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Cosas de las que me doy cuenta con esto del coronavirus

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Rafael Santana

Una de las primeras cosas de las que me doy cuenta es valorar muy mucho, válgame la expresión, la vida en general, y en particular la vida que llevo, la buena vida que llevo. Lo que yo suelo llamar las cuatro patas de la mesa, que son una buena salud en general, aparte de los achaques propios de la edad. Otra pata, la buena relación afectiva que mantenemos en el seno de lo que constituye la familia que fundé junto a mi compañera y esposa, y los dos hijos que tenemos, transitando ya su camino adulto. Amén de la buena sintonía y apoyo con la familia de origen y la familia extensa o familia política.

La tercera pata es el buen trabajo que tengo, que me proporciona todo lo que necesito para vivir con dignidad, y que no me va a hacer rico, como a la mayoría, sí que me permite el salario para cubrir mis necesidades básicas y me proporciona un tiempo libre vital para realizarme como persona cultivando mis aficiones y amistades. La cuarta pata es el hogar, la única casa que tengo, donde vivo y sueño, y el entorno en el que se encuentra qué es un pequeño paraíso.

Otra de las cosas de las que me doy cuenta con este confinamiento forzoso de las personas es cómo, al desacelerarse la economía, al pararse la actividad industrial, empresarial, detenerse el movimiento de las personas, de los vehículos, transportes, los desplazamientos en general de una manera masiva y constante, observo cómo la naturaleza, el medio ambiente, el clima, están como resarciéndose, tomando un descanso, recuperando terreno perdido. Y al tiempo nos está haciendo recapacitar sobre lo que venimos clamando muchos desde hace tiempo, por lo menos desde los años 80, alertando y nunca mejor dicho en este estado de alerta, recapacitar sobre el modelo de nuestra sociedad de consumo, porque ya es insostenible y suficiente alertas tenemos de la situación de crisis ecosocial y climática.

Otra cosa que también me doy cuenta y que se evidencia en estos días en los que estamos inmersos, en nuestro día a día, en este parón forzoso, en esta vida cotidiana ahora casi detenida es ese recelo con el que nos miramos por la calle, el uno al otro, en la propia calle barrio. Seguimos mirándonos desconfiados, no sea que nos vayamos a contagiar del virus. No sea que nos tengamos que hablar, mirarnos cara a cara, pedirnos ayuda en un momento dado.

Una cosa muy importante que me he dado cuenta son las relaciones que tenemos habitualmente en nuestro día a día con toda las personas, el kiosquero de la prensa, la cajera cuando hago cola en el súper, o los reponedores con los que me cruzo en el pasillo. Con la persona que me atiende en la farmacia, por ejemplo, o con la persona que me atiende en el banco, etcétera etcétera etcétera…

Como consecuencia de este darme cuenta de todas esas personas que forman parte de mi día a día es lo que ame hace reflexionar con especial énfasis e interés en esto, ya que no le damos ninguna importancia a esa continúa relación que mantenemos con tantas personas a la vez a lo largo del día ¿no? y sin embargo forman parte de una existencia vital para todos nosotros ¿no? Por tanto quiero recalcar aquí que voy a procurar estar mucho más pendiente de esas relaciones diarias de ahora en adelante y también. conforme decía en el párrafo anterior. de las personas de la calle en mi caso, porque estamos viviendo y estamos atravesando una situación que realmente nos está haciendo replantearnos todo nuestro día a día.

Una de las cosas más llamativas que me atrae la atención de este silencio sepulcral que adorna nuestras calles, las calles de nuestras ciudades en estos días tan aciagos, es el silencio y quiero recalcarlo, puesto que ese silencio me está permitiendo, nos está permitiendo, darnos cuenta de tantas aves que pueblan nuestras ciudades. Y esto es como un canto, un canto a la esperanza, de que la vida pese a todo nos muestra el camino a seguir, qué debemos retomar, que hemos olvidado. En nuestro afán productivista, en nuestro afán consumista, gobernados por el capitalismo salvaje, donde no importa nada más que el beneficio que obtengo, tanto a partir de los recursos de la naturaleza, como de la mano de obra humana.

Otras de las cosas muy importantes de las que me doy cuenta estos días y que me duele mucho es ver cómo se vierten a los diferentes caudales de información que hoy en día manejamos como suelen ser los diarios digitales, como suele ser por supuesto la prensa clásica escrita y la radio, la televisión, y las llamadas redes sociales, como pueden ser Facebook, Twitter, Instagram y otras muchas y la más peligrosa de todas ellas, la más accesible, la que llega más hogares, a más personas, que es el Whatsapp.

Y este es un alegato que quiero hacer a toda la gente, para que tengas mucho cuidado, mucho cuidado con las cantidades de mala información que está viajando por dichas redes, en especial ya digo por Whatsapp, vertiendo una cantidad de mentiras tremendas y no ya solamente contra la actuaciones del Gobierno o de las autoridades sanitarias, no, las que más me preocupan de todas son las que alientan el odio, el odio constante en este país, empecinado desde los tiempos del Cid en la división de las dos Españas, en el enfrentamiento de una España contra la otra, de una manera de ver contra todas las demás, imponiendo la única verdadera según ellos que es la de los españolitos de banderas.

Así que, por favor, dejémonos de insultar, ¿no? Dejémonos de buscar culpables, dejémonos de inventar y sobre todo no nos creamos ni la mitad de la mitad de las cosas que nos lleguen, las noticias, los memes, las gilipolleces. Usemos el sentido común, que para eso lo tenemos y ese no tiene idea ni de colores ni de banderas.

Por favor, remando todos en la misma dirección, cultivando la belleza, la esperanza, la empatía, la solidaridad, cultivando un ánimo esforzado, porque a cada uno desde el lugar que le haya tocado estar tendrá que aportar su pequeño granito de arena, para que esto no se hunda del todo.

Y una vez haya pasado todo esto, entonces sí que nos tendremos que sentar a replantearnos pero no la cuestión ideológica del gobierno dominante, no, más bien la gobernanza del mundo en general, el sistema de sociedad capitalista y consumista que deja excluidos a la inmensa mayoría de las poblaciones del mundo y que fomenta bolsas de personas con escasos recursos, sobreviviendo apenas, que hay que invertir más en ciencia y no tanto en guerra, que debemos volver la mirada a la naturaleza, y reconciliarnos los unos con los otros.

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¡Darse cuenta!

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Rafael Santana es socio de infoLibre

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