2022, el 'annus horribilis' de la pobreza energética: ocho millones de personas pasaron frío en sus casas
2022 terminó convirtiéndose en el gran año de la crisis energética en Europa. Con la pandemia aún haciendo estragos, la invasión de Ucrania y la consiguiente crisis diplomática con Rusia provocaron una tendencia al alza de los precios de los alimentos y la energía. La electricidad y los carburantes alcanzaron cifras que no se veían desde 2008, a lo que se sumó una inflación galopante en todo Occidente.
Los hogares de rentas más bajas fueron los más afectados. 4,3 millones de personas tuvieron problemas para hacer frente a sus facturas energéticas y casi 8 millones de ellas no pudieron mantener una temperatura adecuada en sus hogares. A pesar de ello, los datos reportados por el Informe de Indicadores de Pobreza Energética en España para 2022 de la Cátedra de Energía y Pobreza de la Universidad Pontificia de Comillas vislumbran un horizonte levemente positivo: el escudo social aprobado por el Gobierno evitó que la situación empeorase. “2022 fue un año con precios extremos por eso tiene una especial relevancia preguntarnos qué pasó ese año”, explica Efraín Centeno Hernáez, uno de los autores, durante la presentación del informe.
Un 9,2% de los ciudadanos aún tienen problemas para pagar la factura
Prácticamente una de cada cien personas en nuestro país tiene problemas para asumir sus gastos en energía. Respecto al año anterior, ha habido una leve mejora, del 9,5% al 9,2%. “Sigue siendo un dato preocupante, especialmente cuando nada invita a pensar que la coyuntura energética vaya a garantizar precios bajos en los hogares en los próximos tiempos”, señalan los autores.
“Se dice que la pobreza es una realidad poliédrica y una cara de ella es la energía, pero ésta también tiene muchas aristas. En este estudio hemos utilizado diferentes indicadores para medirla”, explica José Carlos Romero, otro de los firmantes del estudio : “Por un lado, lo hemos hecho teniendo en cuenta los ingresos y el gasto energético, viendo qué familias gastan de más o consumen menos de lo necesario”. De acuerdo a estos cálculos, han determinado que una familia que en 2022 gastó menos de 382,5 euros en energía, se encontraba bajo el umbral de la pobreza energética. En total, un 11,8% de las familias no podían mantener una temperatura adecuada en su hogar debido al coste de la calefacción (los datos se recogen durante la época invernal).
“Es el dato de la serie histórica más alto y ya era preocupante antes”, comenta Centeno. En 2021 eran un 10,1% las familias que se encontraban en esta situación y en 2021 un 11.2%: “La tendencia que vemos es a aumentar levemente. El mensaje es de no bajar la guardia”. Además, a estos datos hay que añadir que un 16.8% de los hogares destinaba más de un 9.8% , el porcentaje que marca el umbral entre pobreza o no, sólamente a la energía. “Esto significa que cada diez euros, se destina al menos uno a pagar el agua caliente, la calefacción o el horno. Es bastante significativo”, continúa el investigador. Un porcentaje algo menor, un 13,1% de las familias, tienen que destinar parte de sus gastos mínimos vitales (comida, material, muebles, ropa…) a pagar parte de su factura energética porque no les alcanza un sueldo.
Más pobreza energética en el sur de España
Las diferencias son significativas si se analizan los datos por comunidades. Aunque el estudio utiliza diferentes indicadores, en todos ellos se observa una brecha evidente entre el norte y el sur de España. Extremadura, Andalucía o Murcia son tres de las Comunidades en las que se registran indicadores de pobreza más altos, frente a País Vasco o Cataluña con niveles más moderados.
En este sentido, se da el caso de que las regiones con una climatología más favorable en invierno, suelen presentar mayor incidencia de pobreza energética oculta, un término que hace referencia a aquellos hogares donde se consume menos energía de la necesaria para mantener una temperatura adecuada: “La baja penetración de los aparatos de climatización en las rentas más bajas, la elevada refrigeración y los bajos ingresos crean un caldo de cultivo perfecto”, apuntan los investigadores. Este aspecto se mantiene prácticamente estable a lo largo de la serie histórica: “Es necesario atender con cuidado a esta disparidad, extrayendo por un lado buenas prácticas de aquellos territorios donde la incidencia es menor y dando prioridad a las regiones más desfavorecidas”, añaden.
Las medidas de protección han actuado como dique de contención
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Los resultados de pobreza oculta estándar se han mantenido elevados, en un 30,9%, aunque no han aumentado respecto a otros años. Sucede lo mismo con los datos de pobreza severa, que hacen referencia a los núcleos familiares en los que se consume menos de un cuarto de la energía que deberían. En este caso el porcentaje baja hasta el 10,6%. “Nos encontramos con un dato positivo dentro de un panorama poco halagüeño. Contener la tendencia al alza de la pobreza energética oculta se puede considerar un éxito en el contexto de precios tan complicado que vivimos en 2022. ”, consideran los investigadores.
El dato más significativo respecto a este indicador es que, aunque sean pocos los hogares que han conseguido salir de este umbral, sí se ha conseguido alivar algo su presión económica. “Las medidas de protección implementadas por el Gobierno dieron su fruto. Han sido capaces, al menos, de parar el golpe”. El aumento del descuento del bono social eléctrico y término hasta el 65% y el 80% han ayudado a reducir la brecha energética ( diferencia entre el gasto real en energía y el que deberías realizar para tener unas condiciones de vida óptimas) en un 13% en la población más vulnerable y, por tanto, receptora de estas ayudas. “Si miramos los efectos de los descuentos en toda la estadística, apenas se aprecia, pero si nos fijamos en los más necesitamos, sí se observa una mejora. Siguen siendo pobres en cuanto a la energía, pero por un menor porcentaje”, explica uané Carlos.
Aún así, los autores recuerdan que solamente se benefician de esta ayuda alrededor de un millón y medio de personas y que “son muchos los que se quedan fuera”: “Los bonos tienen un efecto. El problema es que no llegan a todos. Además, son medidas de último recurso, a largo plazo hacen falta otro tipo de políticas”, comenta Centeno, que pone el foco en la necesidad de rehabilitar viviendas y trabajar en la eficiencia energética de las casas más antiguas. Por otro lado,Juan Carlos apunta a que “será interesante” ver cómo evoluciona este indicador en 2023, un año “más benévolo en precios”. “Estos datos dan esperanza para ver mejoras en los próximos años si la inflación amaina y las medidas permanecen”, concluye el informe.