¿Es esto Democracia?

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Vero Barcina

Me estrené votando en el 76, muerto el asesino dictador, en el referéndum del pegadizo "Habla, pueblo, habla". En el 78 voté NO a la Constitución en el convencimiento de que monarquía y Democracia son sistemas políticos incompatibles y de que la ley de Amnistía del 77 consagraba la ignominia del punto final impuesto por el franquismo como conditio sine qua non para disfrutar de la muy olvidada y casi desconocida Libertad. Mi nombre llegó a aparecer en una lista electoral y mi imagen en un cartel pidiendo el voto.

Desde entonces no he dejado de votar, con ilusión, convicción, decisión y una opción clara hasta 1986; con la nariz tapada, con dudas y rastreando la opción menos mala a partir de entonces. Esta Democracia, bastarda y adulterada en origen, induce a votar lo que menos perjudica ante la dificultad para hallar beneficios. Así lo decidieron las derechas política, económica, judicial y mediática desde que retomaron la vieja alternancia bipartidista y la corrupción como medios para garantizar la continuidad de los negocios que desarrollaban las élites en el franquismo. La figura de Juan Carlos I fue clave para ello.

El bipartidismo lleva cuarenta años vendiendo a la ciudadanía lo que hace mal el adversario en lugar de exponer sus propios programas, inconfesables, manipuladores y falsos siempre. Y lo llaman, tan frescos y ufanos, Democracia, llegando al cinismo de apellidarla "plena". En esas estamos, a las puertas de un gobierno nuevo o nuevas elecciones. No hay más. 

El Gobierno saliente ha demostrado en una legislatura marcada por crisis y desastres que se pueden gestionar crisis y desastres sin que pague siempre todas las consecuencias la mayoría más vulnerable

Contra todo pronóstico, el Gobierno saliente ha demostrado en una legislatura marcada por crisis y desastres que se pueden gestionar crisis y desastres sin que pague siempre todas las consecuencias la mayoría más vulnerable. Sin que encandile su propuesta para una hipotética nueva legislatura, lo hecho es, sin duda, mucho menos perjudicial para la sociedad que lo que hiciera el Partido Popular de Rajoy con la crisis financiera que gestionó: recortar servicios públicos y subir impuestos para regalar a la banca sesenta mil millones, vaciar la hucha de las pensiones y destruir empleo. No hay color.

Por una vez, la gestión del país ha favorecido laboral y económicamente a trabajadores y pensionistas, ha incrementado las exportaciones y ha reactivado el comercio haciendo que España lidere el crecimiento económico y la creación de empleo en Europa. Medidas adoptadas en España han sido implementadas por la CE para el resto de Europa mientras las derechas patriotas conspiraban en Bruselas para que España no recibiera Fondos Europeos, en una versión actualizada de su “¡Que se hunda España para que nosotros la rescatemos!”. Ha bastado hacer otras políticas… y no robar.

El Partido Popular ha asumido públicamente su compromiso con el ideario de extrema derecha en lugares donde ha accedido al poder, como lista perdedora, de la mano de Vox. Donde gobierna con mayoría absoluta también lo hace siguiendo la deriva ayusista impuesta por Aznar y Rodríguez. Para hacerse una idea de la realidad de la derecha, basta contrastar lo que hacen sus gobiernos autonómicos, locales y provinciales con lo que declaran en campaña electoral. Sin llegar a seducir, la opción de otro Gobierno de coalición es, a día de hoy, la menos dañina para el conjunto de la sociedad española.

Las derechas radicalizadas del PP ayusista y de Vox han abandonado el ideario liberal y se han entregado a la causa extremista neoliberal que asola al mundo. Sus programas son puro terror y por ello recurren a los bulos constantes para instalar el odio en la sociedad con la ayuda de la abrumadora mayoría de los medios de derechas y el concurso militante de una Justicia corrupta y vergonzosa que es un auténtico atentado contra la Democracia.

¿Y la ciudadanía? Bien servida va de pan, circo, populismo y odio en vena. Personas condenadas a la pobreza, incluso trabajando, aplauden y votan a quienes les roban la Sanidad y la Educación públicas, a quienes protegen a los especuladores de la vivienda, a quienes producen la inflación artificial, a quienes perdonan impuestos a saqueadores como la banca y las energéticas, a quienes les amargan la vida y la salud a diario, a quienes, en definitiva, engañan el hambre con un sucio trapo colorado y amarillo.

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Vero Barcina es socia de infoLibre.

Me estrené votando en el 76, muerto el asesino dictador, en el referéndum del pegadizo "Habla, pueblo, habla". En el 78 voté NO a la Constitución en el convencimiento de que monarquía y Democracia son sistemas políticos incompatibles y de que la ley de Amnistía del 77 consagraba la ignominia del punto final impuesto por el franquismo como conditio sine qua non para disfrutar de la muy olvidada y casi desconocida Libertad. Mi nombre llegó a aparecer en una lista electoral y mi imagen en un cartel pidiendo el voto.

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