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Los Charlines, Marcial Dorado o Sito Miñanco: cuatro décadas de alijos en las costas de Galicia

Dorado, Oubiña, Miñanco y Charlín, y una gran narcolancha de Sito.

Han pasado cuatro décadas desde que Los Charlines introdujeron los primeros paquetes de cocaína a través de las costas gallegas. Casi al mismo tiempo, Sito Miñanco dejaba atrás el contrabando de tabaco al frente de la organización que se hacía llamar ROS (siglas de Ramiro, Olegario y Sito) para entrar con fuerza en un negocio que, según la Policía, sigue dominando en la actualidad. Su caso es único entre los narcos históricos de las Rías Baixas, en el corazón de Galicia.

Manuel Charlín Gama, fallecido, encontró sucesores entre sus familiares directos y políticos y, posteriormente, entre otras personas de su entorno. Laureano Oubiña ha cumplido sus deudas con la Justicia y se dedica a diversos negocios. Su hijastro David Pérez Lago halló abrigo en la organización de Sito (o eso piensan, al menos, la Fiscalía y la Policía). Marcial Dorado ve cómo el Estado subasta poco a poco los bienes que amasó en su día, pero lo hace, de forma inexplicable, desde su mansión de A Illa de Arousa, inmueble que, al menos en la teoría, también pertenece al Estado desde hace muchos años. Otros nombres más o menos conocidos cumplieron sus penas de prisión.

Unos continúan en el negocio desde un segundo plano, en la sombra, moviendo los hilos con la pericia suficiente como para pasar inadvertidos. Algunos emprendieron negocios legales con mayor o menor fortuna. De ellos, una minoría sigue en el radar de las fuerzas de seguridad, mientras que un buen número ha conseguido infiltrarse en los canales lícitos con el dinero de la droga.

En 2025, el negocio de la cocaína ha evolucionado mucho. Distintos actores de las más variadas nacionalidades han entrado en escena con mucha fuerza, y lo que un día era fruto de un acuerdo entre gallegos y colombianos con presencia de italianos y británicos a la hora de la distribución final de la cocaína en Europa, ahora está en manos de personas procedentes de todos los países de más allá de Los Balcanes, con serbios y albaneses como puntas de lanza, marroquíes con pasaporte holandés o belga, suecos, franceses, rusos y, en América Latina, brasileños y mejicanos, unos y otros generando sus primeras cabezas de puente en España para afianzar sus posiciones en la esfera del narcocrimen. Y por encima de todos ellos, incluso de quienes dominan las rías desde las sombras, se hallan los grandes capos afincados en países del Golfo, especialmente en el emirato árabe de Dubái.

La figura de Sito Miñanco, además de icónica por la fama acumulada a lo largo del tiempo, es especialmente destacable por su evolución al compás de los nuevos tiempos. El cambadés formó parte de los pioneros que amasaban billetes de las antiguas pesetas por las calles de O Salnés y (en su caso) se convertían en una especie de ‘benefactores’ para ganarse la simpatía entre sus convecinos. Sin embargo, su suerte fue cambiando, lo mismo que la del resto de los históricos narcos gallegos, a raíz del golpe de mano de la operación Nécora. Una huida a Panamá precedió a su primera detención por tráfico internacional de cocaína, aún en la década de 1990. Desde entonces, nunca alcanzó la libertad plena: estando en tercer grado penitenciario fue detenido en las dos siguientes ocasiones.

Primero, en relación con el gran alijo del buque Agios Konstantinos (una operación encubierta de la DEA y del Cuerpo Nacional de Policía que le puso ante la Justicia) y después, ya en 2018, en la operación Mito, la causa que se juzga desde el pasado 18 de noviembre en la Audiencia Nacional y que sienta en el banquillo a la flor y nata del narcotráfico. “Su organización era la más poderosa de Europa”, señalan los investigadores. Miñanco supo adaptarse: se gastó 750.000 euros en un sistema de telefonía encriptada para comunicarse, ‘fichó’ a los mejores para cada una de las labores del narcotransporte y se mantuvo al frente, hasta que cayó. La Udyco Central consiguió instalar micrófonos en los vehículos que utilizaba y le escuchó durante meses. Y volvió a caer. Pese a eso, seis años después de aquello, el cambadés vuelve a estar en semilibertad, tras cumplir una condena por blanqueo dictada en Pontevedra. En su horizonte, otra larguísima estancia en prisión.

Los Charlines, por su parte, parecen haberse esfumado desde el fallecimiento del patriarca. El juicio por la operación Repesca, donde se acusaba de blanqueo a varios miembros del clan de Vilanova, fue un fiasco para la Fiscalía. Todos salieron absueltos, si bien la sentencia está en manos del Supremo para ser revisada. Se les vinculó con varias operaciones recientes, entre ellas la del Titán III, de las que salieron bien parados. Es vox populi que personas del entorno del clan siguen en el negocio, incluso algunos han sido detenidos en fechas recientes por delitos económicos, pero mantienen un perfil bajo, lo mismo que el resto de narcos en la actualidad.

Marcial Dorado también está libre. Tras cumplir condena por el alijo del South Sea, uno de los más importantes cargamentos de cocaína que se hayan intervenido jamás (la Audiencia Nacional le relacionó con la infraestructura naval de la organización), obtuvo una fama mucho mayor por la famosa foto junto a Alberto Núñez Feijóo cuando era un conocido contrabandista de tabaco. Precisamente esa fue su actividad más conocida en las dos últimas décadas del siglo pasado, hasta que las autoridades pudieron vincularle con el mucho más lucrativo negocio de la cocaína.

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Sobre su patrimonio, la polémica está servida. El Plan Nacional Sobre Drogas ha sacado a subasta muchos de sus bienes, vendidos en su mayoría. Sin embargo, su espectacular mansión de A Illa de Arousa que, sobre el papel, pertenecería al Estado, sigue siendo su lugar de residencia. La casa que en su día acogió grandes fiestas y que mantiene su esplendor a un paso del mar, con piscina y pista de tenis, es una de las joyas levantadas con el producto de la delincuencia que sigue en las mismas manos.

Otro de los narcotraficantes (o en su caso, como él se apresura a decir, ex narcotraficantes) más famosos de Galicia y de España es Laureano Oubiña. Su imperio de los años 80 y 90, cuando hizo fortuna con el contrabando de tabaco, primero, y con el tráfico de hachís, después, le permitieron hacerse con el Pazo Baión. Eso le convirtió en centro de las iras de las madres coraje contra la droga, que, si bien estaban perdiendo a sus hijos por una sustancia que nada tenía que ver con Laureano (la heroína, que llegaba por otras vías), encontraron en el cambadés y en el Pazo a dos iconos ante los que protestar. Oubiña pasó muchos años en la cárcel, muchos más que cualquier capo de mayor alcurnia dedicado al tráfico de hachís en toda España. Fue, en ese sentido, una cabeza de turco. Tras salir de la cárcel, se ha esforzado mucho en explicar que está completamente alejado del negocio, dedicándose a la venta de sus propios libros, a la distribución de su propia marca de ropa y, últimamente, también de un vino. Se le ve con frecuencia en mercadillos, asentado de nuevo en O Salnés.

A finales de 2024, el negocio del narcotráfico está más vivo que nunca en Galicia, pero, con la excepción de Miñanco (nunca se podrá decir que no trafica, dados sus antecedentes, esté o no en prisión), son otros los que están al frente. Personas más jóvenes, de entre 40 y 50 años, que, eso sí, aprendieron de los clásicos. Heredaron sus contactos al tiempo que mejoraban su modus operandi, lo que les permite seguir plenamente operativos, introduciendo grandes alijos de droga sin ser descubiertos.

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