Pero, ¿cómo se atreven?

Antonio García Gómez

Esos áulicos estómagos agradecidos, tan pagados del eco de sus casposas opiniones, desde los altavoces de que disponen, a ponerse “tan estupendos” y tras el acto de la entrega de diplomas por alumnos ilustres, en la Universidad de La Complutense, en Madrid. Con citarse a juzgar, con displicencia y prosodia, como a bien tuvo, por ejemplo y entre otros tantos, un tal Carlos Herrera, de voz cavernosa e impostada, para criticar a la alumna, ilustre sin paliativos ni otras componendas a considerar, precisamente por haber sido la alumna que con mejor media terminó su carrera de Ciencias de la Información, con un 9,26 a lo largo de sus cuatro años de estudio y buena aplicación, por su discurso, más o menos hilvanado, en la recogida de su reconocimiento.

Como para que ahora vengan unos cuantos avinagrados censores de la prosodia, insisto, puesta al servicio del poder y el buen estilo a poner en cuestión a la mejor alumna. La misma, joven y resuelta, que con las tripas, seguramente, en público y delante de tanto servidor de los poderosos, “qué buenos vasallos…”, dijo lo que quiso decir, atropelladamente, sí, y con la rabia, sí, de quien  desea apurar la única ocasión que tuvo y tendrá en tiempo de dar a conocer la opinión que tenía y que muchos compartimos, a cuentas del Gobierno en la Comunidad de Madrid.

Parece ser que el sometimiento de los jóvenes y meritorios/as alumnos/as ha de observarse, incluso con papelito por medio, leído con atención y obediente disciplina, tal vez para que no resalte ninguna palabra incómoda e impertinente

Pero parece ser que el sometimiento de los jóvenes y meritorios/as alumnos/as ha de observarse, incluso con papelito por medio, leído con atención y obediente disciplina, tal vez para que no resalte ninguna palabra incómoda e impertinente, extirpada la espontaneidad de la juventud que representaba la citada alumna.

De vuelta al estilo del examinando, camino de la ley del embudo que tanto aprecian los próceres, principalmente cuando se les mueve, siquiera un poco, su silla, su sillón, su poltrona, su lugar de privilegio… frente a la joven que quiso y dijo lo que quiso, no atenerse a los buenos modales de los dóciles y los paniaguados.

Porque son tantos los agravios esparcidos, vomitados, por el poder, y en este caso desde el Gobierno de la Comunidad de Madrid, con licencia para zaherir y mentir, que ahora van los tontos con ínfulas, y corren a corregir lo inapropiado que es salirse del marco académico que ellos marcan, limitan y castran, para que nadie se salga de la cuenta del agradecimiento rendido a mostrarse pulcros en la dicción, en el verbo y en la inanidad del mensaje, para que no diga nada, para que arree en la dirección que dicte la autoridad… el poder, a través de sus voceros bien pagados, bien amaestrados… y para que siga el tran tran y el raca raca.  

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Antonio García Gómez es socio de infoLibre.

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