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La biblioteca del Ateneo de Madrid, el valioso refugio de la cultura española que poco le importa a Ayuso

Sala La Pecera de la Biblioteca del Ateneo de Madrid

Entrar en el Ateneo de Madrid es internarse en el epicentro de la cultura española de los dos últimos siglos. Y adentrarse en su biblioteca es abrir una puerta de conocimiento prácticamente inabarcable de 300.000 títulos, de los cuales 235.000 son libros y el resto, en torno a 65.000, son revistas, diarios, panfletos o folletos que conforman una hemeroteca monumental en la que consultar cualquier información con precisión casi diríase que quirúrgica y en la que tampoco faltan grabaciones, fotografías o mapas.

La biblioteca del Ateneo de Madrid se convierte así en un refugio contra el paso del tiempo, con un fondo bibliográfico que conserva toda una actividad intelectual que nos dice mucho de nosotros mismos y de cómo hemos llegado hasta aquí. Además, se trata de la segunda biblioteca más grande de España, tan solo por detrás de la Biblioteca Nacional. Sin embargo, en lo relativo a obras y folletos del siglo XIX y primer tercio del XX, supera a todas las bibliotecas, incluida la Nacional, pues ciertos ejemplares sólo se localizan en la Biblioteca del Ateneo. La razón de esto es la pertenencia al Ateneo, como socios, de la mayor parte de los principales autores del llamado Segundo Siglo de Oro Español o Siglo de Plata de las letras hispanas, es decir, desde el romanticismo hasta casi mediados del siglo XX.

"Si quieres seguir la historia de la cultura española en los últimos 200 años no puedes dejar de pasar por la biblioteca del Ateneo de Madrid", afirma a infoLibre Pedro López Arriba, socio bibliotecario y uno de los grandes conocedores junto a Inmaculada de Vicente (directora) y José Lázaro (adquisiciones) de la riqueza incalculable que se reparte por estas estanterías y depósitos. "Habrá que pasar por otros sitios, seguro que también, pero este es imprescindible. Es una necesidad mantener abierta esta casa por muchas razones", remarca, lamentando la reciente polémica en la que ha sido señalada la institución al ver como la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, le retiraba la subvención nominal anual de 100.000 euros de manera unilateral.

Una decisión que no se comprende, por afectar en exclusiva al Ateneo y no a otras entidades, y que tiene menos sentido cuanto más se conoce la historia de la casa y el gran archivo que guarda con obras completas de autores "románticos, realistas, naturalistas, modernistas, vanguardistas, de la generación del 98, la del 14 y la del 27...", enumera López Arriba, quien recuerda además que casi todos ellos fueron socios de la sociedad. "Aquí están cosas que a veces no están ni en las obras completas, como conferencias, memorandos, informes de dentro de la casa...", apostilla.

No obstante, también encontramos títulos de los siglos XVI, XVII y XVIII. Entre semejante cantidad de títulos y volúmenes, el más antiguo es la edición en latín de Historiae de rebus Hispaniae de Juan de Mariana (1592), al que sigue la traducción al español que él mismo hizo en 1601, Historia general de España. "Hasta mediados del siglo XIX el de Juan de Mariana era el texto de historia de España consagrado y nadie lo discutía. Y aunque muchas cosas sean discutibles hoy en día, la estructura general de la Historia de España es de Juan de Mariana. Y tenemos justamente la primera edición, la de 1592", explica el socio bibliotecario, quien también destaca otros libros valiosos: Historia general del Perú, publicado en 1617 por de Inca Garcilaso de la Vega; o las obras del siglo XVIII Historia de la decadencia y caída del Imperio romano, de Edward Gibbon y Grandeza y decadencia de los romanos, de Montesquieu; así como dos ediciones francesas de El origen de las especies de Charles Darwin. Otra obra fundamental de la que dispone es L´Encyclopédie des Sciences, des Arts et des Métiers, publicada entre 1751 y 1777 por Diderot y D’Alembert.  

"Tenemos lo que quieras de la materia que quieras. De pensamiento, filosofía, sociología, de ciencia... con unas revistas científicas impresionantes en las que Einstein -quien pronunció una conferencia en el Ateneo en 1923- publicaba artículos antes de ser famoso", continúa López Arriba, quien cambia el orgullo por el sentido del humor para asegurar que en la biblioteca del Ateneo "el problema del espacio es angustioso". "Eso de que el saber no ocupa lugar no se cumple del todo aquí", bromea, para acto seguido comentar que en sus dependencias tienen incluso una edición entera del Boletín Oficial del Estado desde 1939 (y antes, desde 1812, de la Gaceta de Madrid): "Habrá alguna otra completa, no serán muchas, pero aquí hay una. Ni en el BOE tienen una".

En 1820, con la finalidad de "propagar las luces” y educar a la ciudadanía, nació el Ateneo Español. En 1835, y bajo la protección de la reina gobernadora María Cristina, surgió el Ateneo de Madrid, con la misma premisa de su antecesor: difundir la cultura a todos. Tras pasar por otras sedes, la institución se estableció en 1884 en la que sigue siendo su casa a día de hoy. El primer catálogo de la biblioteca data de 1840, tiene su importancia porque lo hizo el ilustre ateneísta Mesonero Romanos (el primer socio del Ateneo de Madrid, por cierto, fue Mariano José de Larra, admitido el 4 de enero de 1836).

A la par que el despunte de las cátedras, la biblioteca del Ateneo -cuyo valor hoy en día es indiscutible- empezó a adquirir importancia llegando a tener en aquellos primeros años más de cuarenta periódicos, la mitad de ellos extranjeros. Además de los donativos de los socios, en 1838 el Ateneo obtuvo una real orden del Gobierno para recibir gratis de la Imprenta Nacional un ejemplar de cada una de las obras de su surtido y otra concesión con todos los ejemplares duplicados resultantes de la unión de la Biblioteca de las Cortes, los conventos suprimidos y la Biblioteca Nacional.

Entre 1836 y 1936, los ateneístas que participaron en la vida de la Casa, muchos de ellos personalidades relevantes, inciden directamente en la formación de la colección bibliográfica: donan sus obras o determinados fondos, compran los mejores libros que se editan de cada disciplina, los que apoyan e ilustran los debates y discusiones del Ateneo, seleccionan suscripciones a las mejores revistas científicas, a los periódicos y revistas de información general... En todo este proceso es muy notable la alta proporción de material extranjero que se adquiere, mayoritariamente francés, obedeciendo una vez más al espíritu que dicta la Real Orden de fundación.

El fondo abarca todas las materias, dado el carácter enciclopédico de la biblioteca. En esta época se compraba lo mejor que se iba editando de cada disciplina, tanto español como en otras lenguas (30% en francés). Son importantes las obras de los representantes de algunas materias como la medicina, el derecho, del nacimiento de nuevas disciplinas como el psicoanálisis, la psicología, las ciencias sociales... las primeras traducciones al español de estas obras, y la representación de autores españoles en cada ciencia. También sobre acontecimientos culturales como los congresos o la exposiciones y los catálogos de algunas Exposiciones Universales. Hay autores que están mejor representados por ser ateneístas, como es el caso de Clarín, Emilia Pardo Bazán, Pérez Galdós, Unamuno, Valle Inclán, Manuel Azaña, Joaquín Costa o Ramón y Cajal. 

Los ateneos responden todos a la misma filosofía de ser un centro del saber para ilustrarse, esto es, una biblioteca lo más potente posible, con unas salas de lectura para meterse en materia y unas salas de debate

Pedro López Arriba — Socio bibliotecario del Ateneo de Madrid

Es así como se va progresivamente conformando un fondo cada vez más considerable mientras la institución ampliaba sus socios -que actualmente son 2.300- y se trasladaba finalmente en 1884 al edificio en propiedad en la calle Prado número 21, donde actualmente sigue estando a buen recaudo de un pequeño grupo de dedicados profesionales este fondo bibliográfico excepcional por su variedad y su calidad, sobre todo en lo referente al siglo XIX (aunque no solo) y publicaciones periódicas de corte internacional. "Abarca principalmente el período que va desde mediada la ilustración española desde el siglo XVIII, que tenemos casi completa también, pasando por el XIX y el siglo XX hasta los sesenta con la muerte del matemático Julio Rey Pastor", apunta el socio bibliotecario.

El magnífico espacio donde se ubica llama la atención por su belleza y singularidad, sin obviar cierto peso de la historia que puede que no se palpe, pero se siente. En origen, la biblioteca solo ocupaba la sala conocida como La Pecera -prototipo de la arquitectura del hierro-, con un inmenso lucernario cubriendo su techumbre, bajo la cual tres plantas de vitrinas y estantes colmadas de libros se unen por estrechas escaleras de caracol y pasarelas. Es un ambiente de lo más evocador y que incita al recogimiento de la lectura mientras de puertas para afuera la ciudad gira y ruge sin descanso, con una banda sonora de conversaciones e incesantes claxons.

Por sus estancias han pasado a lo largo de las décadas todos los intelectuales españoles y, de hecho, de ellas han salido todos nuestros Premios Nobel. Sus 300 pupitres, sus luminarias y el olor de las maderas y los antiguos libros trasladan a sus visitantes -principalmente socios e investigadores, si bien también se pueden solicitar pases de pago específicos- a otras épocas y a momentos de efervescencia cultural. La biblioteca se reformó en 1910 y se tomaron las salas colindantes para ampliarla, creando así la llamada Sala General y que antiguamente servía como sala de lectura y para custodiar el desaparecido Monetario del Ateneo.

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"Los ateneos responden todos a la misma filosofía de ser un centro del saber para ilustrarse, esto es, una biblioteca lo más potente posible, con unas salas de lectura para meterse en materia e ilustrarse y unas salas de debate", resume López Arriba, resaltando que se "necesita mucho dinero" para mantener una casa como esta, que cuenta para 2024 con un presupuesto de 1,6 millones de euros, que llega principalmente de las cuotas anuales de 300 euros de los socios y los alquileres de espacios para actos de todo tipo.

De especial importancia en este mantenimiento es también la parte que no se ve, una suerte de catacumbas repletas de ficheros y estanterías con raíles en las que resulta fácil perderse (o al menos despistarse) mientras uno busca algún ejemplar en particular de hace un siglo del diario El Sol. O del ABC o algo más reciente en El País, o lo que cada cual vaya rastreando. Unos pasillos y unos recovecos en los que el problema "no son tanto los ratones de biblioteca como los hongos, que no van rápido pero sí constantes", y que debido al paso del tiempo a las condiciones de temperatura pueden aparecer en algunas cubiertas de cuero que luego hay que limpiar una a una. 

"Si detectas hongos en un volumen tienes que mirar ya toda la colección y todo lo que hay alrededor para comprobar si se ha contagiado", detalla López Arriba, quien agrega que en los sótanos hay "armarios compactos con raíles que guardan prácticamente el 85% de la colección". Lamenta, para terminar, que no se le dé de manera general la importancia que tiene a un lugar tan rico y exuberante culturalmente como la biblioteca del Ateneo, tal y como ha decidido la Comunidad de Madrid de manera reciente. "Esta biblioteca tiene unas proporciones colosales", sentencia.

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