Ahora que se habla, con cuantiosa insistencia, de que es necesario comenzar a dialogar para encontrar caminos que lleven a una regeneración política en donde el insulto, el odio, los bulos, la descalificación, la humillación y el ataque a familiares del adversario político estén fuera del debate político. Por otra parte, también entra en la discusión el uso de los argumentos falaces con el fin de obtener votos cargados de crispación para así provocar el deterioro de la democracia, con tal de conseguir un objetivo: volver a la dictadura. Es el momento de que se amaine la crispación y se llegue a un debate limpio, de convivencia y diálogo, para que junto al derecho a la crítica y a discrepar, se llegue a acuerdos que mejoren las condiciones de la ciudadanía en sus derechos, libertades y valores democráticos, teniendo en cuenta el deber del respeto.
Por eso, ante las críticas y discrepancias como un derecho democrático –siempre que esas críticas sean constructivas y favorezcan ese desarrollo democrático y de aumento de libertades–, existe también el deber individual y colectivo del respeto al contrario, al que no piensa como uno. Y este deber del respeto debe ser superior al derecho a la crítica y discrepancia destructiva, y más cuando esta viene cargada de mezquindad, demostrando la vileza e inmoralidad de aquel político que la utiliza, sobre todo porque eso demuestra que este actúa así porque adolece de madurez y de falta de ideales propios.
Utilizando el insulto continuado, con la falacia, con los bulos, pretende ocultar su falta de autoestima y cree con esta forma de actuación potenciarla falazmente, lo que demuestra su cobardía y pobreza como ser humano y ciudadano/a de un Estado democrático. De ahí que el respeto sea tan importante y un deber a cumplir si queremos defender y mejorar nuestra democracia. Pero por desgracia, estamos viendo que la derecha y la ultraderecha tienen marcado un objetivo claro, que no es otro que acabar con la democracia. Piensa que consigue votos utilizando el derecho a criticar y discrepar, pero lo utilizan de forma irracional, demostrando su falta de racionalidad y, lo peor de todo, su falta de madurez política.El utilizar irracionalmente las instituciones donde tienen cierto poder, manipular a través de sus medios informativos con sus bulos y tertulianos carentes de toda honestidad, altavoces de odio y rencor, etc.
Así es difícil llegar al respeto y tener que aceptar una crítica que como vemos es destructiva, pues ellos mismos muestran su irracionalidad y absurdo al utilizar el derecho a la crítica no aceptando el deber al respeto, lo que demuestra con sus continuas argumentaciones irracionales y carentes de moralidad y honorabilidad. Pero en estos momentos, ¿quién puede pedir al PP y Vox que tengan responsabilidad y respeten el resultado de las urnas?
Es difícil, y más cuando lo que ambos partidos pretenden es azuzar a la ciudadanía para polarizarla y con ello conseguir acabar con la democracia y asumir un poder que las urnas no le dan. Es triste observar cómo, día tras día, dirigentes políticos como el señor Feijóo, la señora Ayuso, la señora Gamarra, el señor Abascal, el señor Almeida o el señor Garriga, entre otros dirigentes del PP y Vox, utilizan falazmente el derecho a la crítica y a la discrepancia con mentiras, bulos e insultos, con el fin de humillar y menospreciar al adversario político, que hoy están gobernando elegidos democráticamente. Lo mejor de todo es que, además, este gobierno, por los resultados económicos y de empleo, está demostrando que España, pese a todo, está mejorando, pese al poco apoyo, por no decir nulo, de esos dirigentes políticos que basan su actuación en el menosprecio democrático. De ahí que su malvado uso del derecho a la crítica sirva para intentar conseguir, con irracionalidades e insultos, un poder para continuar manteniendo la corrupción, privatizando servicios para enriquecer a los suyos y aumentar la censura.
Tanto derecha como ultraderecha no tienen intención de recular. Solo puede haber paz cuando ellos mandan, es decir, pensamiento único, ideología única, falta de transparencia y libertad, y ante todo aumento de la censura
Tanto derecha como ultraderecha no tienen intención de recular, ni de llegar a acuerdos, ni de regenerar la política, pues continúan insultando, manipulando y utilizando las instituciones para provocar enfrentamientos, humillar al contrario o proponer leyes de “concordia”, entre otras, que son atacadas y reprobadas por organismos como la ONU, siendo incluso tan ignorantes e inmaduros de llegar a cuestionar este organismo internacional. España vivió una dictadura y en ese periodo se cometió un genocidio, uno de los mayores de la historia mundial, contra unos ciudadanos/as cuyo único delito fue votar y defender un gobierno legalmente constituido, una república elegida mayoritariamente por la ciudadanía que abogaba por la libertad y la igualdad. Pero, como en aquellos días, la derecha y ultraderecha no lo podía permitir, de ahí su golpe de Estado y su genocidio posterior, y eso la ONU no quiere que se olvide.
Habría que recordar que sin memoria no hay democracia, de ahí que el PP y Vox pretendan eso, y continúen utilizando falazmente su derecho a la crítica sin aceptar el deber que tienen, traspasando todas las líneas rojas e incluso amenazando con empujar a la ciudadanía a salir a la calle para así provocar más crispación. Eso no lo hacen por la critica constructiva, lo hacen porque saben que si surgen leyes que impongan respeto, diálogo y paz, ellos no las respetarán, porque su objetivo es claro: solo puede haber paz cuando ellos mandan, es decir, pensamiento único, ideología única, falta de transparencia y libertad, y ante todo aumento de la censura.
Por todo esto, son un derecho la crítica y la discrepancia, pero también es un deber el respeto, y toda la ciudadanía debemos exigir a todos los partidos que eso se produzca, pero por lo que se ve a ciertos medios económicos eso no les gusta, pues ven peligrar sus privilegios. Si se sale a la calle para defender la crítica destructiva, habrá que salir también a la calle para defender y exigir el respeto.
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Ximo Estal Izondo es socio de infoLibre.
Ahora que se habla, con cuantiosa insistencia, de que es necesario comenzar a dialogar para encontrar caminos que lleven a una regeneración política en donde el insulto, el odio, los bulos, la descalificación, la humillación y el ataque a familiares del adversario político estén fuera del debate político. Por otra parte, también entra en la discusión el uso de los argumentos falaces con el fin de obtener votos cargados de crispación para así provocar el deterioro de la democracia, con tal de conseguir un objetivo: volver a la dictadura. Es el momento de que se amaine la crispación y se llegue a un debate limpio, de convivencia y diálogo, para que junto al derecho a la crítica y a discrepar, se llegue a acuerdos que mejoren las condiciones de la ciudadanía en sus derechos, libertades y valores democráticos, teniendo en cuenta el deber del respeto.