La irrupción de Vox ha tenido, al menos, tres efectos relevantes: uno, que fragmentando el voto de la derecha ha medio desmantelado al PP al dar cobertura a los nostálgicos del franquismo que siempre han sido parte de su ADN y que ahora han aflorado; otro, que tanto ha contaminado las estrategias de PP y de Ciudadanos que, radicalizando sus discursos, se han comportado como sus socios naturales; y el tercero, que ha puesto en alerta y movilizado a una mayoría de españoles espantados ante la posibilidad de que esa ultraderecha franquista, fascista y ultranacionalista formara parte explícita o implícita de un gobierno de derechas.
El manifiesto leído en la concentración en la Plaza de Colón el 10 de febrero pasado en la que se reunieron los tres partidos de la derecha, terminaba exigiendo “al presidente del Gobierno la convocatoria inmediata de elecciones generales para que todos los españoles puedan decidir su futuro”. El 4 de marzo efectivamente se convocaron y este 28 de abril efectivamente los españoles hemos decidido nuestro futuro mandando a la oposición, por separado o juntitos, a esos mismos tres partidos.
Seguramente ha sido así porque los españoles —o sea, todos los electores que hemos ejercido nuestros derechos, no solo los de la plaza— no compartimos, como ellos creían, ni su diagnóstico apocalíptico ni su discurso ultranacionalista. Ese discurso del nacionalismo españolista que, al contrario, no ha hecho sino excitar aún más a los nacionalismos “periféricos”: tanto el nacionalismo catalán como el vasco han ganado escaños, los primeros pasando de 17 a los 22 actuales; los segundos, de 7 a 10. En Cataluña, el trío de Colón se ha quedado en siete diputados —cinco Cs, uno PP, que pierde cinco, y uno Vox; en el País Vasco, dos tenía el PP y hoy no tienen nada. Un éxito, sin duda, de las tres derechas.
Queda aún por ver el efecto que estos resultados tendrán en las municipales, autonómicas y europeas del 26 de mayo. Y queda aún saber qué gobierno se constituirá y con qué apoyos. Lo que ya sabemos es que los españoles hemos rechazado el discurso agresivo y la impertinencia de los tres abanderados.
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Jesús Pichel Martín es socio de infoLibre
La irrupción de Vox ha tenido, al menos, tres efectos relevantes: uno, que fragmentando el voto de la derecha ha medio desmantelado al PP al dar cobertura a los nostálgicos del franquismo que siempre han sido parte de su ADN y que ahora han aflorado; otro, que tanto ha contaminado las estrategias de PP y de Ciudadanos que, radicalizando sus discursos, se han comportado como sus socios naturales; y el tercero, que ha puesto en alerta y movilizado a una mayoría de españoles espantados ante la posibilidad de que esa ultraderecha franquista, fascista y ultranacionalista formara parte explícita o implícita de un gobierno de derechas.