Dialéctica-ficción
Once tesis (y antítesis) sobre la escritura de ficción - Guillermo Martínez
Destino (2024)
En la enseñanza de la escritura creativa, surge siempre una cuestión clave: cómo aplicar las técnicas que se han aprendido de tantos textos ejemplares, cuáles elegir y de qué manera utilizarlas. Quien enseña a escribir, y en particular a narrar, utiliza herramientas, técnicas y ejemplos que han sido estudiados por filólogos, narratólogos y escritores, de forma similar a como se instruye en las técnicas en un deporte. Razón esta que los defensores del arte puro e inspirativo verán como una herejía.
Guillermo Martínez, el autor bonaerense cuyo libro Crímenes imperceptibles sirvió a Álex de la Iglesia para rodar la película Los crímenes de Oxford y ganador del Premio Nadal en 2019 con Los crímenes de Alicia, ha publicado recientemente Once tesis (y antítesis) sobre la escritura de ficción. No se trata de un libro para principiantes, sino para aquellos y aquellas que forman parte de una comunidad más restringida, la del profesorado de escritura, que reconocerá en las reflexiones de Martínez muchas de las herramientas y obstáculos con los que se topa en el día a día.
Tal y como los más destacados deportistas tienen sus maestros (y sus entrenadores, expertos que asesoran al mayor experto), quien escribe también se forma. Así sucede, sin pretextos, en otras artes: la arquitectura se aprende en las Universidades; quien pinta lo hace en estas y en las escuelas; intérpretes musicales, danzantes, lo hacen en los Conservatorios. La escritura también precisa de su enseñanza. Esta puede hacerse en escuelas, en el seguimiento de maestros y maestras específicas, presencial o a distancia, o tomando nota del estilo de los que nos precedieron, vivos o muertos, cuyas obras persisten. Suponer que la formación del escritor es, simplemente, el estudio de la literatura es confundir a quien diseña y analiza equipos con quien pilota y maneja los mismos. A escribir se aprende leyendo, sí, pero inevitablemente, escribiendo y corrigiéndose.
La elaboración, copiada paso a paso, conduce irremediablemente a la artesanía y su norma. Así, no se escribe un texto, claro está, pues la literatura es un arte. No hay norma, pero sí hay técnicas. A estas técnicas recurre Guillermo Martínez, con el equipaje de su experiencia como profesor de escritura (y no en vano, su formación en Matemáticas), pero con un original planteamiento de tesis-antítesis, que ubica en el inestable panorama de la enseñanza de la escritura.
La metatesis de Martínez establece que, para cada manejo de una técnica, para cada ejemplo que se plantee, para cada recomendación, se encontrará un ejemplo en contra que ha sido experimentado con éxito en algún texto. El autor lo plantea así: "Toda afirmación en general sobre la escritura de ficción encontrará algún contraejemplo perfectamente legítimo en particular. Esto no excluye la posibilidad de pensar en criterios lo bastante firmes y lo bastante flexibles que puedan guiar la escritura".
Este es el tono de Martínez, a veces filosófico, otras profesoral, más didáctico que divulgativo. Consciente de que solo el ejemplo salva —y el contraejemplo corrobora—, Guillermo Martínez desgrana, encomendado a la palabra de Borges, tesis con antítesis, ilustradas con fragmentos, pues la literatura se demuestra leyendo. Con este material ahonda en los embarrados terrenos de la originalidad, el estilo, el principio y el final de las historias, los personajes, y dedica dos tesis a dos géneros que le son queridos: el policial y el fantástico.
Poliédrica mar
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Como traba para el lector español, pesará el desconocimiento de la literatura argentina contemporánea, que aún no ha calado, pero nos salva el apoyo que hace el autor en clásicos como Piglia, Borges, Cortázar (y Highsmith, Kundera, Gombrowicz…). Quizá se puede echar de menos la ausencia de una mayor atención a la voz narrativa (una tesis para el tema), básica en la composición de la ficción. Se agradece la acotación del asunto en general, sin autoficciones, ni poéticas, dedicado a la ficción por la ficción.
Así pues, se extrae la tesis definitiva de que la escritura de ficción, la literatura, es un arte que no admite la receta infalible (tampoco las recetas culinarias lo son, depende de quien cocina), de ahí que cada recomendación de una técnica alumbre la posibilidad del contrario, de la no observancia de la propia recomendación, y por tanto las leyes entran en el campo de la relatividad. Es así una premisa que no cabe discusión: el uso de las técnicas solo se aprehende trabajando, esto es escribiendo, experimentando, fracasando. Del trabajo llegará el acierto.
* Alfonso Salazar es escritor.