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“Busco los cadáveres de mis hijos entre las ruinas”: el drama de un periodista palestino en Gaza

Un dron israelí bombardeó la casa de Islam Idhair y mató a sus hijos el 21 de octubre de 2023 en Rafah, al sur de la Franja de Gaza.

Jean-Pierre Perrin (Mediapart)

Islam Idhair llamaba a sus hijos "mis cuatro vidas", o "mis cuatro sueños", "mis cuatro futuros". Hasta que el 21 de octubre de 2023, alrededor de las 11 de la mañana, un dron del ejército israelí bombardeó su casa en el barrio de Khirbet Al-Adas, en Rafah, al sur de la Franja de Gaza. El ataque mató a sus dos hijos, Ayman, de 13 años, y Aous, de 5, y a sus dos hijas: Iman, de 12 años, y Andalous, de 10. Un sobrino suyo, también de 5 años, murió también en el ataque. 

Islam Idhair, de 35 años, resultó herido y quedó sepultado bajo los escombros. Sobrevivió, pero permaneció destrozado y en silencio durante mucho tiempo. 

Finalmente me telefoneó el viernes 2 de febrero, todavía desde Rafah, para contarme, en francés y a pesar de las dificultades técnicas, la terrible noche en la que "lo perdió todo", a sus hijos y su hogar.

Lo hizo con una voz tranquila y resignada, en la que no había ningún atisbo de ira: "Estaba en casa y sólo una pared me separaba de mis hijos. Después de la bomba, quedé completamente atrapado bajo los escombros. Intentaba respirar, pero tragaba tierra. También había fuego, y el estruendo de las bombas no paraba. Conseguí salir, no gracias a los servicios de emergencia, sino gracias a mis vecinos, que vinieron a sacarme. Pero no hubo milagro para ninguno de mis hijos.” 

"Ya ni me acuerdo. Es decir, me acuerdo pero no tengo fuerzas para hablar de ello", continúa. “No puedo dormir. Sigo pensando que hay bombas. Estoy esperando a que caiga una bomba y nos mate. Aquí estoy, despierto. Me siento en un rincón de la habitación y vigilo, siempre con la sensación de que va a caer una bomba. Y miro las luces sobre mi cabeza.”

Si yo no soy de Hamás ni de Fatah, e incluso estoy en contra de la violencia.

Islam Idhair

“En el hospital, vi llegar uno tras otro los cadáveres de mis cuatro hijos y, para cada uno de ellos, tuve que rellenar unos papeles que significaban no volver a verlos nunca más", añade. “Pero esos niños no suponían ningún riesgo para la existencia del Estado de Israel". 

Y añade: "Estoy convencido de que el ejército israelí sabía que había niños en la casa, hay drones sobrevolando las 24 horas del día, así que lo saben todo. Mataron a nuestros hijos, pero dicen que fue en defensa propia... Imagínense toneladas de explosivos para matar a cuatro niños. Y a miles más.” 

“Si yo no soy de Hamás ni de Fatah", insiste. “Incluso estoy en contra de la violencia. Sólo soy Islam, el francófono de Gaza. Y no le deseo a nadie lo que estamos viviendo". Su mujer, también de 35 años, se salvó porque acababa de salir de casa. Según su marido, ella aún no es consciente de que no volverá a ver a sus hijos. 

La Operación “Plomo Fundido” devastó Gaza en 2009

Fue ya en circunstancias terriblemente dramáticas cuando conocí a Islam Idhair en enero de 2009, poco después de la salida del ejército israelí de la Franja de Gaza. Nunca había trabajado como traductor, pero su francés ya era muy bueno. 

Cuando el ejército israelí se retiró de Gaza el 18 de enero de 2009, tras 22 días de ofensiva militar bautizada como "Plomo Fundido", dejó tras de sí un inmenso caos. No sólo barrios en ruinas y pueblos arrasados, sino campos devastados, olivares arrancados, carreteras destrozadas e invernaderos desmantelados. No sólo fueron destruidas infraestructuras civiles, como el Parlamento y los principales ministerios, sino también hospitales, comisarías de policía, mezquitas y parques de bomberos. 

La pequeña zona económica que había surgido en las afueras de la ciudad de Gaza, que ofrecía unos cuantos miles de puestos de trabajo, fue metódicamente destruida, lo mismo que la mayor parte de las fábricas y talleres. Como dijo entonces Chris Gunness, portavoz del Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Oriente Próximo (UNWRA), "Gaza no ha sido devuelta a la Edad de Piedra, sino a la Edad del Barro". En aquella ofensiva murieron unas 1.400 personas, la mayoría civiles, entre ellos al menos 330 niños. Resultaron heridas miles más, muchas de ellas discapacitadas de por vida. 

Antes de empezar a trabajar con el Islam, me acompañaba Ihab, un joven profesor de francés de la Universidad de Gaza. Pero tras pasar un día en Beit Lahia, una comunidad agrícola al noreste de Gaza, huyó, literalmente, negándose a recibir pago alguno por su trabajo. 

Mientras íbamos caminando por la calle principal, Ihab se mostraba cada vez más ausente, silencioso y pálido, estaba desolado por las imágenes que veía. Ya no soportaba ver las fachadas destripadas, las calles destrozadas, las casas aplastadas, las escuelas quemadas, los edificios destrozados, los campos volcados, las tuberías reventadas con enormes géiseres que se elevaban hacia el cielo como si quisieran tomarle como testigo. Pero no había casquillos en el suelo. No había habido combates. La ciudad había sido castigada por alguna razón desconocida. O sin razón alguna.

Lo que ocurrió en 2009 no es nada, realmente nada, comparado con lo que está ocurriendo hoy en Gaza.

Islam Idhair

Islam le sustituyó de inmediato. Juntos, empezamos investigando un gravísimo crimen de guerra, perpetrado contra la familia Samouni, agricultores de la aldea de Zeitoun, que perdió a veintidós miembros, entre ellos doce niños. Esperaba que se encolerizara cada vez que se descubrían nuevos horrores. Pero no, él se limitaba a traducir las declaraciones lo mejor que podía, ocultando su dolor con mucha dignidad. 

"Lo que ocurrió en 2009 no es nada, realmente nada, comparado con lo que está ocurriendo hoy en Gaza. Y nada comparable a lo que he vivido hasta ahora", recuerda. 

“Rafah ha sido declarada zona segura por el ejército israelí, por lo que muchos gazatíes se han venido aquí y ahora hay alrededor de un millón y medio de personas", explica. “Pero no es cierto que la zona sea segura. Les bombardean noche y día. Y gente que conozco que se vino aquí ha sido asesinada. Hay que imaginarse en qué se ha convertido la ciudad, con tiendas de campaña por todas partes, en el barro y el frío porque es un invierno duro y no para de llover. Y sólo hay dos hospitales para toda esa población". 

Una hecatombe para los periodistas

Tras su experiencia en 2009, Islam se hizo traductor y "fixer" de varios periodistas francófonos que apreciaron el hecho de que, como muchos intérpretes, no estuviera vinculado a los partidos palestinos. Trabaja para RFI, Radio France, Radio Télévision Suisse, France 24 y Arte, y también estudió en El Cairo antes de regresar al enclave palestino. 

Los reporteros con los que ha trabajado admiten que nunca ha dudado en correr riesgos por su imperiosa necesidad de informar. Por ejemplo, acudió a socorrer a una periodista francesa en estado de shock, protegiéndola con su cuerpo, después de que fuera disparada por los israelíes durante las multitudinarias manifestaciones de la Marcha del Retorno en 2018. 

Ha cubierto temas difíciles como los movimientos de oposición a Hamás y las dificultades cotidianas a las que se enfrentan las asociaciones de derechos humanos. Poco a poco, también se ha ido consolidando como periodista.  

“No puedo estar seguro de si bombardearon mi casa por ser periodista", afirma. “Pero es muy posible, dado el altísimo número de periodistas asesinados por el ejército israelí [la Corte Penal Internacional investiga actualmente sobre 79 periodistas asesinados en el enclave palestino desde el comienzo de la guerra - ndlr]. Israel hace todo lo posible para impedir que salga información de Gaza". 

A día de hoy, Islam y su mujer siguen sobreviviendo en Rafah, bajo las bombas, no muy lejos de la casa familiar, construida piedra a piedra, y de la que maldice la pared que no le permitió morir con sus hijos. La pareja espera poder abandonar cuanto antes el enclave palestino y ser acogida en Francia. Ambos necesitan atención psicológica urgente. 

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“Incluso cuando no están, puedo oírlos", confiesa. “Oigo los drones, las bombas, el bombardeo de mi casa; esos sonidos están en mis oídos todo el tiempo. Todo a mi alrededor está destruido. Busco a mis hijos entre las ruinas. He encontrado la mochila escolar de una de mis hijas.”

 

Traducción de Miguel López

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