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CRISIS ENERGÉTICA

El precio de la luz frena en seco el consumo eléctrico de los hogares y de la industria alimentaria y del automóvil

El consumo eléctrico de la industria del automóvil cae un 16,6%.

La industria alimentaria ha reducido su consumo de electricidad un 11,4% interanual. Las fábricas de coches, aún más, un 16,6%. Y los hogares, un 15,3%. Son datos de Red Eléctrica Española (REE), el operador del sistema eléctrico nacional, relativos a abril, a partir de su índice IRE, que recoge la evolución del consumo de energía eléctrica de las empresas que tienen un consumo medio/alto: una potencia contratada superior a 450 kW. A tenor de esos datos, los precios récord de la luz empiezan a notarse en la demanda, que se contrae cuando los costes de la energía se consolidan y dañan los márgenes de las empresas. Ya antes de la guerra en Ucrania los precios llevaban meses acelerándose y las medidas del Gobierno no han mitigado unas subidas que no parecen tener fin.

El descenso en el consumo eléctrico nacional ha sido del 6,1%, también en comparativa interanual, apenas cuatro décimas por debajo del recorte de marzo. Sólo en abril y mayo de 2020, debido al confinamiento y las restricciones a la actividad económica, el recorte de la demanda de electricidad fue mayor: un 23,3% y un 15,9%, respectivamente. Ese año, de media, el consumo de luz se contrajo un 7,7%. Hay que remontarse a 2012, en lo peor de la crisis financiera, para encontrarse con otro frenazo de la demanda, pero fue la mitad, un 3,6%.

Además, hay que tener en cuenta que el consumo se sostiene gracias a que hay otros sectores que han disparado sus facturas. El comercio ha aumentado su demanda de electricidad un 33,2% en abril y un 38,2% en marzo. Los hoteles multiplican esa alza por tres, al consumir un 102,2% más de luz que hace un año. En marzo ya lo mejoraron un 85,6%. La Semana Santa y el comienzo de la temporada alta del turismo explican el repunte.

“Esa caída normal no es”, reconoce el economista Javier Santacruz, quien a continuación apunta el adjetivo “preocupante”. A su juicio, aunque por los cambios en los patrones de consumo terminará rompiéndose la tradicional correlación entre aumento de la demanda energética y crecimiento del PIB, el descenso de ésta no deja de ser un mal dato, que traduce, si no paralizaciones de la actividad de algunas industrias, sí la existencia de “problemas importantes”.

Porque ni la alimentaria ni la automovilística son industrias electrointensivas, como la siderurgia, la química o los gases industriales, que han resultado las primeras y más afectadas por la escalada de los precios energéticos ya el pasado verano. En marzo de este año, con la guerra en Ucrania recién comenzada, ochos asociaciones empresariales del sector industrial enviaron una carta al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, donde advertían de que estaban abocadas a paralizar la producción o incluso acometer ERTE o deslocalizaciones si no se contenía la factura de la luz. Entre ellas se encontraban las siderúrgicas Acerinox y Arcelor Mittal, la metalúrgica Celsa, Cementos Portland a Asturiana del Zinc.

Fuentes de Confemetal aseguran que algunas empresas han parado segmentos de producción o han dejado inactivas parte de sus cadenas. Según sus últimas cifras de actividad, la patronal constata una “acusada caída de la producción y una más ligera de la cifra de negocio”. En marzo, el descenso de la primera alcanzó el 3,6%, una tendencia que se ha mantenido en abril. La segunda se ha reducido un 0,7%. Al mismo tiempo, los precios industriales del metal en abril se han disparado un 16,2% respecto del mismo mes de 2021. El índice de precios acumulado de la metalurgia básica ha crecido aún más, un 45,9% acumulado hasta abril. Un alza que se transmite inmediatamente al resto de la cadena, desde los productos metálicos hasta los equipos eléctricos. Las mismas fuentes confirman una caída de la demanda que tiene su correlato en una caída de la producción y, por tanto, del consumo eléctrico. Éste ha sido del 19,7% según los datos de Red Eléctrica referidos a abril.

Contratos bilaterales

Aún lejos de esta dependencia, las industrias de la alimentación y el automóvil se están viendo muy perjudicadas por un encarecimiento tan prolongado de los precios energéticos. Un recorte del consumo eléctrico de la transformación alimentaria de ese volumen 11,4%no se produjo ni en mayo de 2020, cuando no superó el 3%. Y hay que remontarse al segundo trimestre de 2013 para encontrar un descenso del 2,6%. Uno de los motivos es que el 80% del consumo industrial de electricidad está ligado a la tarifa del mercado. “Es el único país de la UE en que ocurre algo así”, destaca Javier Santacruz. Por establecer una comparación, en el caso de los hogares son el 40% los que cuentan con este tipo de tarifa, unos 10,5 millones. Según el economista, se está produciendo el trasvase de industrias a contratos con tarifa fija para escapar del ascenso inusitado de la electricidad.

El pasado 4 de mayo, la Alianza por la Competitividad de la Industria Española, integrada por ocho asociaciones empresariales, remitió otra carta al Gobierno, en este caso a la vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera. Entre las firmantes se incluyen Anfac (automóvil), AOP (operadores petrolíferos), FIAB (Alimentación y Bebidas) o Feique (Química). Todas ellas le reclamaban la celebración “urgente” de subastas de tecnologías inframarginales” para que las empresas eléctricas ofrezcan contratos bilaterales “a precios competitivos”. Es decir, acuerdos directos de venta entre un productor y un consumidor de energía. El Gobierno quiere que las eléctricas participen obligatoriamente en esas subastas, donde se pujaría por contratos de venta de electricidad de generación eólica, nuclear o hidroeléctrica, a largo plazo y con precios estables. Pero las grandes compañías suministradores se oponen y la iniciativa lleva seis meses de retraso. Se trata de una medida adicional al tope del gas cuya puesta en marcha se encuentra aún pendiente de la aprobación de Bruselas.

Un portavoz de Seat niega a infoLibre que haya frenado su producción. “Al contrario, en los dos últimos meses, hemos fabricado más coches que antes porque hemos tenido más disponibilidad de piezas”, asegura, en referencia a los severos problemas en las cadenas de suministro internacionales que han aquejado a todas las factorías automovilísticas del mundo. “Además, desde hace año optimizamos mucho el consumo de energía para reducir las emisiones de CO2”, sostiene.

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También ha sufrido una importante caída el consumo eléctrico del sector de refino de petróleo, un 11,9% de acuerdo con los datos de REE. La patronal AOP admite que las refinerías están “ahorrando” en la factura de la luz, pero precisa que no se están produciendo paradas de actividad.

Autoconsumo y seguridad regulatoria

Lo que sí está provocando el encarecimiento de la electricidad es un auge del autoconsumo. Un portavoz de Stellantis –que agrupa a las factorías de Peugeot, Citroën, Opel y Fiat, entre otras marcas– explica que el grupo tiene en activo dos plantas fotovoltaicas en sus factorías de Madrid y Zaragoza. Con la primera cubrirá el 30% de sus necesidades de electricidad, ahorrando 8.000 MWh al año. Con la segunda, el 15%. El fabricante de chocolates Trapa también ha puesto en marcha una instalación solar con 1.926 paneles fotovoltaicos en su fábrica de San Isidro de Dueñas (Palencia) que, según anuncia, le permitirá ahorrar hasta un 31% de su consumo eléctrico. Esa tendencia, que será cada día más importante, subraya Javier Santacruz, no explica por sí solo el recorte de la demanda de la industria alimentaria, añade, porque en las estadísticas de REE sólo se tiene en cuenta la electricidad que se consume en red. Pero difícilmente ayudará a recortar la factura de las empresas electrointensivas, replica Confemetal.

Para éstas, por el contrario, es fundamental un acuerdo a largo plazo, a 10 o 15 años, precisan, que proporcione “seguridad regulatoria” para invertir. Así como “sacar los costes políticos de la tarifa eléctrica”, en alusión a las moratorias nuclear o del carbón. Además, se está viendo como consecuencia de la invasión rusa la necesidad de garantizar el suministro básico adecuado: con qué tecnologías y con qué proveedores “fiables”. Una lista de deseos que incluye el rediseño de las redes de distribución de electricidad, que se están quedando pequeñas para un nuevo paisaje de pequeños centros de generación y millones de vehículos eléctricos. 

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