un libro, y así lo hizo, con el que lleva el mismo título de la serie. Un año después, George Pelecanos informó a Simon de que tenían un nuevo encargo de HBO.
Entonces, un trabajo que Simon había leído como periodístico, apareció como material dramático con el que cerrar el círculo que había abierto en The wire con ayuda de Pelecanos.
“George me propuso hacer una miniserie. Yo no había leído el libro, recordaba los reportajes de Justin, pero leí el primer borrador para ver si era material para la serie y me pareció que era suficiente” desvela Simon sobre el germen de la producción.
Justin Fenton solo ha colaborado ocasionalmente en la versión televisiva de su investigación, pero para él ha sido una gran experiencia. Visitó varias veces al equipo de guion y les hizo sugerencias de diálogos concretos, o les enseñó vídeos para que pudieran ser fieles a los acontecimientos.
Denuncia de una corrupción arraigada durante décadas
La serie no está planteada como un misterio. Sus autores hablan de los hechos sin temor a destripársela a la audiencia. Según cuenta Fenton, la corrupción policial de Baltimore empezó probablemente hace décadas y se convirtió en sistémica.
En una entrevista con Michel Martin, para Amanpour&co, Fenton desvela cómo los grandes números de arrestos e incautaciones de una unidad de élite llevó a sus miembros a la impunidad total.
Incautar la droga y revenderla
Mentían en los documentos oficiales, robaban droga a los arrestados. Llegaron a revender la droga incautada a otros narcotraficantes. También robaban dinero, tanto a culpables como a inocentes. Numerosos ciudadanos afectados por sus abusos presentaban quejas que eran desoídas.
Se les permitía vestir de paisano con coches sin identificación. Una de sus tácticas era conducir a toda velocidad para luego frenar bruscamente abriendo las puertas del vehículo antes de que parase. Quien saliese corriendo ante semejante escena se consideraba sospechoso. Todo el mundo salía corriendo aterrorizado, como es natural.
Por supuesto, jóvenes negros con pocos recursos eran la presa más fácil. Aunque varios agentes afroamericanos se incluían entre los que utilizaban estos métodos ilegales. Fenton afirma que se ha demostrado estadísticamente que un aumento de arrestos por sí solo no mejora los datos de la criminalidad.
Un poli que no rinde cuentas
El líder de esta división, líder también en el número de arrestos y por tanto niño mimado de los mandos policiales de Baltimore era el sargento Waine Jenkins. En la vida real un ex marine, criado en la zona hostil de la ciudad, considerado un vaquero por sus compañeros y que trabajaba mucho su imagen como tipo duro. Difundía correos electrónicos masivos cada vez que hacía una detención.
En la ficción está encarnado por el actor Jon Bernthal, que conoció al auténtico Jenkins para preparar su personaje y patrulló con la policía de la ciudad, que colaboró con la serie. Bernthal considera esa preparación una experiencia impagable y sagrada.
Bernthal fue uno de los protagonistas de The walking dead y ya había trabajado con Simon en The Pacific. Algunos miembros del reparto cierran el círculo con los autores de la serie, al haber sido también intérpretes en The wire, como Tray Chaney, Delaney Williams o Jamie Hector.
Las revueltas por la muerte de Freddie Grey
Durante toda la serie planea el caso de Freddie Grey. El 12 de abril de 2015 la policía de Baltimore le detuvo por posesión de un cuchillo, lo cual era legal, y lo transportó en un furgón a comisaría. Siete días después moría debido a las heridas sufridas durante su arresto y transporte.
La hospitalización y muerte de Grey produjo protestas violentas en la ciudad contra la policía. Los cargos contra los agentes encargados de su custodia fueron desestimados en distintos procedimientos. Prince fue uno de los muchos músicos que dedicó un tema al brutal suceso.
El móvil ha acabado con la impunidad policial
Es un caso paradigmático del cambio de la sociedad entre los tiempos reflejados en The wire y los que muestra La ciudad es nuestra. “La revolución del móvil”, en palabras de Simon. “Ya no se impone el relato anterior”, señala, “en el que chocaban las versiones de un agente y un sospechoso y prevalecía la opinión de un policía”. Los móviles han transformado a mejor la vieja sensación de impunidad.
El caso de Freddie Grey movilizó a la ciudad por las múltiples grabaciones con teléfono que se produjeron durante su arresto. “Antes los hechos se establecían en informes policiales en los que quien redactaba tenía que quedar bien. A veces eran verdades y a veces no. Y no había manera de saberlo” concluye David Simon.
Indignación ante los abusos de autoridad
Esta pequeña y vibrante serie no tiene el propósito de deslumbrar con sus recursos audiovisuales o una narrativa muy particular. Quiere contarnos los hechos, que los conozcamos objetivamente, que prenda en nosotros el fuego de la indignación ante la injusticia, ante el abuso.
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Estos seis episodios trenzan un editorial sólido, lleno de argumentos de peso, sobre las disfunciones en la lucha contra el crimen. De manera muy específica en Baltimore. De manera más general en otras ciudades como Pensilvania o Detroit que han sufrido estas políticas policiales. Y desde luego retrata a Estados Unidos.
En algunos aspectos, se muestran los mecanismos que llevan a crear islas en las que no impera la ley y se va permitiendo que penetre la impunidad. Lo mismo valen para un rey –que cómo trae negocio, que lo haga como quiera–, que para una unidad policial de élite.
Son círculos viciosos universales que se repiten una y otra vez. La política y la transparencia rompen el sortilegio según esta historia ejemplar de Simon y Pelecanos.