A cuenta de jueces y juezas

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Antonio García Gómez

Intocables e inatacables. Habiendo olvidado, seguro que hace mucho, que solo eran servidores públicos, para su honra y prestigio si supieran habérselo ganado. Quiere decirse el respeto debido de este pueblo soberano que da sustancia y sentido a su propia existencia, como tercer poder, independiente, a la vez que absolutamente atento y observante de las disposiciones legales del primer poder, del que reside en el parlamento español, donde radica y se enraiza, y de donde, en definitiva, emana ese poder legislativo, representado a través de la diversidad de nuestro propio pueblo, insisto, 'soberano', por obra y gracia de la letra y el espíritu de su manoseada Constitución, la ley fundamental.

Y, por lo tanto, por definición del propio sistema democrático, el citado tercer poder, el judicial, está creado para ponerse al servicio de las leyes que emanen el Congreso de todos y todas, mal que les pese a sus propias idiosincrasias y particulares opiniones.

Encargándose de hacer cumplir la ley, y no 'su ley', la ley de todos, y no 'la ley interpretada' por tanta eminencia de parte. Insisto, al servicio, porque son servidores, no protagonistas, testaferros áulicos de sus mentores, amos y señores.

Como sucede ahora con la Ley de amnistía, aprobada por mayoría parlamentaria, oigan, por “mayoría”, señores y señoras jurisconsultos de carrera y oposición, al servicio del pueblo soberano, se siente si sus ínfulas superan el mandato democrático, como para dedicarse a entorpecer el buen sentido de la amnistía, guste más o menos, en aras de alcanzar una convivencia a la que se aspira desde una mayoría parlamentaria, contra la reconcomida interpretación de tanto relisto togado adelantándose a dar por buena cuenta, con el poder de su impune desfachatez, sus propias prevenciones, sustituyendo arteramente la propia esencia del funcionamiento democrático, basado en el poder autónomo e independiente del poder legislativo. Cristalino y de manual, salvo que otros intereses bastardos convengan en dar protagonismo a ciertos jueces o juezas que juegan a ser “indispensables, clarividentes” en el bien que vaya a convenirnos a todos, incluso contra la opinión y determinación de la mayoría.

Cristalino y de manual, salvo que otros intereses bastardos convengan en dar protagonismo a ciertos jueces o juezas que juegan a ser “indispensables, clarividentes” en el bien que vaya a convenirnos a todos, incluso contra la opinión y determinación de la mayoría

Ahora que la derecha pone en cuestión al propio Tribunal Constitucional, porque no les acaba de gustar “la forma de impartir justicia”: porque, en realidad no se conforman con alterar, por delegación, el poso de convivencia, porque la derecha tiene tanta prisa por envenenar cualquier posibilidad de acuerdo y de concordia. Porque les revienta las tripas que la política intente desjudicializarse de tanto prócer con toga entorpeciendo la decisión soberana de una mayoría parlamentaria. Y a esa derecha montaraz qué más les cabrea que cualquier determinación que les lleve la contraria, pues mala noticia para los derrotistas de oficio. Que ya el empleo afecta a 21,6 millones de compatriotas pues todo seguirá yendo igual de mal. Y si se niega toda posibilidad de convivencia pues mejor, peor para todos, mucho mejor para la derecha cainita.  

Ahondando, de cualquier modo, en el desprestigio ganado y consolidado en una clase privilegiada de un oficio sobresaliente, chamuscado de intereses turbios y escasamente constructivos. Cuando el prestigio de los jueces y juezas anda por el subsuelo de su propia credibilidad profesional, independiente y servidora.

Como si el más común de los comunes fuera a tragar con las ruedas de molino con que nos quieren hacer comulgar algunos de tan inefables próceres del oficio de impartir justicia.

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Antonio García Gómez es socio de infoLibre.

Intocables e inatacables. Habiendo olvidado, seguro que hace mucho, que solo eran servidores públicos, para su honra y prestigio si supieran habérselo ganado. Quiere decirse el respeto debido de este pueblo soberano que da sustancia y sentido a su propia existencia, como tercer poder, independiente, a la vez que absolutamente atento y observante de las disposiciones legales del primer poder, del que reside en el parlamento español, donde radica y se enraiza, y de donde, en definitiva, emana ese poder legislativo, representado a través de la diversidad de nuestro propio pueblo, insisto, 'soberano', por obra y gracia de la letra y el espíritu de su manoseada Constitución, la ley fundamental.

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