Gracias a Dios...
Esta es una expresión que a veces usamos aquellos para quienes, sin ser creyentes, refleja un sentir o un vocabulario muy trascendido en nuestra vida. Si nos sale algo bien nos sale la frase que todo el mundo entiende. Y yo no es que no crea en algo, porque a mis años ya me creo (o no) demasiadas cosas que circulan, sino que cada día que pasa, viendo el espectáculo en que se ha convertido el mundo, necesito salirme del espacio materialista y egoísta total en el que veo a una gran parte de la humanidad y de la política que todo lo inunda. Necesito entregarme a mi propio intimismo, o llamémosle espiritualidad, incluso llegando a meditar sobre la inacción de una Iglesia católica que no quiere ponerse al día para no perder su puesto en el mundo.
Por eso, creo que es necesario hoy en día recuperar esa parte positiva de lo que nos dejó la Iglesia en arte, en cultura o en valores. Nos tenemos que emocionar aún al escuchar las Pasiones o las Cantatas de Bach porque nos llevan a ese mundo intimista de unirnos a algo inanimado pero que puede llegar a nuestros sentimientos. Y eso es lo que la religión podría ir cambiando para recuperar a esa juventud que se ve alejada de ella por una tecnología que no te deja tener fe en lo que no ves y que es el alma de una religión, algo que necesita actualizarse.
Quizá el Papa Francisco hubiera sido capaz de liderar un cambio, pero en ese pequeño Estado Vaticano existen demasiados intereses ocultos para cambiar nada. Sin darse cuenta de que ellos mismos están hundiendo su razón de ser, pero quizá solo miren para sí sin ver el futuro.
Por todo ello pienso que la Iglesia, la católica principalmente –que es la que ha contado demasiados bulos, por llamar de alguna forma a la manipulación de la historia– es la que nos ha dejado cierta estela humanística, como la principal del comportamiento, que es la ética, en donde sus creencias nos hicieron pensar que podría haber un castigo y algo o mucho influyó en muchos seres humanos para comportarse de una manera sensata y con ciertos principios. Hoy eso ya no existe y todo se centra en el nuevo dios con otro trino llamado euro, dólar o yen, da lo mismo. Como ejemplo excesivo y triste podemos escuchar la conversación de Trump con Netanyahu sobre el posible resort a crear en una Gaza destruida y es triste ver a dos “líderes políticos”, por llamarlos de alguna forma, citar esa oportunidad con desprecio total a los seres humanos que allá viven comentando que "hay que limpiar aquello". Algo que también dijo hace muy poco y aquí cerca un tal Aznar que puede que hasta vaya a misa los domingos.
Por todo ello creo que, sabiendo de la utopía de esta idea, la Iglesia debería empezar a inventarse de nuevo aprovechando su lugar actual. Pero cambiando todo aquello que no es creíble y empezando a darle un sesgo más humano que divino, para acoger a jóvenes preparados que hoy hasta pueden votar a Trump o aquí a Abascal por un odio establecido en sus venas, creado por no conocer la historia bien. No soy yo un predicador ni sabría bien cómo encajar esta nueva Iglesia cristiana. Pero el legado de arte que nos deja es impresionante en pintura, en música… quien no siente un placer interior al escuchar a Bach, al mirar un cuadro de Velázquez o en extasiarse ante El Pensador de Rodin. Y ese arte, aunque haya sido realizado por alguien ateo, ha sido potenciado siempre por ese mundo que vivimos en donde se ha dado un valor a cosas que hoy se olvidan. Porque la cultura que hemos vivido los mayores parece que no se olvida. Chavales en la adolescencia están muy poco formados en filosofía, en arte, en historia… porque ahora todo lo ocupa la tecnología, y el materialismo derivado de ella. Y no seré yo quien reniegue de la revolución tecnológica, por sus avances increíbles para la humanidad, pero hay que dejar un espacio para la vida, para ti mismo y para saber pensar con personalidad. Si no, te conviertes en lo que desean hoy muchos poderosos, seres manejados al gusto, para votar lo que ellos desean y parecer que vivimos en democracias.
Se debe enseñar filosofía y ética desde el principio y que los niños sepan lo que es el comportamiento humano y la dignidad de la persona o la teoría del esfuerzo
Pero todo ello debe partir de un cambio escolar, de la educación desde los primeros años a chavales que deben saber algo de historia de la de verdad, no la que oculta realidades. Se debe enseñar filosofía y ética desde el principio y que los niños sepan lo que es el comportamiento humano y la dignidad de la persona o la teoría del esfuerzo. Hoy los muy jóvenes solo valoran lo que se ve en el móvil, que no creo sea lo mejor, y también los padres jóvenes deberían inculcar la importancia de la persona, del arte, de la cultura y de cierta religión que existía, pero quizá usada con términos actualizados. La unión de padres, de colegios y de una nueva Iglesia totalmente renovada debe recuperar a esos niños que hoy veo muy perdidos en su mayoría. Y hacerles creer en el mundo de la conciencia del intimismo y de la realidad de la vida.
Sé que escribo una utopía, pero ¿no es esto lo que deberían empezar a hacer los políticos con la Iglesia debatiendo con calidad y mente abierta? Sí, esto es otra utopía. Pero sin utopías desarrolladas el mundo se para. Lo vemos hoy.
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César Moya Villasante es socio de infoLibre.