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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

La otra moción en el Congreso: caras largas, el beso de Díaz y Calviño y los puros de Vox

Pedro Sánchez, Nadia Calviño y Teresa Ribera aplauden a Yolanda Díaz tras su intervención.

A las 8.55 horas entraba en el hemiciclo. Una nube de fotógrafos lo rodeaba. Iba apoyado en un ujier, y en la otra mano llevaba un bastón. Ramón Tamames, economista, exdiputado y antiguo miembro del PCE. Pero volvía al Pleno décadas después llevando en la espalda, como impulsor de la moción de censura, a Santiago Abascal, líder de la ultraderecha española.

Iba con una misión teórica: intentar que haya elecciones anticipadas. Pero se le olvidó hasta de pedirlo. Para eso faltaban unas horas todavía. Cuando accedía a la Cámara, sólo estaba en la bancada del Gobierno en ese momento Yolanda Díaz, enfrascada en sus notas. Ni se cruzaron miradas matutinas.

Tamames había pedido intervenir en la moción sentado. Llegaba el momento de la verdad de la operación urdida tras una sobremesa, como han reconocido promotores como Fernando Sánchez Dragó, en una conocida marisquería madrileña. El origen del movimiento de Vox para intentar derrocar al Gobierno. Pero poca sintonía con Abascal, apenas hablaron. Incluso al candidato se le pasó aplaudir al líder de la ultraderecha durante su discurso.

Cuartillas, folios y murmullos

En los escaños de Vox, Abascal tenía doblada una bandera de España, para coger fuerzas y pasar el trago. Llevaba sus notas en cuartillas, mientras que Tamames, a su lado, sacaba el discurso impreso en folios y guardado en un maletín (aunque la mayor parte se había filtrado días antes). Al economista los diputados de Vox no lo recibieron como un gran héroe. Sí se acercaron a saludarle dos parlamentarios populares: Pilar Marcos y Gabriel Elorriaga.

En su misma fila, al fondo, estaba Cuca Gamarra, intentado pasar desapercibida, y con bolis de colores ordenados para ir haciendo sus anotaciones. Muchos llegaban sabiendo que iba a ser un día largo: el vicepresidente primero del Congreso, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, llevaba su termo de café. “Un esperpento”, confesaba justo antes de entrar el portavoz de Podemos, Pablo Echenique. Sí, sí, hubo mucho más café, el propio Abascal tenía un vaso en el escaño y a Yolanda Díaz le acercó uno disimuladamente Txema Guijarro.

En las mociones de censura los proponentes y el Gobierno no tienen límite de tiempo. Todo el mundo esperaba a un Tamames más docente, y se encontraron con un candidato que casi no quería hablar y que interrumpía para afear el “tocho de veinte folios” de Sánchez. Más arriba lo observaban todo en la tribuna su mujer, Carmen, el escritor Fernando Sánchez Dragó, el presidente del Senado, Ander Gil, y la líder de Vox en la Asamblea de Madrid, Rocío Monasterio. La prensa tomaba notas a ritmo endiablado a su lado. Nadie se quería perder la sesión mirando las coronillas. 

El rostro de Aitor Esteban y los colores con mensaje

Muchas miradas y muchos gestos. En la bancada del Gobierno las caras eran largas cuando hablaban Abascal y Tamames, entre la indignación y la sensación de tomadura de pelo. Una ministra hacía esta confesión al salir del debate: “Qué pena lo de Tamames, con la trayectoria que tenía. ¡Y lo de Abascal! Qué vergüenza, ojalá no lo oigan los ciudadanos en la televisión”. 

La cara de Aitor Esteban también evidenciaba, sin decir una palabra, la sensación de buena parte del Hemiciclo. Él estaba sentado, con el pasillo por medio, al lado de Tamames. No quería ni mirarlo, fijando sus ojos en el horizonte. Y no es que fuera muy expresivo tampoco Javier Ortega Smith justo detrás de Tamames, le costó entrar en los aplausos y hubo ausencia de fervor guerrero.

Aquí la política va hasta de carcasas si se observa desde las alturas de la tribuna: la de Pedro Sánchez es roja socialista, mientras que Irene Montero llevo el morado hasta en el celular. Porque el color es pura política: el discurso de Yolanda Díaz de este martes era uno de los más importantes de su vida y optó por un traje blanco en honor a las sufragistas que vestían así.

Muchos ojos estaban puestos en la vicepresidenta segunda, apenas unas horas después de que anunciara el acto de su lanzamiento como candidata el próximo 2 de abril en el pabellón Magariños (precisamente donde ha pasado tantas horas Pedro Sánchez jugando al baloncesto). Y sus palabras, en sintonía y pactadas con el presidente, gustaron mucho entre diferentes bancadas. “Un discursazo”, soltaba hasta una diputada independentista al finalizar. “Estoy sudando”, confesaba la líder de Sumar al salir del Hemiciclo.

La salida de Tamames y las lecturas del discurso de Díaz

Todas las lecturas pasaban por el tique electoral de Sánchez y Díaz y su defensa conjunta del Gobierno. “La verdadera foto de la coalición ha sido el beso entre Yolanda Díaz y Nadia Calviño al acabar el discurso”, señalaban al término fuentes del Gobierno. Las dos han tenido momentos de mucha tensión durante estos años y hoy la ministra de Trabajo ha puesto en valor su gestión. Una señal de que quieren aguantar otros cuatro años más. También las menciones a Ione Belarra e Irene Montero eran vigiladas con lupa por todos, en otra señal de intento de paz interna para lo que queda. Porque el presidente y la vicepresidenta querían evidenciar, además, que tienen energía para rato, como la bolsa de frutos secos que se pasaban algunos ministros conforme el debate se alargaba al mediodía.

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Y es que ya al mediodía la tensión se convertía en murmullos en la bancada de Vox. “No son educados”, les lanzaba Diaz. A la ministra de Trabajo también le aplaudieron con fuerza en el PSOE, que se siente más cómodo cuando en UP domina el discurso de unidad. La diputada Laura Berja arrancaba la ovación cuando la dirigente gallega decía que había muchas madres de la Constitución olvidadas. 

Ya por la tarde todo iba en declive, mucho más rápido de los esperado. El presidente del Gobierno no acudió a esta segunda parte, hablando los grupos de menor a mayor (a falta del PP y PSOE para el miércoles). Pero tampoco Santiago Abascal estuvo todo el rato junto con su candidato. Eso sí, lo acompañaría a la salida pasadas las 20 horas con un Tamames que no quiso hablar en toda la tarde. A su alrededor más fotógrafos que diputados de Vox. Muchos ni le esperaron y salían por la puerta principal antes, como Ortega Smith. El economista no hacía paseíllo y abandonaba la M-30 (el pasillo alrededor del Hemiciclo) por la parte de atrás para coger el ascensor.

No había una gran fiesta en la ultraderecha. Un diputado catalán observaba desde el patio las salidas y reflexionaba: “Hoy han salido ganando el PSOE, Yolanda Díaz y el PP”. Los diputados de Vox no decía nada, pero en algunas caras se notaba el día que habían llevado. Algunos del equipo de la ultraderecha se fumaron un puro en el patio durante la jornada, rociando de espeso humo el ambiente. Pero esto no era la sobremesa en una marisquería, sino el Parlamento.

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