El uso de los conservadores españoles de la enseña rojigualda es enarbolarla en actos partidistas, una falta de respeto al considerar que es “su bandera”, cuando realmente es la bandera oficial que representa a España ante el resto de las naciones, aunque para muchos el sentimiento y la identificación es con la tricolor (enseña investida por el sentir del pueblo soberano y declarada como tal el 27 de abril de 1931), pero se respeta la existente y ésta solo la sacamos en actos reivindicativos o en fechas determinadas —porque pesa en los corazones y la fidelidad a ella ha sido y es un símbolo de fe y esperanza hacia un futuro próximo—. La misma que querían como enseña para representar el levantamiento liberal de Torrijos, y le costó la vida a Mariana Pineda por bordar el color morado en recuerdo a los comuneros y Castilla, siendo ejecutada a “garrote vil” en Granada por orden de Fernando VII el 26 de mayo de 1831. Ese mismo año, en la playa de san Andrés de Málaga, Torrijos y 48 compañeros fueron fusilados sin juicio previo, liberales para quienes la tricolor era la expresión de sentimientos de libertad frente al absolutismo reinante.
Pero qué podemos esperar de esos energúmenos que la utilizan como enseña guerrera. Su origen fuese ese, un símbolo/pendón guerrero desde el 27 de mayo de 1785. Carlos III la empleó para diferenciar los barcos en combate, ya que los reyes de Europa enarbolaban una bandera blanca con su escudo y únicamente estando cerca distinguían su pertenencia. Isabel II la hizo oficial como bandera nacional en 1843, pero hasta el 25 de enero de 1908 no se decreta que ondee en todos los edificios públicos desde la salida hasta la puesta del sol. Poco arraigo y fe tenían en ella.
Estamos en los preámbulos de elecciones y la falta de respeto de la mayoría de esos partidos retrógrados se acrecienta. En determinados lugares cantan el himno de las SS españolas (La Falange). Incluso en una localidad pequeña en un acto vandálico pintaron un banco en la Plaza de la Constitución y por la megafonía de un coche cantaron ese himno con algunos brazos en alto. Qué respeto muestran a la enseña, pues al pintar ese banco no se han parado a pensar que muchos culos se sentarán sobre él y sobre “su enseña”, ya no son solo energúmenos, son descerebrados.
En las elecciones de todas las naciones democráticas no se enarbola la bandera como algo de un partido, enarbolan las enseñas de las distintas opciones políticas. Pero la derecha española lo usa en plan guerrero. No comprenden que las diferencias de los partidos son de conceptos, el cómo actuar en lo social para la sociedad o para oscuros intereses privados. Son rivales políticos, no enemigos a los que hay que aniquilar, como desean algunos, pregonan ley y orden, pero no hablan de justicia. Ya hay suficientes jueces que actúan visceralmente como ellos. En Estados Unidos, país que tienen como ejemplo, su bandera tuvo un origen igual a la tricolor. Cada Estado tiene la propia que enarbola conjuntamente, incluso con DNI, carné de conducir o matrículas de vehículos diferentes, y nadie se rasga las vestiduras por ello. Es más, se sienten orgullosos de esa variedad.
Establezcamos la analogía sobre ambas banderas:
Bandera tricolor = libertad, igualdad y ley.
Bandera rojigualda (dos colores) = ley y orden. ¿Y justicia?
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José Enrique Centén Martín es socio de infoLibre
El uso de los conservadores españoles de la enseña rojigualda es enarbolarla en actos partidistas, una falta de respeto al considerar que es “su bandera”, cuando realmente es la bandera oficial que representa a España ante el resto de las naciones, aunque para muchos el sentimiento y la identificación es con la tricolor (enseña investida por el sentir del pueblo soberano y declarada como tal el 27 de abril de 1931), pero se respeta la existente y ésta solo la sacamos en actos reivindicativos o en fechas determinadas —porque pesa en los corazones y la fidelidad a ella ha sido y es un símbolo de fe y esperanza hacia un futuro próximo—. La misma que querían como enseña para representar el levantamiento liberal de Torrijos, y le costó la vida a Mariana Pineda por bordar el color morado en recuerdo a los comuneros y Castilla, siendo ejecutada a “garrote vil” en Granada por orden de Fernando VII el 26 de mayo de 1831. Ese mismo año, en la playa de san Andrés de Málaga, Torrijos y 48 compañeros fueron fusilados sin juicio previo, liberales para quienes la tricolor era la expresión de sentimientos de libertad frente al absolutismo reinante.