El alcohol embrutece y envara al sujeto, a demasiados, que para iniciar sus jornadas necesitan embriagarse con sus dosis de alcohol empapando sus gañotes, sus cerebros, sus hígados, como si de una miasma se tratara, mientras acodados a las barras de los bares de barrio apuran el café negro, el cigarrillo sempiterno, la copichuela de coñac barato, de anís machacón, de ponche retrechero, de orujo impostado de... ¿"digestivo"?
Sin el menor afeamiento social, siendo miles y miles los borrachones que desde tan de mañana ya no rigen adecuadamenteborrachones y cogen sus vehículos y acuden a sus trabajos o dejan pasar la mañana bajo el efecto demoledor del alcohol en vena, repitiendo, tartamudeando, creando doctrina barata, muy barata entre los parroquianos que o también apuran sus buchitos de alcohol o no se atreven a significarse contra esa patulea de alcohólicos que negarían su embrutecimiento con... brutal vehemencia.
Acostumbrados pues a un panorama cotidiano, consentido, a expensas de las gracias eufóricas, impresentables y degradantes, de los borrachines que crean "cátedra" insoportable, mortecina y redundante, aferrados a sus copas matutinas, para cuando ya vienen desayunados de alcohol y poco másdesayunados.
Hechos entonces a ese espectáculo que no afea a los protagonistas empeñados en atufarse de alcohol embrutecedor, dando un ejemplo aberrante y asqueroso para jóvenes y niños que también se fijan, que también lo sufren, la afición socialmente bien aceptada a beber para cualquier evento, cualquier ocasión, cualquier celebración, etc. cuando sólo somos capaces de sentirnos bien con ¿una copa en la mano, sorbiendo el combinado más moderno? insistiendo hasta el entontecimiento creciente, como si no, como si fuéramos a ser capaces de llevar una existencia supuestamente normal con buenas dosis de alcohol en sangre.
Entre lecciones baratas de cuál es la composición perfecta del gin tonic más postinero, más guay, a 12 euros el trago más sofisticado.
Y sin visos de que nada cambie, con el panorama reincidente en la sublimación de la ingesta del alcohol como algo muy incardinado en nuestro pasar diario, en el vivir cotidiano, sujetos a ese recurso imprescindible, de beber por cualquier razón, en cualquier circunstancia, por cualquier excusa. Mientras, desde buena mañana, los borrachones que disimulan que, literalmente, no están intoxicados, embrutecidos, y que se muestran en los bares de barrio, con sus copitas de anís o coñac prestas a ser maldigeridas una tras otra con el visto bueno del resto de la parroquia, para nuestra vergüenza, expuestos a lamentar cuando ya sea tarde los estragos de los alcohólicos en forma de accidentes evitables, de maltratos ruines y cobardes, de embotamiento que asquea y entorpece el comportamiento, sencillamente, humano y racional de los borrachos que negarán la evidencia... con una copa en la mano.
Sin detenernos siquiera un segundo en lo insoportable que supone convivir, ¿convivir?, con un alcohólico en la familia.
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Antonio García Gómez es socio de infoLibre
El alcohol embrutece y envara al sujeto, a demasiados, que para iniciar sus jornadas necesitan embriagarse con sus dosis de alcohol empapando sus gañotes, sus cerebros, sus hígados, como si de una miasma se tratara, mientras acodados a las barras de los bares de barrio apuran el café negro, el cigarrillo sempiterno, la copichuela de coñac barato, de anís machacón, de ponche retrechero, de orujo impostado de... ¿"digestivo"?