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La subida sin fin de las entradas de conciertos: de los precios socialistas del rock n' roll a pagar a plazos

Público en un concierto en el entonces Wanda Metropolitano

Asistir al concierto de Arctic Monkeys en noviembre de 2013 en el Palacio de los Deportes de Madrid costó 38,20 euros. Asistir al concierto de Arctic Monkeys en junio de 2023 en el Palacio de los Deportes de Madrid cuesta 93,50 euros (en realidad son 85 más 8,50 de ese diezmo llamado gastos de gestión que cobra la empresa ticketera). Establecemos la comparación con las entradas de pista, las de abajo, las más deseadas por la mayoría en los grandes conciertos y donde antaño todo el mundo entraba al mogollón y, si querías estar en las primeras filas, ya sabías que te tocaban horas de paciente espera fuera a las puertas del estadio de turno junto a otros miles de personas. Porque la pista de un concierto es, en última instancia, el pueblo

Pero los tiempos cambian y lo vemos en otro ejemplo: Bruce Springsteen. Porque ver al rockero de New Jersey en Madrid en 2016 costó en pista 88 euros (gastos incluidos también), entonces aún con los fans haciendo el ritual de la cola en los alrededores del Santiago Bernabéu horas antes. Para verle de nuevo en 2023 en Barcelona, cuesta 90, pero solo para la parte trasera de la pista, la más alejada del escenario, pues en esta ocasión esa zona del estadio está dividida en dos, de manera que la pista delantera, que llega prácticamente hasta el medio campo o hasta donde el organizador quiera, cuesta 137,50 euros (con gastos). Los que estarán delante ahora serán los que más puedan gastar y no necesariamente los más fans (algo ya por otro lado habitual).

Esto es algo que lleva ya pasando un tiempo, de hecho, no es de ahora. La decisión de partir la pista en zonas para cobrar entradas más caras se empezó a ver en los grandes conciertos en España hace unos quince años y, desde entonces, se ha ido implementado paulatina y progresivamente hasta conseguir normalizarlo. Ahora la sorpresa es cuando el artista de turno pone a la venta un único tipo de entrada general para la pista. Así las cosas, ver a Rammstein en el Civitas Metropolitano el próximo junio cuesta 92 euros más gastos en la pista trasera y 150 euros más gastos en la zona más cercana a los músicos. Si lo tuyo es Coldplay, tendrás que disponer de 107,50 euros por una entrada de pista general (en este caso, sorpresa, sin zonas, aunque si compras una entrada VIP por 255 euros puedes entrar antes que los demás).

Antes de la pandemia, Marc Geiger, alto ejecutivo del gigante internacional estadounidense WME Entertainment, habló para Billboard con una honestidad brutal: “El cambio no es fácil. La idea de que un consumidor va a sentarse en primera clase con un boleto económico es un remanente de lo que yo solía llamar ‘precios socialistas del rock and roll'. Espero que nos estemos moviendo despacito a una economía de mercado. Y si a la gente no le parece bien el precio de una entrada, pueden comprar una más barata o no ir al show”. No contaba Geiger entonces con la pandemia que estaba a la vuelta de la esquina, que sin duda paralizó sus planes, ahora recuperados con efecto rebote.

La realidad es que los grandes conciertos tenían ya desde antes de la pandemia unos precios que estaban y están expulsando a miles de personas que o no quieren o directamente no pueden pagarlos. Pero ahora, tras la falta de ingresos por el parón del confinamiento (que afecta a lo que el artista espera recuperar a la de ya con el caché) y por el actual contexto inflacionista con los precios de los proveedores en ascenso constante, se han disparado. Porque si quieres ver este año en pista a Maroon 5 en el WiZink Center de Madrid tienes que pagar 153 euros para la pista A (gastos incluidos) o 113,50 por la pista B, cuando en 2015 el grupo costó 61,5 euros en el mismo recinto. 

Para el concierto de Harry Styles en el Nuevo Espacio Mad Cool de Villaverde (Madrid), hay ya hasta tres tipos de pista, con los siguientes precios según te vas alejando: 170 euros, 115 euros y 97 euros. Para su última visita a la capital en el WiZink Center, que fue en 2022 pero porque el concierto venía aplazado desde 2019, la entrada más cara fue de 89,50 euros. Es verdad que ya no se venden apenas discos, que el streaming no se paga lo suficiente y que los conciertos son la principal fuente de ingresos de los artistas desde hace ya un largo tiempo. Eso es verdad. Pero también que el directo está tensando mucho la cuerda de la oferta y la demanda, indudablemente para comprobar hasta donde puede tirar.

Ahora directamente estar más cómodo en el concierto es una cuestión de dinero. Se produce un clasismo muy fuerte porque se crean entradas 'golden', 'silver', 'vip', 'experience' o lo que sea. Todo términos anglosajones con nombre de metal precioso

Marcos García — Director de Ayuken Management & Productions

"Hay una media de precios de entrada de conciertos que se ha ido de madre, justificadamente por necesidades de la producción, porque el artista asi lo exige u otras veces por cuestiones que directamente no alcanzo a entender", plantea a infoLibre Marcos García, director de Ayuken Management & Productions, quien añade: "Se produce un clasismo muy fuerte porque se crean entradas golden, silver, vip, experience o lo que sea. Todo términos anglosajones con nombre de metal precioso. Nosotros hemos estado abriendo para artistas internacionales en estadios y de repente aparece gente por el escenario dándose un paseo y no sabes quien es, mientras tú estás trabajando. Es porque esa persona ha pagado 1.000 o 1.500 euros por tener una experiencia VIP, tener un meet & greet con el artista y darse un paseo por el escenario. Y esto, evidentemente, es una cuestión de clases".

Y prosigue: "Aquel mítico concierto de Metallica en el Palacio de Deportes del Real Madrid o el primero de los Ramones en España eran algo mucho más democrático. Había una entrada que valía 2.500 pesetas y tenías que currártelo porque todo el mundo estaba en la misma posición. Por eso las colas eran infinitas y había tanta locura con esto. Ahora directamente estar más cómodo en el concierto es una cuestión de dinero. Y muchas veces ocurre que quieres gastarte ese dinero no porque pienses que vas a estar mejor, sino porque quieres estar mejor que los demás. Y ese deseo de estar mejor que los demás y ser exclusivo es perverso, y es otra de las consecuencias del sistema bajo el que mi punto de vista vivimos, en el cual de una manera o de otra todos nos aprovechamos, cada uno a su escala. No señalo a nadie, todos nos comportamos de esa manera, y al final hacer las cosas para contarlas en vez de para disfrutarlas genera ciertas situaciones que son absurdas".

García remarca que todos estamos viendo cuánto ha subido la cesta de la compra, algo que ocurre igual en la música en vivo. "Habrá casos más ponderados, con más gastos, en los que los grandes promotores necesiten poner las entradas más caras para hacer las cosas bien, porque todo ha subido. Pero, en otros casos, claramente se están aprovechando de la historia. Quien piense que en la industria musical no hay demonios es que está muy perdido, porque hay demonios en todos los sectores".

Barnaby Harrod, head promoter de Mercury Wheels @ Live Nation, explica que los gastos de los artistas para salir de gira "han subido mucho", incluyendo, entre otros, alquileres de vehiculos, gasolina, alojamientos o aspectos técnicos. "Además, los grupos vienen cada vez con mejores producciones, que son muy buenas", señala a infoLibre, asegurando que los precios de las entradas para los conciertos suelen ser acordes con los gastos, puntualizando, asimismo, las dificultades a las que hacen frente artistas internacionales que visitan nuestro país para tocar en salas: "Hay muchas bandas que tocan en una sala para 2.000 o 2.500 personas y casi no cubren".

Una situación adversa que se puede dar también en grandes recintos para varios miles de personas pues, tal y como apunta, el promotor "va con mucho riesgo" cuando organiza conciertos en espacios como el WiZink Center (con capacidad máxima para 17.000 personas) o el Civitas Metropolitano (aforo para 55.000 y donde, por ejemplo, trajo él mismo a Ed Sheeran en junio de 2019). "Si al final metes 30.000 personas en el Metropolitano, que es una barbaridad gente, palmas un montón de pasta porque es la mitad. No es oro todo lo que reluce, puedes meter un gran grupo ahi y por la razón que sea la cosa no arranca o no vende lo necesario. Lo mismo en el WiZink, si metes 8.000, que es mucha gente, pero el aforo es de 15.000, la hostia es muy grande", detalla.

Jamás en estos 33 años hemos tenido las entradas que hoy tenemos a la venta, que son cientos de miles. La oferta es variada y grandísima y los precios son más altos de lo normal

Iñigo Argomaniz — Fundador y director de Get In

El incremento constante del precio de los grandes conciertos, paradójicamente, se produce ahora en un momento de altísima demanda por parte del público. Da igual lo que valgan las entradas para Rammstein, porque ya están agotadas, igual que se agotaron las de Bruce Springsteen (que dará dos conciertos en el Olímpico de Barcelona a razón de 55.000 asistentes por velada) o las de Coldplay (nada menos que cuatro recitales consecutivos, también en el Olímpico barcelonés). Un momento casi diríase de locura, pues aunque es cierto que los macroconciertos de los artistas top siempre solían llenarse con facilidad, no faltaba alguno que costaba vender más de lo esperado. Pero eso no está ocurriendo ahora: ahora todo se vende y se vende ya.

"Jamás en estos 33 años hemos tenido las entradas que hoy tenemos a la venta, que son cientos de miles", reconoce a infoLibre Iñigo Argomaniz, de la promotora Get In, quien tras más de treinta años de experiencia acaba de terminar la gira de despedida de Joan Manuel Serrat y en este 2023 se embarca, entre otras muchas, en la de Joaquín Sabina. "La oferta es variada y grandísima y los precios son más altos de lo normal", admite, confesando además un temor para lo que está por venir: "Vamos a vender más entradas, pero el reto es ver si vamos a llenar los espectáculos. Algunas ticketeras nos dicen que se venden más entradas, pero se llenan menos conciertos, ya que en parte el pastel es más grande y, al haber más conciertos, se dividen más las entradas".

"Tenemos el reto importante este año 2023 de ver si el impulso bueno de las entradas era por la salida de la pandemia y si podemos consolidar esta línea", añade, mientras María Argomaniz, también de Get In, recuerda que "en todas las industrias se está asumiendo un aumento de costes". Y apostilla: "Creo que lo que ha cambiado un poco en esta industria es que el público ha aceptado que el espectáculo en directo tiene un valor mayor al que igual estábamos acostumbrados a pagar hasta ahora en España. Con espectáculos internacionales creo que se ha aceptado muy bien, y creo que poco a poco los nacionales también van a entrar en la misma dinámica".

Desde la plataforma de venta de entradas Wegow apuntan a infoLibre que "sin duda" la demanda de música en directo es actualmente más alta que nunca, también porque ha crecido significativamente la oferta tras la pandemia. "En algunos casos incluso más de lo que la demanda pudiera asimilar", apuntan fuentes de la ticketera, que perciben un proceso de "reajuste" de cara a 2023. Y es por ello precisamente, aseguran, que el público ahora, aunque en ocasiones no lo pareciera, no compra de manera tan impulsiva como hace un lustro, sino que quiere estar mucho más informado, por ejemplo esperando a los carteles completos de los festivales, y es "más selectivo" a la hora de comprar sus entradas.

En Wegow trabajamos con todo tipo de promotores -grandes, medianos y pequeños-, y la subida de precios ha afectado a todos ellos. Proporcionalmente, es cierto que se nota mucho más en los grandes

Wegow — Plataforma de venta de entradas

Una lógica actitud también condicionada por el precio: "En Wegow trabajamos con todo tipo de promotores -grandes, medianos y pequeños-, y la subida de precios ha afectado a todos ellos. Proporcionalmente, es cierto que se nota mucho más en los grandes. Sin embargo, sigue habiendo mucha hambre de conciertos, aunque el proceso de comprar es ahora más reflexivo y menos impulsivo. Además, en los últimos meses se ha producido una inflación a todos los niveles de la sociedad que no ha sido menos en la cultura y en la música. Esta subida de precio en todos los ámbitos está afectando a todas las partes y los productos que forman parte del engranaje y la cadena de producción de cara a llevar a cabo un concierto, festival o evento musical de cualquier índole y todo lo que ocurre sobre el escenario".

Ante esta situación, Barnaby Harrod afirma que el promotor de un concierto "siempre está interesado en que la entrada sea más asequible", si bien reconoce que tampoco está de acuerdo con ponerlas a diez euros o directamente gratis, como hacen muchos ayuntamientos en sus fiestas populares, lo cual califica de "error" que ha hecho mucho daño a la industria de los directos. "Estoy haciendo ahora un presupuesto para un concierto de un artista muy importante. Para que nos salgan los números tenemos que poner las entradas más caras a 70 euros, y yo creo que cuando pase la oferta al agente me va a decir que es poco y que necesita más, y tendré que subir el precio de las entradas", relata el promotor, añadiendo: "Pero yo sé que 70 euros más gastos es un buen precio, ya que hay entradas también de 40 a 60 en ese mismo concierto. Este artista es querido y conocido y yo creo que está bien, yo quiero que sean 70 y al final no sé si lo voy a tener que subir". "Yo estoy a favor de intentar mantener las entradas asequibles, pero no a favor de que sean gratuitas o muy baratas porque devalúan el trabajo de mucha gente", sentencia.

En la misma línea se manifiesta el fundador y socio gerente del festival madrileño Inverfest, Alex Graneri, quien asegura a infoLibre que para sus conciertos siempre tienen "los precios súper contenidos". "Intentamos poner los precios más accesibles posibles. Es un ejercicio que hacemos aposta, intentamos ajustar nuestros costes al máximo para poder trasladar ese buen precio al público", destaca, explicando acto seguido que, en función del recinto de alguno de los recitales del festival, las entradas cuestan para este 2023 de 8 a 45 euros como máximo. Siendo Tindersticks, por cierto, grupo inglés y uno de los pocos extranjeros de esta edición, el más caro del centenar de espectáculos de artistas nacionales de todos los tamaños: "La entrada más cara de todo el festival es de 45, pero los que cuestan eso también las tienes más baratas. Por 25 euros puedes ir a cualquier concierto nuestro".

El problema con los precios altos es que si una entrada vale 80 euros y van dos personas ya son 160. Y posiblemente esos 160 euros que te has gastado en un solo concierto antes te los gastabas en tres

Alex Graneri — Fundador y socio gerente de Inverfest

Como promotor y también melómano, señala Graneri que, para la oferta que hay, viendo la programación de conciertos y los carteles de los grandes festivales, los precios "no están nada mal", si bien admite que "al final es un desembolso importante en tus gastos mensuales que te vas a quitar para otra cosa". "El problema con los precios altos es que si una entrada vale 80 euros y van dos personas ya son 160. Y posiblemente esos 160 euros que te has gastado en un solo concierto antes te los gastabas en tres", plantea, para luego señalar a uno de los grandes puntos de controversia entre quienes asisten (o asistían) regularmente a grandes shows: "Han implementado en algunos conciertos el sistema de ventas por demanda, que sube el precio en función de la demanda, y eso ha disparado muchísimo los precios".

Se refiere Graneri a los llamados precios dinámicos puestos en funcionamiento por Ticketmaster, según su versión oficial para luchar contra la reventa y que el dinero no vaya a terceros, y que son exactamente esto, según la explicación de la compañía ticketera: "Las entradas platinum son las más solicitadas de un evento y se ponen a la venta en modalidad precio dinámico, ajustado en función de la oferta y la demanda del evento, tal y como hacen compañías aéreas y el sector hotelero. El objetivo es ofrecer a los fans un acceso justo y seguro a las localidades más demandadas que además son las más proclives a ofrecerse en el mercado secundario (reventa). Estas entradas no incluyen ningún servicio o producto adicional como sí lo hacen las entradas tipo paquete VIP".

Si hay más demanda, el precio sube (y si no la hay, se queda donde estaba de inicio, pero nunca menos). No hay prisa para vender hasta casi el momento en el que empieza el espectáculo, pues lo importante es obtener el mayor beneficio posible, no la rapidez. Libre mercado, defendido así en 2018 por Ticketmaster España en declaraciones a Europa Press: "La gente paga lo que quiere pagar. Las entradas se acaban vendiendo, lo que no se sabe el precio. La cuestión es que cuando las ponemos a la venta esas entradas ya no valen 190 euros sino 800, de manera que al revendedor le dejamos un margen pequeño e igual no le compensa. Al final tu decides, nadie te pone una pistola para comprar una entrada".

Este es un sistema que se ha usado todavía poco en España en los últimos grandes conciertos de ilustres como U2 (2018) o Bruce Springsteen (2023), pero que no está a la orden del día como en Estados Unidos. Allí, precisamente Springsteen se vio en el epicentro de la polémica al llegar a alcanzar algunas de las entradas puestas a la venta los 5.000 dólares, lo cual, lógicamente, provocó un manifiesto enfado en las redes sociales. Lo que ocurre con este tipo de grandísimas giras es que, por lo general, están en manos de promotoras multinacionales financiadas por fondos de inversión a las que les da igual el valor de la cultura y que solo buscan una única cosa: el máximo beneficio.

Es necesario ganar dinero, pero tampoco es necesario volverse loco y ganar todo el dinero del mundo en un concierto

Marisa Moya — Codirectora de Emerge Management y Comunicación

"Aunque fuera promotor de grandes conciertos, me resultan incomprensibles los precios dinámicos", remarca García, quien aclara que él no se dedica a "hacer estadios, pero sí a hacer presupuestos, intentar tener unos objetivos de venta, cubrir gastos y que haya unos beneficios". "Una panadera hace una barra de pan y tiene que pensar en lo que le cuesta hacerla, lo que le cuestan los trabajadores, la harina, la levadura, el local y la luz, por cuanto lo vende y cuanto gana. Es muy sencillo. Pues estas pautas en algunos casos han desaparecido y han pasado a ser en algunos casos de qué manera podemos generar el mayor dinero posible. Pero a mí no me cabe en la cabeza que se naturalice el hecho de que cuanta más gente haya detrás de una entrada más cara sea esa entrada. Aunque todos sabemos que vivimos en un sistema muy concreto de libre mercado, eso no tiene ningún sentido, porque la base no es cubrir unos gastos y dar unos beneficios, sino explotar una cosa hasta lo máximo posible, hasta el infinito y más allá", lamenta.

"Es necesario ganar dinero, pero tampoco es necesario volverse loco y ganar todo el dinero del mundo en un concierto", argumenta la codirectora de Emerge Management y Comunicación, Marisa Moya, quien plantea a infoLibre que actualmente para tener "cierta rentabilidad tienes que subir los precios" porque "no te queda otra" como consecuencia de la inflación internacional. "Ir a tocar a algunos sitios a salas por 12 o 15 euros es empatar para algunas y para otros directamente perder dinero, dependiendo de la estructura con la que viajes", revela, y todavía puntualiza: "También es verdad que, al mismo tiempo, nos vemos en la necesidad de ganar más rápido dinero, entre comillas, después de los dos años de pandemia. Entonces, haces unos números y lo que antes te valía con ganar un 10 o un 15, ahora necesitas ganar un 25 o 30 para poder amortizar todo lo que viene de atrás, y esas subidas que también nos repercuten".

Una realidad compartida por varias de las fuentes consultadas es que comparativamente España es un país donde asistir a los conciertos suele ser más barato que en el resto de Europa. Algo que no es ni bueno, ni malo, puesto que aquí tenemos nuestros propios condicionantes, principalmente salariales. "Efectivamente, si comparas el salario mínimo interprofesional también entiendes que una persona pueda pagar 120 euros o los que sean para ver a Nick Cave en Holanda sin tener que pedir un crédito. Vamos a llegar al punto que pasa en México, donde la gente pide créditos para ir a los conciertos. Digo México porque es lo que más conozco fuera de España, donde la gente compra entradas a crédito", subraya Moya, seguramente sin ir nada desencaminada, pues por aquí tenemos ya el ejemplo del festival Primavera Sound, que da la opción de pagar a plazos sus abonos tanto para Barcelona como para Madrid. ¿Se extenderá a los grandes conciertos? No parece descabellado pronosticarlo.

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Más que nada porque asistir al concierto de The Weekend en el Civitas Metropolitano el próximo verano cuesta 108,60 euros en la pista. O, si lo tuyo es el rock de los ochenta, tendrás que pagar 130,5 euros para la pista delantera o 73,5 por la trasera (en ambos casos con gastos) para gozarlo con Mötley Crúe y Def Leppard. Las más caras (de pista pero sentados ante el escenario) para la gira de Joaquín Sabina están en 110 euros, si bien esas precisamente son las primeras que se están agotando en todos los recitales, por lo que quedan más baratas en algunas ciudades. Bastante por debajo de un Robbie Williams cuya pista en Madrid costó 76 euros en 2015 y que este 2023 cobra, por verle en Fuengirola, 175, 155, 105 u 89 euros según te vas alejando por las cuatro zonas de la pista.

Lo utopía, el giro inesperado de los acontecimientos que le daría sentido a todo esto, sería que el público, contra todo pronóstico, volviera su mirada al principio del proceso: a los artistas pequeños y las salas de conciertos. Algo que parece improbable en un momento en el que compartir en redes sociales la experiencia de estar en un gran evento está por encima de vivir la música en vivo en sí misma. Pero es que si se mantiene la tendencia actual, "vamos a matar a la clase media y va a haber artistas grandes y muy pequeños, cuando antes había mucha gran clase media", tal y como avisa Iñigo Argomaniz, quien de paso pide a la administración un cambio de ley a nivel de ruidos -"lo que se considera ruido, porque la música no es ruido", matiza- para que los clubes y los bares puedan tener música en directo y así los más jóvenes puedan descubrir nuevos artistas en vivo, y no solo a través de las redes sociales. "Recuerdo a principios de los dosmiles, cuando había promotores que hacían muchas giras de grupos internacionales de mitad de la tabla, pero es que ahora no es rentable ni viable venir a España a hacer una gira con determinados grupos internacionales. Así que no vienen y se van a centro de Europa, que lo pagan mejor. Por eso, los que vienen son los más top o los que tienen una relación muy especial con España", tercia Marisa Moya, gran defensora de las salas donde desarrolla buena parte de su labor.

"Las salas son la clave para que la música en directo siga en pie, son un hervidero de cultura, como también lo son los recintos de mayor aforo", remarcan desde Wegow, añadiendo que las salas "han demostrado estar ahí para ofrecer un consumo de música en directo que pone el foco únicamente en el artista o banda que se sube sobre su escenario, sirviendo como espacio en los últimos años para ofrecer un producto accesible para todo el mundo". Algo con la que concide también Moya, quien termina proponiendo educar en cultura, promover la música como cultura y no solo como ocio, y "fortalecer el circuito de salas con grupos emergentes y que no sean de primera fila". "Porque el underground siempre existe y sigue vivo", concluye.

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