Desvelando a los independentistas "charnegos"

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Juan Priego Romero

Vaya por delante que lo de charnegos lo escribo irónica y cariñosamente y, para los pocos que no sepan lo que esta palabra significa, les recordaré que así llamaban irónica y despectivamente en los años sesenta a los inmigrantes que llegaban a Cataluña, procedentes del resto de las regiones españolas, mayoritariamente de Andalucía.

Y no solamente los catalanes de pura cepa empleaban ese calificativo, sino también los mismos inmigrantes con sus demás prójimos.

¡Qué ironía!

Seguramente pensaban que así ellos subían un peldaño en el escalafón y se acercaban un poco más al estatus de catalán, catalán genuino.

Yo me pregunto, ¿de qué tendría que sentirse orgulloso cualquiera por ser genuino? Pero lo mismo me pregunto de los demás naturales de las distintas comunidades, de españoles, polacos americanos o alemanes. Quizás estos últimos, ante la patente barbarie cometida por los nazis no hace tanto, sean los únicos, exceptuando los pocos descerebrados que aún les quedan, que no se sientan orgullosos de su nacionalidad.

El siguiente escalón en el escalafón para los charnegosfue el del independentismo, en el que ya se volvieron “más papistas que el papa” y superaron con creces al propio Pujol y su prole, que utilizaban lo del independentismo según soplaba el viento para, bajo cuerda, forrarse descaradamente, como se ha ido demostrando fehaciente y lentamente en sus consecuencias.

Curiosamente, en mis tiempos de joven emigrante, conocí a muy buenos amigos catalanes (también emigrantes) y que no parecían para nada independentistas, que me aclararon muy bien por qué dos hermanos no podían remediar el hablar catalán entre ellos, lo mismo que para mí era imposible hablar con mi hermano de otra manera que no fuera en andaluz fullero, aunque los dos sabíamos el alemán.

En Alemania conocí a una niña cuatro años más joven que yo, que había sufrido lo de sentirse charnega y descendiente de andaluces en Barcelona y nuestros primeros tres hijos nacieron en Alemania, y me seguía preguntando, ¿qué culpa o qué mérito tenían ellos de haber nacido en Düsseldorf?

A mi vuelta en Andalucía, entré a trabajar en una famosa empresa catalana y genuina como era Gispert S.A., que a los veinte años terminó siendo americana, después de pasar por ser holandesa.

¿Lo veis, dónde está lo del nacionalismo?

Yo creo, sinceramente, que la mayoría de los charnegos independentistas tendrían que hacérselo mirar seriamente o ir al psicólogo y dejar esa quimera de ser catalanes genuinos como los Pujol, que no querían emparentarse con los charnegos… ¡A no ser que quisieran ser tan millonarios como ellos, aunque fuese de la misma manera…! Un remedio muy eficaz para curarse de ese mal del nacionalismo sería emigrar unos añitos a Senegal, por ejemplo, y tener que volver a Europa en patera…

Seguro que quedaban curados ipso facto de ese mal.

Juan Priego Romero es socio de infoLibre

Vaya por delante que lo de charnegos lo escribo irónica y cariñosamente y, para los pocos que no sepan lo que esta palabra significa, les recordaré que así llamaban irónica y despectivamente en los años sesenta a los inmigrantes que llegaban a Cataluña, procedentes del resto de las regiones españolas, mayoritariamente de Andalucía.

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