En la última gresca parlamentaria, el presidente del PP no dijo ninguna tontería cuando se refirió a la Guerra Civil como un conflicto entre aquellos que querían una democracia sin ley y otros que querían una ley sin democracia.
El líder del PP sabe perfectamente lo que dijo y a quién se dirigía porque en España, por desgracia, está instalada en el imaginario de amplias capas de la población conservadora que la Guerra Civil fue una contienda entre dos bandos equidistantes, una España roja y otra España azul,rojaazul que tras el “desastre” de la Segunda República y la amenaza de una revolución marxista en España, el “alzamiento” con el fin de contener esa amenaza quedó más que justificado, porque “los dos bandos cometieron atrocidades”.
Esta forma de entender el pasado está ampliamente aceptada en el electorado conservador y en no pocos sectores de cierta izquierda de la Transición que compró el mito de las dos Españas. En un momento en el que el PP compite por el mismo electorado que Vox y con Ayuso venida arriba, lo que dijo el líder de la oposición tiene todo su sentido, aunque sean un sinsentido.
Lo triste de esas declaraciones es que son un síntoma de la deficiente cultura democrática en España y explican la estrategia de la crispación y de la deslegitimación del adversario que la derecha española suele practicar cuando no es ella quien ocupa el poder. Y este es un aspecto criticable de la Transición, la cual tuvo virtudes, pero era perfectible, pues estableció un falso consenso sobre nuestro pasado, que no es otro que la falacia de las dos Españas.
En ningún otro país europeo del periodo de entreguerras, como Alemania o Italia, se plantea nada parecido. Puede decirse que mientras en Europa occidental la construcción de la democracia se hizo sobre los restos de la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial, en España se ha construido a través de su aceptación por parte del centro derecha como pasado del que no hay mucho de lo que avergonzarse.
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Que yo sepa, en Alemania o Italia no existió después de la guerra mundial una reconciliación entre la Alemania nazi y la Alemania roja, o en Italia, entre la Italia fascista y la Italia roja, la disyuntiva era entre fascismo o democracia. A diferencia de estos países, en España, la represión, los campos de concentración y las violaciones de los derechos humanos a lo largo de los 40 años de dictadura, es decir, una vez ganada la guerra, son apenas conocidos ni enseñados en las escuelas y pasadas por alto por la derecha española o veladamente justificadas dada la violencia política de la Segunda República y las atrocidades de la Guerra Civil. Este disparate solo pasa en España, porque ¿acaso la CDU o el centro derecha italiano justifican o minimizan el genocidio posterior o los campos de concentración como consecuencia del clima irrespirable de inestabilidad y violencia política que también experimentaron Alemania e Italia en el periodo de entreguerras o por las atrocidades de “ambos bandos” en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, similar al experimentado en España en la Segunda República y la Guerra Civil?
Algunos dirán que en esos países no hubo una guerra civil, y claro que no la hubo, porque en esos países el fascismo ganó a las primeras de cambio mientras que en España fue necesaria una Guerra Civil de tres años porque el golpe del 36 fracasó, pero finalmente el fascismo ganó, desgobernó y murió plácidamente, dejando vigente el relato de los vencedores de la guerra, que es el que vivimos. Por eso y por desgracia el líder del PP sabe perfectamente lo que dijo y a quién se lo dijo, y no me extraña, tiene a la historia de su parte.
Luis Fernández Caballero Lamana es socio de infoLibre
En la última gresca parlamentaria, el presidente del PP no dijo ninguna tontería cuando se refirió a la Guerra Civil como un conflicto entre aquellos que querían una democracia sin ley y otros que querían una ley sin democracia.