SERIE DOCUMENTAL

'El circo de los muchachos', la insólita historia de una utopía republicana en pleno franquismo

Detalle del cartel de 'El circo de los muchachos'.

Los que tengan una edad lo recordarán porque fue un fenómeno mundial. Los más jóvenes no pueden ni empezar a imaginar lo insólito y fascinante de una historia de otro siglo, que comenzó en Benposta, a las afueras de Ourense, y llegó hasta el Madison Square Garden de Nueva York, el Grand Palais de París y otros escenarios de Japón, Australia y Latinoamérica. Una utopía republicana de niños en pleno franquismo que empezó como revolucionario proyecto educativo y terminó convertido en el mayor espectáculo del mundo. En serio, así fue.

Todo empieza en la Ciudad de los Muchachos, fundada por el padre Jesús Silva junto a quince jóvenes, creó de la nada una ciudad y un proyecto pedagógico para chicos sin recursos en la España franquista de 1956 en Benposta, una finca en los arrabales ourensanos. 'El Cura', como se le conocía, creó una 'nación de muchachos', con moneda, pasaporte e incluso aduana propia, gobernada por niños, y con el beneplácito del gobierno y de la iglesia franquistas, donde en plena dictadura tenían procesos democráticos para elegir a sus alcaldes. Una república independiente de facto. Con el paso del tiempo, Benposta se convirtió en una ciudad impregnada de arte, educación e ilusión y Silva fundó El circo de los muchachos, un show que recorrió el planeta impresionando al público con sus dotes circenses.

"El circo de los muchachos fue en su momento, en los años setenta, lo que hoy podría ser el Circo del Sol", remarca a infoLibre Elías León Siminiani, director y coguionista junto a Pepe Coira de la serie documental El circo de los muchachos, que acaba de llegar a Prime Video y que, a lo largo de cinco episodios de una hora, nos trasporta a un universo casi de realismo mágico que empezó con el proyecto educativo y se consolidó globalmente con la fundación en 1963 en la propia Ciudad de los muchachos de la primera escuela de circo de España (y segunda de Europa, después de la del Circo Ruso de Moscú).

Siminiani habla de una "utopía construida por un grupo de muchachos, que se convirtió en una república independiente de niños en pleno franquismo" y que con el paso de los años constituyó un circo que llegó a ser "uno de los espectáculos en vivo más importantes del mundo". Una vez hecho el resumen, explica que es una "anomalía absoluta que esta república de niños, con autogobierno y pasaporte propio" es, asimismo, fuera "permitida" tanto por el régimen franquista como por la propia iglesia española a finales de los años cincuenta: "Pudo ser y luego crecer porque pasó un poco bajo radar. Fue una cosa que sucedió en un pueblo en pleno rural gallego a pocos kilómetros de Ourense, y también está el factor de que pudo ser visto como un juego de niños, algo que de alguna manera era inofensivo, y que tampoco le venía mal a un franquismo que había salido de la autarquía, para así poder tener algunos elementos que de cara al exterior pudieran dar la idea de que España no era tan dura y tan represiva como se la había pintado. Se hizo un poco la vista gorda porque al franquismo le vino bien, aunque realmente en su germen ideológico era ciertamente revolucionario". 

Había ya una contestación muy fuerte en la sociedad. Esta idea de unos niños que daban la vuelta al mundo con su circo al tardofranquismo le vino fenomenal

El propio Franco llegó a recibir al padre Silva y a una representación del Circo de los muchachos en su máximo esplendor, que coincidió con el tardofranquismo más tardío, al que "este tipo de gestos le venía muy bien y por eso los permitían". "Había ya una contestación muy fuerte en la sociedad y esta idea de unos niños que daban la vuelta al mundo con su circo son imágenes muy benignas, algo que al tardofranquismo le vino fenomenal", añade el cineasta, quien junto a todo su equipo ha llevado a cabo una "labor titánica" que arranca hace ahora cuatro años cuando en Benposta, un lugar ahora "prácticamente abandonado", aparecieron "cintas y cintas en todos los formatos audiovisuales posibles". "Cuando empezamos a hacer la historia nos dimos cuenta de que no solo estaban estas 800 horas, es que había reportajes e imágenes del circo en muchísimas partes del mundo, tanto por el interés en el proyecto pedagógico que hizo que se acercaran televisiones de muchos países a estudiar el sistema educativo de Benposta, como por el propio circo. Empezó así una captación de material en una quincena de países y al final nos juntamos con 2.000 horas de archivo, que es lo que hemos estado cribando durante dos años y rodando paralelamente", destaca.

El número más emblemático del Circo de los muchachos, que llegó a acoger a unos 50.000 niños de diferentes nacionalidades duranta su funcionamiento, era La pirámide de arlequines, figura de equilibrio en la que los miembros del circo hacían la forma de una pirámide subidos unos sobre los hombros de los otros, a partir de una premisa que buscaba transmitir el mensaje de transformación social: 'El fuerte abajo, el débil arriba y el niño en la cumbre'. Y es que el padre Silva "tenía muy claro el poder de la imagen", hasta el punto de que hoy "habría sido un gran influencer", según Siminiani, quien remarca que, efectivamente, allí donde iban "lo primero que hacían era su pirámide de arlequines delante de alguna maravilla del mundo". "Imagina un portfolio con eso, porque luego iban consiguiendo más actuaciones gracias a eso. Es muy desbordante ver esas pirámides delante del Machu Pichu, de la Estatua de la Libertad o el Palacio Imperial de Tokio. Es muy loco", subraya.

Un proyecto ciertamente innovador comandado por el padre Silva, un personaje con todo el peso de esa palabra que "responde al perfil de lo que en el tardofranquismo se llamaron curas rojos". "Es un cura de clara inspiración progresista, sino directamente izquierdista", resalta el realizador: "Un jesuita con una educación muy avanzada para su época, una persona muy culta, muy visionaria y revolucionaria, que luego justificaría lo que se llamo teología de la liberación en los años setenta, que estaba muy apegada a las revoluciones de izquierdas de Latinoamérica", explica, recordando a su vez que justo por eso tuvieron problemas cuando en 1978 pasaron con su gira por todas las dictaduras de Latinoamérica de Salazar, Videla o Pinochet: "Él consideraba que el circo era un estandarte para aportar un mensaje revolucionario, para la construcción de un mundo mejor y más igualitario, y esto lo iban anunciando con el 'mensaje de paz', que básicamente era una cosa que él inventa y le llevó a tener problemas".

No es que Fraga tuviera la culpa, es que se produjo un enfrentamiento bestial de dos personajes desmesurados, que se creían imprescindibles para el devenir de la humanidad

La Ciudad de los Muchachos atrajo la atención de sociólogos, pedagogos y expertos en arte de todo el mundo. Sin embargo, con el tiempo, fue salpicada por conflictos políticos externos e internos, teniéndose que enfrentar a polémicas y rebeliones que llevaron la gestión megalómana del padre Silva a un declive progresivo durante los años noventa y acelerado al entrar en el siglo XXI. Especialmente relevante es el encontronazo con la Xunta de Galicia presidida por Manuel Fraga por los terrenos de Benposta, que eran la expansión urbanística natural de la ciudad de Ourense en plena época de especulación y trasvase inmobiliario. "No es que Fraga tuviera la culpa, es que se produjo un enfrentamiento bestial de dos personajes desmesurados, que se creían imprescindibles para el devenir de la humanidad", resalta el director.

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Y todavía continúa: "De hecho, Fraga al principio ofrece al cura unos terrenos para que se pueda llevar Benposta a otro sitio, la renovación del convenio educativo y 400 millones de pesetas. Si el cura hubiera aceptado esa oferta probablemente Benposta hoy seguiría existiendo en otro sitio, pero se negó porque considera que ese es una especie de lugar sagrado, donde está enterrada su madre y se quiere quedar ahí. A partir de ese momento, los dos se aplican con sus armas a luchar por ese lugar, que es extraño porque los dos han muerto y a día de hoy sigue como si no fuera de nadie. Al final salió a subasta pública, pero ese terreno mantiene las instalaciones prácticamente destruidas de la antigua Benposta. Es de varias personas que la compraron en subasta y el estadio de fútbol que se querían llevar ahí para poder extender la ciudad sigue estando donde estaba. Es una guerra que tiene un fondo de especulación con el terreno y que arrasó todo. Murieron los contendientes y ahí quedan las ruinas".

Hoy es un lugar muy decadente, cerrado a un 70% y que debería ser intervenido para poder rehabilitarlo y convertirlo en algo tipo museo

Para terminar de complicar la situación y acelerar la decadencia, no faltaron tampoco denuncias por traer a menores afectados por el huracán Mitch sin los permisos correspondientes y viviendo prácticamente en situación de abandono. Incluso acusaciones de pederastia, aunque "no se probó nada" y se referían a la institución, pero no personalmente al cura. "Tú escuchas hoy en día cura y niños y te viene automáticamente esa posibilidad, pero esto no tiene que ver con eso. Es una cuestión de una decadencia interna de la propia institución que hace que los niños que están al final estén en una situación de abandono e incluso de maltrato. Hay ahí un problema más de degradación de la propia institución, al punto de que los muchachos mayores maltratan físicamente y pegan a los pequeños. Es eso más que por un caso de pedofilia o abuso sexual por parte de sacerdotes, cosa que aquí no tiene que ver", explica Siminiani, lamentando que se enturbiara todo tanto con el paso de los años: "Pero es importante decir que hay otros lugares donde la familia de Benposta sí creció bien, como en Colombia, que es hoy una institución que sí ha sabido cambiar con el paso del tiempo y es esencial para ofrecer una educación y una vida a niños del narcotráfico. Y en Madrid hay otra institución hermana de Benposta, la CEMU, que está en Leganés, que ahora mismo está acogiendo a niños migrantes y está haciendo un trabajo modélico".

Después de la última función del circo, en Madrid en 2003, el remate final para esta historia fue el fallecimiento en 2011 del padre Silva. Eso sí, en Benposta Ourense hay actualmente viviendo una pequeña comunidad de unas treinta personas que son antiguos muchachos y sus familias. "Hacen vida en comunidad y subsisten en su día a día, pero no queda nada del viejo proyecto. Es un lugar muy decadente, cerrado a un 70% y que debería ser intervenido para poder rehabilitarlo y convertirlo en algo tipo museo, porque realmente tiene una memoria y una historia muy interesante, particularmente desde el punto de vista educativo, porque el proyecto pedagógico que se desarrolló allí fue muy pionero en España y hoy es un poco lo que se aplica en gran parte, con toda esa idea de la autonomía del niño", relata el cineasta, aprovechando de paso para aclarar que la Ciudad de los muchachos no era ni un orfanato ni un reformatorio: "Realmente era una utopía educativa, un espacio de acogida y educación para niños, que en principio no tenían las mejores condiciones. Pero no eran necesariamente para nada niños de la calle. Cuando aquello empezó a hacerse famoso acogió a niños de todo tipo, incluso procedentes de otros lugares del mundo porque habían oído hablar del circo. Es un proyecto muy singular, como cualquier otra utopía, en este caso educativa, pero no responde al concepto de orfanato o centro de acogida, es una cosa mucho más luminosa en origen que todo eso".

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