El nuevo Parlamento ha sido constituido y, después de muchas idas y venidas por parte de los principales protagonistas, nos encontramos en una situación, sino idéntica, por lo menos muy parecida a la de la precedente legislatura. Lo que ha cambiado ha sido el vuelco por parte de las derechas para llegar a un acuerdo en la primera elección de la legislatura para la constitución de la Mesa del Congreso, después de habernos alimentado, hasta la indigestión, con declaraciones, la mano sobre el corazón, de que nunca pactarían entre ellos.
Los unos porque nunca pactarían con aquellos que quieren “acabar” con la integridad de España; los otros, porque nunca pactarían con un partido que aprovechando su mandato utiliza el aparato de Estado para combatirlos en una guerra sucia; los terceros porque nunca pactarán con el partido de la corrupción. Si alguien tenía dudas de en qué campo se sitúan PNV, PDC (ex Convergència) y Ciudadanos, ahora lo tienen claro.
No obstante, por lo demás es muy parecido. Nada nos asegura que no habrá terceras elecciones y, si no las hay, probablemente tendremos elecciones anticipadas. Personificar las diferentes posiciones políticas de los partidos en los líderes respectivos o en uno o varios de sus dirigentes, es ni más ni menos que una diversión, diversión que tiene como único objeto hacernos creer que las diferencias entre ellos son abismales cuando en realidad solo son hoyos no más grandes que los charcos en los que se bañan los peques durante la marea baja.
Todos los partidos políticos poseen un órgano de dirección, órgano en el que cada uno de los miembros posee voz propia e igual. Ni Pedro Sánchez ha sido vetado por nadie, ni Mariano Rajoy decidió solo, por muy directoral que sea el PP, el rumbo que nos llevó hasta aquí. Como tampoco Pablo Iglesias decidió por sí mismo lo que Podemos haría o dejaba de hacer, ni Alberto Garzón sobre la coalición con Podemos, a pesar de que solo una minoría de afiliados haya participado en la decisión.
Las posiciones políticas de unos y otros han sido votadas mayoritariamente en sus respectivos órganos de dirección –e incluso algunos han hecho partícipes a sus bases–, y sea cual haya sido el voto personal de cada participante, todos son responsables de las consecuencias que sus decisiones políticas hayan acarreado.
Por ejemplo, aún queda por demostrar que la situación en la que se encuentra el PSOE no es la deseada por su dirección. No es difícil comprender que en la situación económica actual, gobernar es desconsiderarse. Las decisiones políticas del futuro Gobierno serán las mismas, quizás aún con mayor agudeza, que las que han sido tomadas por el gobierno anterior, sea cual sea el futuro gobierno. El mismo razonamiento puede aplicarse al PP. El hecho de que el PP se lo piense dos veces antes de que Mariano Rajoy se presente a una investidura, no es anodino.
En cuanto a Unidos Podemos, pienso que las cosas también están claras. Estar en la oposición es mucho más fácil e instructivo que tener que gobernar. El desgaste lo sufre quien gobierna, en la oposición se puede crecer.
Por mucho que los unos y los otros escenifiquen sus posiciones, sólo engañan a quienes quieren ser engañados. La politiquería es un juego propio de aquellos partidos que quieren hacernos creer que lo que defienden cada uno de ellos es diferente, pero que en realidad defienden una y misma cosa: los intereses de la burguesía, la verdadera poseedora del poder. Y en este sentido, a estas alturas de la película, ya no existe ni vieja ni nueva política; todos se sitúan en la misma tesitura.
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Mario Diego es socio de infoLibre
El nuevo Parlamento ha sido constituido y, después de muchas idas y venidas por parte de los principales protagonistas, nos encontramos en una situación, sino idéntica, por lo menos muy parecida a la de la precedente legislatura. Lo que ha cambiado ha sido el vuelco por parte de las derechas para llegar a un acuerdo en la primera elección de la legislatura para la constitución de la Mesa del Congreso, después de habernos alimentado, hasta la indigestión, con declaraciones, la mano sobre el corazón, de que nunca pactarían entre ellos.