Alicia en 'wondercat'

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Jesús Pichel Martín

“Un momento más tarde, Alicia se metía también en la madriguera, sin pararse a considerar cómo se las arreglaría después para salir. Al principio, la madriguera del conejo se extendía en línea recta como un túnel y después torció bruscamente hacia abajo, tan bruscamente que Alicia no tuvo siquiera tiempo de pensar en detenerse y se encontró cayendo por lo que parecía un pozo muy profundo”. Esto escribía Lewis Carrol en su Alice in wonderland, pero bien podría ser la descripción del disparatado proceso secesionista wondercat que nos envuelve desde hace días que parecen meses –o meses que parecen años– metido en la madriguera sin haber previsto cómo salir de ella y cayendo sin parar por un pozo muy profundo.

Como se sabe, no es el Alicia de Carrol simplemente un cuento infantil, sino un riguroso ejercicio de lógica oculto tras un lenguaje y unos hechos disparatados. Y algo de eso nos está pasando porque, como Alicia persiguiendo al conejo blanco, el nacionalismo catalán ha ido tras el conejo de la independencia que se le escapaba corriendo y mirando el reloj y, como Alicia, el 1-O abrió una puerta que nos ha metido a todos en un mundo irreal.

¿De verdad ha pasado sólo un mes desde aquel 1-O? Han pasado tantas cosas en estas semanas, tan distintas y tan iguales, que a la vez parece que fue ayer mismo y que hace meses que ocurrió. Todo pasa tan lentamente deprisa como rápidamente despacio, en un tiempo detenido y frenético, y en un espacio irrealmente real.

Todo se agolpa y se mezcla en la memoria tan caóticamente que apenas se puede ordenar cronológicamente. Aquellos dedos rotos que no estaban rotos; aquella declaración no declarada y suspendida temporalmente; aquella firma solemne sin efectos legales; aquel discurso del Jefe de Estado como si lo fuese del Gobierno; aquellas cartas de Rajoy pidiendo explicaciones de lo que no podía tenerla; aquellas cartas de Puigdemont pidiendo diálogo condicionado sin condiciones previas… Hasta llegar al anuncio de elecciones autonómicas –para evitar que la reina de 155 corazones le cortara la cabeza a la Generalitat– para desdecirlo pocas horas después. Todo absurdo, sí, pero consecuencia de la lógica aplastante del deseo irreal de unos y la trinchera legal de otros.

Volvamos a Alicia:

– "¿Has encontrado la solución a la adivinanza?", preguntó el Sombrerero loco dirigiéndose de nuevo a Alicia.

– No. Me doy por vencida. ¿Cuál es la solución?– No tengo la menor idea, dijo el Sombrerero

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Jesús Pichel Martín es socio de infoLibre

“Un momento más tarde, Alicia se metía también en la madriguera, sin pararse a considerar cómo se las arreglaría después para salir. Al principio, la madriguera del conejo se extendía en línea recta como un túnel y después torció bruscamente hacia abajo, tan bruscamente que Alicia no tuvo siquiera tiempo de pensar en detenerse y se encontró cayendo por lo que parecía un pozo muy profundo”. Esto escribía Lewis Carrol en su Alice in wonderland, pero bien podría ser la descripción del disparatado proceso secesionista wondercat que nos envuelve desde hace días que parecen meses –o meses que parecen años– metido en la madriguera sin haber previsto cómo salir de ella y cayendo sin parar por un pozo muy profundo.

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