Catalunya, la CIA y los Coen

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Domingo Sanz

Hay tanto ruido teñido de oportunismo “apasionado” con lo de Catalunya que a quien le toca escribir hoy es al testigo que cuenta lo que pasa renunciando, casi, a opiniones y juicios.

Resulta que el miércoles 30 de agosto habíamos dado, también casi, por felizmente cerrado el insufrible espectáculo de los equilibrios, las auto contenciones y los excesos verbales que unos y otros nos estaban regalando en defensa de sus intereses políticos enfrentados cuando, de repente, va El Periódico de Catalunya y nos despierta el jueves añadiendo detalles a la noticia, que se había publicado al día siguiente de los atentados pero de la que casi no se había vuelto a hablar, de que en mayo la CIA había avisado, también a los Mossos se dice ahora, sobre riesgo de atentado en zonas turísticas y en Barcelona. Inmediatamente regresaron los tiros cruzados, incluso a pesar de que esa misma tarde alguien como Julian Assange, desde su Wikileaks, cuestionaba la información y pedía la dimisión de Enric Hernández, director informante, que había estado divulgando la “novedad” esa misma mañana también a través de las ondas importantes.

Desatado el terremoto en jueves, el viernes tocaba quemar el último cartucho y testificar a través de las portadas que Puigdemont conocía la información de la CIA en mayo, cosa que Hernández sabía el miércoles pero a la que no quiso contestar, que lo escucharon en la Ser mis oídos. Pero en medio del nuevo calor solo algunas cabezas libres de deudas comenzaban a enfriarse, separando el grano de la paja. Hemos elegido dos.

Matías Vallés, desde su columna en Diario de Mallorca, nos recordaba que la CIA, con mucho más mérito por el menor recorrido en la investigación de este nuevo terrorismo, pero también con la misma nula eficacia, había alertado en 2001 sobre la preparación de un atentado en USA unos meses antes de que se produjera el de las Torres Gemelas de aquel histórico 11S. Y con la información que se facilitó en aquella alerta firmada por los mejores espías no se pudo impedir el derrumbe del doble icono ni nada de lo que los terroristas estaban planeando contra el corazón del imperio.

También este viernes Francisco Martínez declaraba en Onda Cero que el aviso enviado en mayo por la CIA a los cuerpos de seguridad dependientes del Ministerio del Interior y de la Generalitat era “demasiado genérico”. ¿Que quién es Francisco Martínez? Pues fue secretario de Estado de Seguridad del Gobierno de Rajoy durante la anterior legislatura, miembro del PP y, sobre todo, alguien que no puede evitar decir lo que piensa cuando Carlos Alsina, nuestro mejor entrevistador radiofónico de políticos, es capaz de acorralarlo con preguntas suaves pero inteligentes. Cómo olvidar el histórico resbalón de don Mariano cuando contestó al mismo locutor aquello de “¿Y la europea?” para intentar confundir a los catalanes que quisieran independizarse de España.

Tras este recorrido por hechos y declaraciones desembocamos en lo que parece sustanciarse como el mayor fiasco de la Generalitat en la historia política del atentado. Pendientes de una comparecencia que con seguridad estará valorando mientras prepara los detalles, parece evidente que el president fue débil en medio del miedo y del asedio de los medios, valga el abuso de redundancias, y cometió un error que los ladinos evitan con el silencio y los embusteros saliendo a pasear por los cerros de Úbeda, pero que a él le ha hecho quedar en falso ante el peligro preparado por cómplices colocados en posición más cómoda que la suya. Me refiero, por una parte, al ministro Zoido, que habló una vez en pleno fragor, metió la pata con aquello de que “la célula terrorista estaba desarticulada” mientras los Mossos aún no habían acabado con todos, y aprendió a callarse. Por otra, a Enric Hernández, el ya citado director de la orquesta mediática y fabricante para la ocasión de una de las clásicas bombas de tiempo informativas consistentes, como todo el mundo sabe, en publicar por capítulos calculados unos hechos antiguos y conocidos desde el principio hasta el final, con tal de provocar el tropiezo del político que está obligado a dar la cara en situaciones críticas y, por tanto, es incapaz de identificar las preguntas trampa.

Al final de la nueva refriega, resulta que de lo único que se puede acusar a Puigdemont es de haber mentido inmediatamente después del atentado cuando declaró que desde USA no se había enviado una alerta del atentado directamente a Catalunya. Lo de menos para tramposos y adversarios es saber, como saben y se lo callan, que esa alerta no servía para investigar nada. Siendo, pues, algo inútil, tratándose de un aviso más de los que cada día llegan sin proporcionar la menor pista que permita investigar, resulta bien normal que, en medio de la sangre y quizás rozando el cielo con los dedos por unos Mossos que habían abatido o detenido a todos los terroristas en un tiempo récord, lo nunca visto, el president considerara que responder “sí” a la pregunta “¿es cierto que desde USA se recibió en Catalunya una alerta de atentado en Barcelona?” no hubiera correspondido a la verdad, pues habría significado darle a la citada “alerta” una categoría de la que carecía.

A este testigo el acusado Puigdemont le parece un personaje confiado y sin doblez a quién se le pueden poner trampas cuando sus adversarios se mueven desde posiciones de ventaja. Es más, si quien escribe aquí hubiera estado en el lugar del president puede asegurar que solo en un instante de lucidez mágica hubiera sido capaz de dar la respuesta correcta: “Sí, se supo de una alerta procedente de USA, pero era tan habitual y deficiente que no sirvió para iniciar ninguna investigación con fundamento”. Y solo gracias a las maldades que permite la edad, no sería pues el caso del president, con aviesa intención añadiría: “De hecho, voy a ordenar que nuestros servicios secretos investiguen a la CIA, pues resulta del todo sospechosa la distribución periódica de alertas que, por su ausencia de pistas efectivas contra el crimen, más parecen especulaciones para justificar el presupuesto de que disponen y, de paso, desestabilizar adversarios de gobiernos amigos, que no producto de seguimientos eficaces a criminales organizados para la ejecución de atentados contra Occidente.”

Entonces es cuando el testigo abajo firmante no puede eludir la imagen de J.K. Simmons, en su papel de superior de la CIA, cuando, sentados ambos frente a frente, le dice aquello de “joder, parece que no hemos aprendido nada” a David Rasche, jefe de los espías que llevaban la investigación de las andanzas de Pitt, Clooney, Mc Dormand y otros. Quemar después de leer se estrenó en 2008, siete años después de aquella alerta de la CIA de la que nos hablaba Vallés, y donde no tuvieron arte ni parte ni Puigdemont ni sus Mossos d’Esquadra. Salvo lo que puedan decir nuevas portadas la próxima semana.

La gresca sigue, de momento, con la portada del sábado día dos de septiembre: “El Gobierno insta a Puigdemont a explicar por qué negó el aviso de la CIA”. Rajoy y los suyos llevan muchos años sin asumir que, con Catalunya, están pinchando en hueso, y en ese país se han sabido librar hasta de los toreros.

Hay tanto ruido teñido de oportunismo “apasionado” con lo de Catalunya que a quien le toca escribir hoy es al testigo que cuenta lo que pasa renunciando, casi, a opiniones y juicios.

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