La abstención es ya el principal partido: un 35% de electores no votarían frente al 23% de hace cinco años
Los cumulonimbos son esas imponentes nubes de base oscura y tan mal aspecto que aparecen en fenómenos de inestabilidad atmosférica y producen tormentas y mal tiempo. Son uno de los causantes, entre otros, de las turbulencias que sufren los aviones al atravesarlos. Valga el símil para explicar el clima político tumultuoso que vivimos, y que queda descrito en las tablas del último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas.
Los datos del CIS, recalculados por Logoslab, nos dejan un paisaje electoral que viene determinado por el hartazgo social y una desmovilización creciente de la que participan los dos grandes partidos, instalados en una espiral de hipérboles en el afán común de desgastar los apoyos al contrario, más que de afianzar los propios.
El resultado es una alta abstención, que sería hoy el principal partido en España. En la actualidad hay un 35% de electores que no votarían, frente al 23% que hubo en abril de 2019. No es de extrañar por tanto que los índices de respaldo a PSOE (29,2%) y PP (31,7%) estén en retroceso, por debajo del resultado que cosecharon en julio de 2023 y con dificultades para fidelizar a sus respectivas audiencias. Tanto PP como PSOE tienen una lealtad electoral hoy que apenas supera el 80% en el mejor de los casos, lo que significa que dos de cada diez de sus votantes cambiaría de papeleta o se quedaría en casa. Y que cae hasta el 70% si se añade a los indecisos. Respecto al CIS de noviembre, que se hizo en pleno shock por la dana, el PP desciende una décima y el PSOE tres, por lo que los efectos del frente judicial (este es el primer barómetro que recoge la declaración en sede judicial de Aldama) es prácticamente inexistente.
A la izquierda del PSOE, Sumar (6,6%) vuelve a bajar y Podemos (4,4%) a subir. Los de Ione Belarra siguen escalando peldaños en su remontada y es la gran novedad del barómetro de diciembre, al lograr 5 escaños, pero poco cambia por ahora en términos de bloques. Ambos suman por separado 13 o 14 escaños, dos más que hace un mes, pero ni la mitad que lograron yendo juntos en las últimas elecciones generales. Conforme pasan los meses, cada vez hay más voces que apuntan a la necesaria recomposición de un espacio sin el cual las opciones de evitar un gobierno de derechas se desvanecen. Habrá que ver si las dinámicas de uno y otro favorecen un posible acuerdo o lo alejan.
Vox (12,7%) pierde parte del voto de cabreo que le llegó de aluvión los días posteriores a la tragedia valenciana, pero aun así sigue siendo el principal beneficiado del clima de fractura que vivimos. Desde los márgenes del sistema, dispara contra todo el que se mueve en la institucionalidad y tiene aún camino por recorrer en su lógica freudiana de matar al padre. El contexto internacional le es propicio y no descartemos que el presidente electo Donald Trump invite a Santiago Abascal a su ceremonia de investidura o a visitar la Casa Blanca, otorgándole el rol de socio preferente, con el Partido Popular en fuera de juego. Si la formación verde cae de noviembre a diciembre es, en parte, por el repunte de Alvise, que obtendría representación en el Congreso de los Diputados por Madrid. Dicho de otro modo, ese voto de cabreo, antisistema, oscila entre Vox, Se Acabó La Fiesta y la abstención.
Esto con las luces cortas. Si ponemos las largas, ahora que estamos en los albores de 2025, es momento de hacer balance de lo que ha dado de sí el último año en clave política y electoral. Un curso de continuos vaivenes, marcado en clave nacional por los ecos de la conformación del gobierno y su permanente inestabilidad parlamentaria, la aprobación de la amnistía, las elecciones catalanas, los procesos judiciales abiertos, el caso Errejón, la crisis migratoria y la dana, entre otros. En el cuadro siguiente podemos ver cómo se ha movido la estimación entre las últimas elecciones, diciembre de 2023 y diciembre de 2024.
La primera pregunta que cabe hacerse es si está más cerca hoy un gobierno de derechas que hace un año, y la respuesta es que las cosas están parecidas en cuanto al peso de los bloques y su traducción final en escaños. La derecha (marcas nacionales) sigue concitando el apoyo del 47-48% de los españoles y una suma de escaños que se mueve en la horquilla de 177-182, penalizada por la aparición de Alvise. En la izquierda es la división entre Sumar y Podemos la que condiciona el reparto final de diputados, pero aun así, en su conjunto –sin contar a los nacionalistas– mantiene un porcentaje de voto similar al de hace doce meses, en torno al 40-42%. Por tanto, lo importante ahora son más las tendencias de fondo que la foto actual, a la que le falta aún muchos matices.
La segunda pregunta es cómo se explica que el Partido Popular, en un contexto tan complicado para el gobierno, se haya dejado en estos últimos meses una quincena de escaños, pasando de 153 a 138, perdiendo todo lo logrado en el primer semestre de legislatura. Esta circunstancia viene a corroborar la hipótesis que hemos apuntado en otros artículos: el PP está jugando en el tablero de Vox, favoreciendo la transferencia hacia sus filas. Lo hace cuando se identifica con sus discursos y, principalmente, cuando se queda en tierra de nadie. Lo hemos visto en su posición en el debate sobre menores no acompañados, donde pretender sorber y soplar al mismo tiempo, escenificar distancia con Vox y al mismo tiempo evitar la foto con el gobierno, no vaya a ser que la fuga hacia los de Abascal aumente.
Y esta semana hemos tenido otros dos ejemplos palmarios. El primero de ellos, cuando afirmó “quiero que España se parezca a Madrid”, situándose en el territorio Ayuso. El segundo con su acercamiento a Junts. Si en enero de este mismo año el PP proponía en una enmienda a la amnistía “la disolución de partidos que promuevan declaraciones de independencia o un referéndum ilegal”, en diciembre se ha pasado a definir a los de Puigdemont como un “partido coherente con el que hay cierta afinidad”. Génova se defiende pidiendo “autonomía” pero más que autonomía, la sensación hoy en una parte significativa del electorado popular es la de un líder sin un plan claro, que se mueve desde la ansiedad por llegar a La Moncloa.
Los continuos volantazos del PP han situado a los populares en una posición, si no irreconocible, sí indistinguible para una parte importante del electorado que entiende su tacticismo permanente como una muestra de desorientación. Esa desnaturalización ha afectado especialmente a Feijóo, que para el común de los votantes del PP era en 2022 un político definido por la seriedad, un perfil más gestor, que hacía gala de su previsibilidad y moderación, incluida una concepción territorial menos rígida, y que ahora se percibe como voluble, blando y menos fiable. El deterioro de las expectativas electorales del PP coincide con el hundimiento de su índice de presidenciabilidad (menciones en espontáneo a la pregunta de quién le gustaría que fuera presidente de gobierno), del 17% hace un año al 10% actual.
Vox, que hace un año estaba en 24 escaños, tiene hoy 40. La salida de los gobiernos ha aliviado de una pesada carga a los de Abascal: la progresiva mimetización con la clase política y en particular con el PP, que iba minando su caudal electoral. Vox vive cómodo en el victimismo y en los cordones sanitarios. Pero es que además en clave internacional asistimos a una irrupción de su espacio, que se va normalizando: Trump y Milei llenan portadas, Elon Musk es el hombre de moda, Meloni un referente más. Igual que Jean Marie Le Pen.
El PSOE sobrevive con dificultades: la izquierda en recomposición, con Podemos al alza
Al hilo de lo anterior, el PSOE sigue tirando de banderas conocidas para mantener alerta a los suyos. Al grito de frenar “la barbarie de la ultraderecha” sigue articulando su palanca de voto principal. Los actos preparados para el aniversario de la muerte de Franco van en esta dirección.
Pedro Sánchez tiene hoy entre sus votantes la misma nota que tenía hace un año (7,0), lo que ocurre es que a su alrededor se han desplomado Feijóo y Díaz. En la misma línea, el PSOE está hoy, en porcentaje de voto, exactamente donde estaba en diciembre de 2023, lo que puede tener lecturas positivas o negativas. Lo que es indiscutible es que ha salvado un año muy duro, aunque haya sido por el hundimiento de Sumar, que le ha reportado un número de votos inesperado con el que compensar la desmovilización de su propio electorado.
En concreto, el PSOE envía en la actualidad a la abstención, los partidos minoritarios y el voto en blanco a 1.300.000 votantes, una fuga muy elevada. A esto hay que añadir los 200.000 que optarían hoy por el Partido Popular y los 360.000 que lo harían por Sumar y Podemos. Detrás de estos números está la falta de respuesta a problemas que no son tanto batalla cultural como las cosas del comer, con la vivienda y la precariedad a la cabeza.
La desafección cabalga sin cambios significativos respecto a noviembre, mes en el que se alcanzaron topes en la percepción negativa de la política y los políticos. Según el reciente estudio del CEA (Andalucía, 3.600 entrevistas, estudio de campo en la tercera semana de noviembre) casi tres de cada cuatro andaluces (73,9%) están de acuerdo con la afirmación de que “a los partidos tradicionales no les importa la gente como yo”. Blanco y en botella.
Quince años de desafección ciudadana hacia la política: cómo empezó todo y quién es el gran beneficiado
Ver más
El CIS pregunta este mes por la asunción de responsabilidades en acontecimientos como el de la dana (¿A quién cree Ud. que le correspondería tomar medidas para hacer frente a las consecuencias del cambio climático y a fenómenos como los que han tenido lugar últimamente en la Comunidad Valenciana y en otros lugares?) y las respuestas se reparten entre quienes dicen a todas las administraciones (39%), al gobierno central (29%) y a los gobiernos autonómicos (11%). Más allá de lo que dictamine la Justicia con Mazón, hay un poso de malestar latente con el PP y con el PSOE, lo que está moviendo voto hacia otras formaciones. Hace dos meses, la transferencia del PSOE hacia Podemos era de 60.000 votantes aproximadamente, hoy se acerca a los 150.000. Además, los de Belarra rescatan de Sumar 820.000 electores, cuando en octubre eran 740.000. Habrá que estar atentos de hasta dónde llega Podemos y si su recuperación puede condicionar un posible acuerdo en ese espacio.
A su lado Sumar registra su peor resultado de toda la serie histórica, envía 520.000 votos al PSOE y más de 300.000 a la abstención y partidos minoritarios, en una dinámica cada vez más complicada.
Rafael Ruiz es consultor y analista de datos en asuntos públicos en Logoslab.