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El régimen iraní apuesta por una brutal represión ante la extensión de las protestas por todo el país

Un manifestante muestra este miércoles una pancarta de Mahsa Amini durante una protesta enfrente del edificio Reichstag en Berlín, Alemania.

Jean-Pierre Perrin (Mediapart)

Se les reconoce por el color totalmente negro de su atuendo. Los manifestantes les tienen mucho miedo y los han apodado, curiosamente en un persa muy literario y muy esmerado, en contraste con su terrible brutalidad: los "siah djameghan" ("vestidos de negro"). Se refieren a la Nopo, acrónimo de las Fuerzas Especiales de la Guardia Provincial, una unidad creada por el gobierno, en principio para operaciones antiterroristas y toma de rehenes.

Aunque son extremadamente violentos, los "vestidos de negro" no son unidades muy temidas que participaron en la represión de las manifestaciones que siguieron a la muerte de Mahsa Amini, una joven de 22 años, tras una paliza propinada por la policía de la moral por un hijab mal puesto –se saldaron, según la agencia oficial de noticias Fars, con la muerte de unas sesenta personas, entre ellas diez policías, y un millar de detenciones. Otra brigada se considera aún más terrible: la Nakhsa, el acrónimo de las Fuerzas Espontáneas de las Tierras Islámicas.

Esta unidad proclama que su única "lealtad" es al Líder Supremo Alí Jamenei y al mítico general Qassem Soleimani, el fallecido jefe de la fuerza Al-Quds (Jerusalén), las brigadas de intervención exterior de los Pasdaran (Guardias de la Revolución), muerto en enero de 2020 por un ataque estadounidense en Bagdad.

Según la BBC persa, esta brigada no ha sido registrada en ningún lugar y nadie sabe bajo el mando de quién está, pero su logo (un rifle con un telescopio a través de un globo terráqueo sobre un fondo amarillo), que se parece al del Hezbolá libanés, sugiere que es una rama de los Pasdaran.

Unas imágenes de vídeo de su participación en la guerra civil siria confirman su afiliación al ejército ideológico del régimen. Son tan temibles porque los manifestantes afirman que tiene francotiradores en sus filas que les pueden disparar fácilmente.

En general, las fuerzas de represión en la órbita de los Pasdaran pueden reconocerse por el color garbanzo de sus uniformes.

El grueso de las tropas está formado por la milicia de los Basij, un cuerpo creado en 1979, justo después de la revolución islámica, que cubre todo Irán y que, desde 2007, está integrado en los Guardias de la Revolución, lo que los sitúa bajo su control. Algunos de ellos van de paisano para poder mezclarse con los manifestantes, distinguir a los líderes y realizar detenciones.

Los Pasdaran, al acecho

Pero la revuelta iraní debe enfrentarse también a otras muchas fuerzas de represión, especialmente en Teherán: las distintas fuerzas policiales, las de los barrios, pero también las unidades de infantería en moto, que trabajan para dispersar a los manifestantes y seguirles la pista para aislarlos y apalearlos; una unidad de infantería de las fuerzas especiales, que utilizan escopetas de caza –se pueden ver en vídeos espaldas de los manifestantes acribilladas a plomos–. Luego están los etelaati, los servicios de inteligencia, omnipresentes en Irán, que tienen unidades de intervención.

Por no hablar de los gardan kolof, literalmente "cuellos gruesos", nombre que reciben los matones que los Basij reclutan para hacerles el trabajo sucio y que, como la mayoría de los milicianos, proceden de los barrios más desfavorecidos.

Hasta la fecha, el propio ejército de los Pasdaran aún no ha intervenido a pesar de sus amenazas de provocar un baño de sangre en un futuro próximo. Constituidos en 36 cuerpos de ejército repartidos por todo el país, gozan de una gran autonomía, tanto de mando como de recursos propios: controlan secciones enteras de la economía en la mayor parte de las 31 provincias iraníes. En 2017 y 2019, su intervención fue decisiva para aplastar las revueltas, a costa de cientos de muertos.

La presencia de estas unidades, que actúan tanto en escenarios dentro como fuera de Irán, sirve también para reforzar los rumores de que las llamadas "basij regionales", es decir, las milicias chiíes entrenadas por Irán en Líbano, como Hezbolá, o en Irak, como Asaïb Ahl Al-Haq (la "liga de los titulares del derecho"), participan en la represión o están a punto de hacerlo. No hay indicios de que estos rumores sean ciertos, de hecho es poco probable, pero pretenden atemorizar a los manifestantes, que temen aún más a estos grupos porque proceden del mundo árabe y, por tanto, se supone que odian a los persas.

Láseres y ambulancias como herramientas de represión

Aunque, con la excepción del Kurdistán, las fuerzas gubernamentales han hecho hasta ahora menos uso de sus armas de fuego que durante revueltas anteriores –unos 1.500 muertos durante el "noviembre sangriento" de 2019, según un informe de Reuters–, los manifestantes están preocupados por el uso cada vez más frecuente de los láseres, que dicen que se utilizan para apuntarles antes de disparar. También denuncian el uso abusivo de las ambulancias por parte del régimen, tanto para transportar refuerzos como a los manifestantes detenidos.

En total, se movilizan decenas de miles de policías, milicianos y soldados –su número no se conoce, ni siquiera aproximado– bajo la autoridad del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas. Pero estas fuerzas no logran acabar con un movimiento, compuesto esencialmente por manifestantes muy jóvenes, de 18 a 25 años, que actúan por todo Irán, muy móviles y muy decididos, que a menudo se reúnen en torno a las universidades –incluso las pequeñas ciudades iraníes o los pueblos tienen universidades–, como las zonas dormitorio de chicos en Teherán. Por otra parte, las fuerzas del orden muestran signos de fatiga y algunas parecen lastradas por su pesado equipamiento.

"La República Islámica es un milhojas institucional en el que se solapan ámbitos de competencia de justicia, interior, defensa, inteligencia, los Pasdaran... Esto funciona cuando el país está en paz, pero en tiempos de crisis los problemas de logística y de mando se agravan, sobre todo en un contexto de debilitamiento del régimen por las luchas internas por la sucesión del Guía Supremo", subraya Clément Therme, profesor de la Universidad de Montpellier y especialista en Irán.

Bajo los turbantes, los kepis

Esta galaxia de fuerzas encargadas de la represión es también una prueba de la interminable militarización de la República Islámica desde 1980, fecha del inicio de la guerra Irán-Iraq, cuando las fuerzas revolucionarias vinieron a suplir las insuficiencias del Ejército iraní, en mal estado desde la caída del Sha y la salida al exilio de muchos de sus oficiales.

Los Pasdaran siempre han tenido un gran peso en la vida política, económica y social del país, pero ahora su preponderancia parece irrefrenable. Lo demostraron de forma singular en enero de 2020, cuando derribaron por error a un avión ucraniano al despegar del aeropuerto de Teherán, causando la muerte de 176 personas, y ni siquiera se dignaron a avisar a Hassan Rohani, el entonces presidente iraní.

Hemos llegado a un punto de ruptura entre la población y el 'establishment'

Clément Therme — Especialista en Irán

A partir de ahora, su sucesor, Ebrahim Raissi, tiene más o menos la misma proximidad a los Pasdaran que el Guía Supremo, unido a ellos por un vínculo orgánico. Raissi, exfiscal adjunto de Irán, luego fiscal general y, finalmente, jefe del poder judicial (de 2019 a 2021), siempre mostró, desde los 17 años, su tenacidad en castigar la más mínima disidencia. En 1988, mandó ejecutar a unos 5.000 presos políticos, principalmente muyahidines del pueblo y militantes de izquierdas, lo que explica su popularidad entre los sectores más duros del régimen.

Además de ostentar el alto rango de ayatolá y el cargo de vicepresidente de la Asamblea de Expertos, órgano superior encargado de nombrar o destituir al Líder de la Revolución, el actual presidente iraní aparece, a diferencia de sus predecesores, como la expresión de las principales fuerzas de represión de la República Islámica: el sistema judicial y el cuerpo de los Pasdaran.

El Parlamento ha sido totalmente marginado en los últimos años, así como los principales centros religiosos, por lo que esas dos instituciones encarnan la victoria del ala militar del régimen sobre las facciones más moderadas. También constituyen la última de sus bases.

"Raissi y su sucesor al frente del poder judicial, Mohseni Ejei, forman un aparato que está en total simbiosis con el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria. Son los kepis que se esconden bajo los turbantes para gobernar Irán", dice alarmado el político Ahmad Salamatian, ex diputado y viceministro de Asuntos Exteriores al comienzo de la República Islámica, que acusa al "verdugo" Raissi de haber formado parte de un comando que tenía la misión de matarlo en aquella época en la ciudad de Hamadán.

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“Como tenemos, por un lado, una juventud bajo el liderazgo de mujeres dinámicas y, por otro, una gerontocracia petrificada, con dirigentes de más de 80 años que viven en un mundo paralelo, no vemos ninguna posibilidad de reconciliación", insiste Clément Therme. “Hemos llegado a un punto de ruptura entre la población y el establishment. Lo que se cuestiona es la esencia misma del régimen. La represión en 2019 dejó 1.500 muertos pero no impidió que la protesta volviera."

El mismo investigador añade: "Como no hay solución política posible, el régimen no tiene más remedio que huir hacia adelante. Se verá obligado a organizar una represión total para mantenerse en el poder. Pero al reaccionar en el plano de la seguridad, debilitará aún más su capacidad para satisfacer las necesidades socioeconómicas del país. Aunque el régimen continúe, habrá una nueva ronda de protestas, en un mes o en un año. Ya no es capaz de evitar la confrontación y nuevas manifestaciones.”

Ahora, junto al lema "mujeres, vida, libertad" que ha acompañado al movimiento desde sus inicios, acaba de escucharse un nuevo leitmotiv en las calles del país: "Lucharemos, moriremos, pero recuperaremos nuestro Irán". Ya no son reformas, incluido el fin del velo obligatorio, lo que exigen los manifestantes, sino el fin del régimen, incluso a costa de sus vidas. El ambiente en Irán se ha convertido en prerrevolucionario.

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