La situación en el PP

De ETA a la Galicia que ya no preside: la investidura destapa a un Feijóo anclado en el pasado

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en su escaño del Congreso.

El líder del PP abandonó este miércoles el Congreso con una sonrisa en los labios. A su lado, Cuca Gamarra, Borja Sémper y sus colaboradores más inmediatos, igual que cuando entró el día anterior en el hemiciclo entre los aplausos de sus diputados. En medio de una escena y otra, Alberto Núñez Feijóo perdió la primera votación de su investidura: 178 parlamentarios rechazaron su candidatura a la presidencia. Pero no le importó. La sesión no le llevó a la Moncloa, pero al menos ayudó para apuntalar su liderazgo después de semanas de confusión producto de una estrategia errática que tiene su origen en la campaña electoral.

Sin límite de tiempo para intervenir, la investidura sirvió además de carta de presentación de Feijóo. Un orador rocoso, poco acostumbrado a improvisar —la intervención del socialista Óscar Puente y el silencio de Pedro Sánchez le descolocaron tanto que acabó respondiéndole en las réplicas de otros portavoces después de haber declinado hacerlo en la que le correspondía— y muy acostumbrado a tratar a sus interlocutores desde la superioridad de la que disfrutaba con la mayoría absoluta que tuvo en Galicia durante trece años. Y que el 234J le negaron los electores.

Cualquiera que haya asistido a sus intervenciones en el Parlamento de Galicia desde 2009 habrá reconocido el tono de Feijóo a la hora de rebatir a sus adversarios, descalificándolos no tanto por sus argumentos como por sus resultados electorales, siempre peores que los suyos. Es lo que hizo con Marta Lois, portavoz de Sumar, pero también con Gabriel Rufián (Esquerra); Miriam Nogueras (Junts), Néstor Rego (BNG) e incluso Aitor Esteban (PNV), al que se suponía iba a intentar seducir para que le brindase su apoyo.

Todavía en Galicia

Los espectadores que siguieron la investidura, y también una buena parte de los diputados del Congreso, descubrieron a un líder del PP todavía instalado mentalmente en Galicia, la comunidad que presidió durante trece años y a la que sigue haciendo referencias continuas a pesar de que lleva año y medio haciendo política nacional y viviendo en Madrid. Habla de gestión, de la que sigue presumiendo a pesar de las evidencias acumuladas en su contra, cita su currículum como argumento de autoridad para opinar sobre financiación o sanidad y, sobre todo, puebla sus intervenciones de referencias personales dirigidas a diputados gallegos, desde la vicepresidenta Yolanda Díaz a su portavoz, Marta Lois, pasando por el único parlamentario del Bloque o el diputado socialista lucense Xosé Ramón Gómez Besteiro, candidato oficioso de su partido en las elecciones gallegas del año que viene.

A la vista de todos quedaron cuáles siguen siendo sus referencias y su relación con la política de 2023. A EH Bildu, a cuyos diputados propone arrinconar en un cordón sanitario que no aplica a la extrema derecha de Vox, se dirigió como si fuesen ETA reencarnada, a pesar de que muchos de ellos tienen un historial intachable en contra de la violencia terrorista y de que la banda criminal desapareció de la escena hace ya casi doce años, cuando él mismo transitaba todavía su primera legislatura gallega.

“Han tenido ustedes mucho tiempo en el punto de mira a muchos compañeros del PP”, acusó. “Todo lo que diga Bildu que no venga precedido por una disculpa real a todas las víctimas de ETA y por una colaboración con la Justicia para esclarecer los más de 350 asesinatos de ETA, no tiene ningún valor”.

Nostalgia de CiU

Hablando con Miriam Nogueras, la portavoz de Junts, el partido de Carles Puigdemont, Feijóo se confesó nostálgico de Convergència i Unió (CiU), la coalición liderada por Jordi Pujol que desapareció hace ocho años y cuyo capital político acabó, al menos en parte, en las filas de la formación que lidera el expresident huido de la justicia.

“Cuando pienso en ustedes y en Convergència i Unió no entiendo nada. ¿De verdad han cambiado tanto en tan poco tiempo?”, se preguntó desde la tribuna, aparentemente incapaz de entender lo que ha ocurrido en Cataluña desde la anulación parcial del Estatut catalán y explicando, en parte, su empeño en hablar con Junts para sondear un acuerdo de investidura incompatible con las demandas del soberanismo pero también con su alianza con Vox.

El candidato evidenció, además, su nostalgia de la Transición, cuya memoria reivindicó repetidamente vinculándola a la de los dirigentes socialistas que echa en falta, desde Felipe González a Alfonso Guerra, a los que considera “arrinconados” o “purgados”, igual que cualquier figura histórica del socialismo contraria a la amnistía. Son políticos que, según él, simplemente se sienten “orgullosos” de la Transición y defienden que hay “valores” que no deben ser destruidos.

Cuenta de resultados

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Pero si algo ha revelado el debate es la obsesión de Feijóo con las cifras de votos y escaños, que es como entiende la cuenta de resultados de los partidos. Fue la base de su réplica a prácticamente todos los grupos que le negaron el voto favorable. Al portavoz del PNV, Aitor Esteban, al que pronosticó un declive electoral por culpa de sus acuerdos con el PSOE que según sus cálculos acabará dando paso una hegemonía de EH Bildu en el País Vasco. A la vicepresidenta Yolanda Díaz la acusó de coliderar un grupo en Galicia que decía que “había que echar a Feijóo a votos o a pedradas”, le echó en cara el retroceso en las urnas de su espacio político en la comunidad gallega y anticipó que Sumar “seguirá celebrando su derrota y repartiéndose los cargos hasta la derrota final”.

También Esquerra y Junts escucharon argumentos parecidos: “Los votantes no independentistas son el triple que los independentistas” o “el PP tuvo más votos que los partidos independentistas”, recitó. Y Néstor Rego, al que atribuyó “el mérito innegable que tiene el BNG” al ser “el único nacionalismo irrelevante para el PSOE” y a cuya formación trató de ridiculizar comparando sus resultados con los del PP.

Su particular hoja de cálculo se hizo visible también en su intervención final: “Lo que no nos pueden quitar es haber ganado las elecciones limpiamente el 23 de julio”, remarcó . “Eso no nos lo quitarán jamás. Estamos aquí, señorías, para que no se borre el resultado electoral. Estamos aquí para que no se arrincone, ni se anule, ni se silencie a más de ocho millones de votantes que sumados a los grupos que nos apoyarán, más de 11.100.000 votantes, es decir, la mayoría de los españoles que no son independentistas”. 

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