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¿Platón tendría cuenta en Twitter o en TikTok? Los filósofos del siglo XXI nos responden

Platón y redes sociales.

¿Usaría Platón Twitter? ¿E Instagram? ¿Tendría un canal de Twitch? Si Platón aún viviera, ¿qué diría de estas plataformas? Las redes sociales se han convertido en parte de nuestro día a día, cambiando la forma en que nos comunicamos, compartimos información e interactuamos con otros. Grandes pensadores como Platón seguro que reflexionarían sobre cómo nos influyen los ‘me gusta’ de Instagram, sobre los hilos virales de Twitter o incluso de los grupos de Facebook.

Es complicado ponernos en la piel de este filósofo para conocer cuál sería su opinión sobre algo inimaginable en la Grecia antigua, sin embargo, su famoso mito de la caverna nos podría dar algunas pistas sobre su pensamiento. Esta alegoría del año 380 a. C. incluida en el séptimo libro de La República se ha utilizado durante siglos para explicar la importancia del conocimiento y de la verdad. Pero, ¿cómo se relaciona con las redes sociales?

Los protagonistas de esta metáfora son un grupo de personas encadenadas cuya única vista es una pared. Detrás de ellas hay una hoguera que proyecta en esta pared las sombras de objetos manipulados por unos seres libres que pasean a sus espaldas. Estas personas, que no han visto en su vida otra cosa que sombras, piensan que estas son la verdadera y única realidad.

Las redes sociales podrían verse como una versión moderna de la caverna, donde hay cobertura y ha llegado Internet. En Facebook, Instagram o Twitter a menudo se presenta una versión de la realidad que puede estar distorsionada o no ser completa, lo mismo que ocurre en la caverna. Los algoritmos de estas plataformas refuerzan las creencias del propio usuario, mostrándole normalmente publicaciones con las que está de acuerdo. Estos mensajes sesgados podrían ser las sombras de las que habla Platón, según asegura Miquel Solans, profesor de Filosofía Antigua en la Universidad de Navarra. Explica que al igual que los prisioneros de la caverna, los usuarios de redes sociales a menudo “compran” los argumentos que más se ajustan a sus creencias. “Aceptan las opiniones con las que no necesitan mucho esfuerzo para pensar o sacar conclusiones porque se las dan hechas; estos juicios no los haces tú, te los da alguien que puedes no saber quién es, como las personas que pasan detrás de la hoguera”.

Para Platón, el error está en dar por verdad o definitivo “las cuestiones que no hemos pensado ni desarrollado por nosotros mismos, ni con el apoyo de quién sabe”. Siempre es más fácil “seguir encadenado” que hacer el esfuerzo de pensar por ti mismo. Así, los usuarios de estas plataformas podrían considerar como verdad o sumarse a los primeros argumentos que leen, sin tomarse tiempo para reflexionar o ponerlos en duda. Sergi Rosell, profesor de Filosofía Antigua en la Universitat de València, asegura que hay “un problema de formación completamente irracional de las ideas dominantes” en las redes sociales, donde estas opiniones no triunfan “por su verdad” o sus solidez, sino que se ven reforzadas gracias a “los retuits, la influencia de sus difusores, mecanismos tramposos como bots…”. “Todo esto horrorizaría a Platón”, sentencia.

En esta nueva versión de la alegoría de la caverna de Platón, las redes sociales son una especie de “hoguera moderna”, que proyecta sombras digitales atrapando a los usuarios y moldeando su percepción de la realidad. En este los prisioneros no son conscientes de que viven una ilusión, no saben que las figuras de la pared son sombras. Esto mismo puede darse en las redes sociales, donde Miquel Solans encuentra peligro de no distinguir la realidad de los mensajes que buscan viralizarse, convencer o influir sobre un tema concreto. El profesor navarro está seguro de que Platón recomendaría no depositar nuestra confianza sobre un tema en una persona que no sea experta, tenga conocimientos o esté formada en la materia. Por esto mismo cree que el filósofo tendría cuidado con redes como Twitter, que permite generar conversación entre contrarios pero que a la vez está marcada por la polémica y es “esclava” de la actualidad.

En cambio, Solans cree que se decantaría por Youtube, que permite crear espacios de conversación más sosegados y alejados de la inmediatez y la actualidad. “Hay canales en Youtube que de alguna manera revierten esas dinámicas rápidas de las redes sociales y demuestran que los problemas son complejos y que no se resuelven de un plumazo”. De esta manera, Platón no vería los vídeos que “tratan de explicar la física cuántica en cinco minutos”, de hecho estaría en contra de los canales que “tratan de simplificar mucho las cosas, que te lo dan todo súper masticado”. Mariana Chendo, licenciada en filosofía y directora y docente en la Universidad del Salvador, Buenos Aires, encuentra más acertado “imaginar un Platón twittero o youtuber que un Platón redactor de papers bajo normativa APA o Doctor en Filosofía”, y se pregunta: “¿Podría Platón ser un influencer?, ¿cuántos seguidores tendría y cuántos haters? Más aún, ¿habría para Platón una idea de influencia?”. 

Tampoco le veríamos en Twitch, una plataforma marcada por el directo y que permite la opinión inmediata sobre temas de actualidad. Platón pensaba que la reflexión era necesaria, y que los juicios sobre un tema debían basarse en el razonamiento y la consulta de fuentes expertas. Es por esto por lo que podría ser un youtuber que trata de hacer reflexionar a sus suscriptores, haciéndoles ver que la actualidad no lo es todo, y que hace falta tiempo y perspectiva para acercarnos al conocimiento y la verdad.

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Al final, lo que Platón buscó con sus textos fue invitar a pensar con lentitud, a no quedarte con los falsos prejuicios. Pablo García Castillo, profesor durante 42 años de Filosofía Antigua en la Universidad de Salamanca, está de acuerdo en que Platón no querría que las redes sociales nos hicieran “aceptar como buenas elucubraciones inventadas por personas que defienden posiciones interesadas”. El filósofo trataría de que las redes sociales no facilitaran la creación de sombras. No estaría de acuerdo con la idea de medir el prestigio y valor de una persona en función de la cantidad de seguidores, sino que promovería que los usuarios se centrasen en la veracidad de sus ideas y en el beneficio que aportan a la humanidad. Trataría de hacer que estos “prisioneros modernos” volvieran la cabeza, que salieran de la cueva rompiendo con lo establecido y rechazando el pensamiento único. Les animaría a volverse hacia nuevos horizontes de conocimiento y a cuestionar las ideas preconcebidas que los mantienen encadenados. Sergi Rosell se pregunta, “¿Cómo podemos escapar a la realidad social construida por las redes sociales? ¿No es la realidad social algo de suyo “construido?”.

Mariana Chendo recuerda que si lo que está en debate en la cuestión redes sociales es la distinción entre realidad y ficción, “quizá convenga recordar que en las obras de su vejez, los héroes de los diálogos platónicos son artesanos que modelan, forjan, dan forma, a los cuerpos, a la pólis, al mundo (entre ellos, la figura del legislador); y habría que recordar que el verbo griego para “modelar” es plásso, de donde deriva el sustantivo plásma: ficción”. 

En filosofía se sabe de sobra que algo no es blanco o negro, sino que siempre puede haber matices. Esto se aplica a la interpretación de las redes sociales en clave platónica, puesto que aunque pueda parecer que la filosofía de este pensador sólo serviría para tirar por tierra y criticar lo oscuro de las redes sociales, Rosell afirma que este sería un análisis simplista. Platón no querría que interpretáramos de una manera tan cerrada su filosofía. Al final, Pablo García Castillo recuerda que el sentido del texto se lo da siempre el lector. La belleza de los clásicos como este radica en su intemporalidad y en su capacidad de seguir vigente con el paso de los siglos. Así, la lectura de este mito nunca estará cerrada, sino que irá variando según la persona o la generación que lo lea. Lo que hoy nos ayuda a establecer una comparación entre la alegoría de la caverna y las redes sociales, no podemos saber qué inspirará en un futuro. 

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