En el mes de febrero del año 1985, tomé posesión de mi cargo como director provincial del Insalud de Ávila; a los pocos días, recibí una carta que al tocarla sobresalía un pequeño bulto duro. La abrimos y en su interior había una bala con una escueta nota: “Una como ésta la tenemos preparada para ti y otra para tu mujer”. Mi secretaria y yo reaccionamos, en un primer momento, con asombro e incredulidad.
Descolgué el teléfono y llamé al gobernador civil, le conté lo que había ocurrido. Pusimos inmediatamente la correspondiente denuncia en comisaría. Jamás supimos ni el origen ni los autores de tal amenaza. Eran otros tiempos. La democracia continuaba sujeta por alfileres después del 23-F. Yo representaba poca cosa en el panorama político. No era más que el nuevo responsable del Sistema Nacional de Salud de la provincia.
Unos años antes (1978), al tomar posesión de mi plaza de psicólogo de Sanidad en Ávila, me tocó, como jefe de aquel departamento, un psiquiatra que, a su vez, era el jefe provincial de la Falange. El personaje llegaba todas las mañanas a su despacho, se quitaba el abrigo y al cinto llevaba una pistola. Se ponía la bata blanca y pasaba consulta con absoluta normalidad.
He recordado estos dos episodios, al hilo de las noticias sobre los sobres enviados al líder de Podemos y exvicepresidente del gobierno, Pablo Iglesias, al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska y a la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, en cuyos interiores aparecían las balas del odio y de la muerte, con las correspondientes misivas amenazantes que son los únicos instrumentos con los que se entienden los fascismos.
Llueve sobre mojado porque la impunidad es el salvoconducto de los miserables. El discurso del odio que despliega Vox en el Parlamento, en los mítines, en los debates públicos, en los carteles que pegan en las calles de Madrid en estos días (que nos recuerdan a las pintadas contra los judíos en las calles del Berlín que anticipaba la llegada del nazismo). No tienen ninguna consecuencia y ellos lo saben. Los exmilitares que amenazaron con “fusilar a 26 millones de hijos de puta”, al parecer les ampara la libertad de expresión.
Y, llueve sobre mojado, porque los medios de comunicación han sentado a su mesa al fascismo. Le han tendido alfombra roja.
En abril del 2019 se consumó la tropelía. Santiago Abascal, líder del partido neofascista, Vox, se vistió de largo, para entrar por la puerta grande al “debate” político, soltaba lo que a él le interesaba solar, veneno: contra la convivencia, el movimiento LGTBI, el Estado de las Autonomías, la lucha feminista, los menores extranjeros no acompañados (Menas), Europa y, lo que son sus señas de identidad, los inmigrantes. Al otro lado, silencio por parte de los otros candidatos, ocupados en destrozar al que, según las encuestas, “me va a quitar votos”.
Los inmigrantes y su necesaria expulsión, está en la diana del “programa electoral” de VOX, al igual que en su día, los judíos, estuvieron en la diana de la Alemania nazi. Así empezó todo hace 90 años. Alfombra roja para el nacionalsocialismo alemán. Los partidos tradicionales alemanes, incapaces de dar respuesta a las necesidades de la gente, víctimas del hambre y la miseria que dejó la primera Guerra Mundial y la gran crisis del 29, dejaron que el veneno del nazismo entrara en los hogares de las clases populares alemanas. Entonces no había televisiones, ni internet, ni redes sociales, pero si había radio y las calles empapelas de odio al judío y el Deutschland über alles. La promesa de una Alemania, por encima de todos. Una Alemania, grande y libre.
El bochornoso espectáculo organizado por TVE en abril de 2019, se inició con una calurosa y afectiva bienvenida (La moderadora acariciándole la cara y la barba al portador del veneno), había roto un consenso respetado hasta entonces, solo tenían derecho a debatir aquellos partidos con representación parlamentaria. Vox, no tenía ni un solo diputado. En las elecciones del 2016, obtuvieron, 47.000 votos (el 0,2%), Pacma (los animalistas) habían obtenido, 286.000 votos (el 1,19%). Sin embargo, por primera vez, se rompió el acuerdo porque las encuestas daban a Vox, una sustancial subida. ¿Desde cuándo las encuestas están por encima de las urnas?
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Así empezó todo. Sentando en la mesa al fascismo. Así recientemente se ha vuelto a repetir en el debate de la Cadena Ser. El único que tuvo dignidad fue Pablo Iglesias, ante la negativa de la representante de Vox, de condenar las amenazas de muerte y de continuar insultando al representante de Podemos, optó por marcharse del debate. La moderadora debió echar a quien soltaba impunemente veneno o en su defecto, el resto de representantes políticos, marcharse también ante la inacción de Ángeles Barceló. Lo hicieron más tarde, después de seguir participando en el esperpento. Es verdad que la presencia de la extrema derecha en el resto de Europa es una realidad, pero les ha costado 20/25 años llegar. Nadie les colocó una alfombra roja, muy por el contrario, el “cordón sanitario”, fue la defensa de la dignidad. Solo en España, esto se ha hecho en tres años, con la impagable ayuda de los medios de comunicación. Hemos sentado a la mesa al fascismo y las cartas-balas son sus tarjetas de visita.
Todo esto ocurría el 23 de abril. El día del libro. El día de la palabra.
Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre
En el mes de febrero del año 1985, tomé posesión de mi cargo como director provincial del Insalud de Ávila; a los pocos días, recibí una carta que al tocarla sobresalía un pequeño bulto duro. La abrimos y en su interior había una bala con una escueta nota: “Una como ésta la tenemos preparada para ti y otra para tu mujer”. Mi secretaria y yo reaccionamos, en un primer momento, con asombro e incredulidad.