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El indigenismo, ¿corriente peligrosa del comunismo?

Julián Lobete Pastor

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha manifestado, nada menos que en Nueva York, que el indigenismo es una corriente peligrosa del comunismo

Como en todos los mensajes propagandísticos de la presidenta, se cumple el precepto de Gustave Le Bon: “La afirmación pura y simple, desprovista de todo razonamiento y de toda prueba constituye un medio seguro para penetrar una idea en el espíritu de las masas. Cuanto más concisa sea la afirmación, cuanto más desprovista de pruebas y demostración, tanta más autoridad posee”. (Psicología de las masas, capítulo 3).

El mensaje electoral “Comunismo o libertad” se basaba en una definición de libertad que habrá conmocionado a Stuart Mill en su tumba, pero no se trataba de pasar un examen de liberalismo, sino de conseguir los objetivos definidos por Le Bon. 

Lo mismo ocurre con la afirmación sobre el indigenismo lanzada en Nueva York. Los pueblos indígenas tenían organizaciones sociales en las que la propiedad privada no tenía la importancia que tiene en nuestras sociedades; trabajaban sus tierras en forma comunal, pero no se puede afirmar que fueran sociedades comunistas y mucho menos de un comunismo tipo soviético.

¿Cuáles son hoy día los objetivos de los movimientos indígenas, de las comunidades indígenas que subsisten, construir una sociedad comunista?

Los indígenas de todo el mundo se darían por muy satisfechos si se hicieran efectivos los derechos consagrados en la Declaración de Naciones Unidas de septiembre de 2007 sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, declaración ratificada por 143 países, entre ellos España, con la oposición de Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, países que se distinguieron por la violencia extrema contra los pueblos indígenas.

El objetivo de la Declaración, que no es vinculante, es aplicar los derechos humanos a las peculiaridades propias de los pueblos indígenas, así de sencillo.

El artículo 7 de la Declaración señala que los pueblos y personas indígenas no serán sometidos a ningún acto de genocidio, violencia, incluido el traslado forzoso de niños del grupo a otro grupo. Este mandato supone un reconocimiento, al menos implícito, de que se cometieron  genocidios o violencias. Si está reconocido en una Declaración de Naciones Unidas, ¿por qué tanto miedo a reconocerlo explícitamente, al menos por los países más concernidos, entre ellos España?

Los pueblos indígenas no reclaman venganza o una vuelta a la situación anterior. El artículo 11 de la Declaración indica que los Estados establecerán mecanismos  de reparación y restitución de los bienes culturales, intelectuales, religiosos y espirituales de los que hayan sido privados sin su consentimiento ,¿será esto comunismo?

A pesar de la Declaración no se ha avanzado mucho en la consecución de los derechos expuestos en la misma. La Alta Comisionada de las Naciones Unidas declaró el 9 de agosto de 2020, con motivo del Día Internacional de los Pueblos Indígenas: “Debemos realizar un renovado esfuerzo para abordar el nefasto legado de injusticia histórica, discriminación y asimilación al que los pueblos indígenas se han visto sometidos a lo largo de los siglos”.

Por cierto, en esa fecha España recordó y reforzó su compromiso con los derechos establecidos en la Declaración de 2007, que compromete a todas las autoridades del Estado Español.

Reconocimiento de los hechos dolorosos pasados

El Papa Francisco coincidiendo  con  el aniversario de la independencia de Méjico, aunque sus palabras tienen validez universal, declaraba: “El fortalecimiento de las raíces debe hacerse a partir de una relectura del pasado teniendo en cuenta tanto las luces como las sombras que han forjado la historia del país. Este proceso lleva a un proceso de purificación de la memoria, es decir, reconocer los errores cometidos en el pasado, que han sido muy dolorosos , pidiendo perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones que no contribuyeron a la evangelización”.

Las claras y  oportunas declaraciones del Papa Francisco han suscitado la crítica de la presidenta de la Comunidad de Madrid, quizá más por hacerse notar, que por una convicción razonada del significado de las palabras del Papa.

Como ha señalado el historiador Jack Forbes, los vivos no son responsables de lo que hicieron sus ancestros, pero sí de la sociedad en que viven, que es el resultado de las sociedades pasadas. Asumir esa responsabilidad es un medio de supervivencia y superación .

Si aplicamos este razonamiento a  España, el reconocimiento de los hechos vergonzosos cometidos por nuestros ancestros, será un medio de superación. Empeñarse en sostener un concepto de Hispanidad, que no los reconoce, es anclarse en el pasado, permanecer en un espacio reaccionario.

La actitud y conducta  de la presidente de la Comunidad de Madrid, no tiene en cuenta la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas y supone una regresión de lo aceptado y apoyado por el estado español.

De esta forma, siempre nos llenará de vergüenza lo relatado por Colón en sus diarios en su primer encuentro con los arawaks: “No llevan armas ni las conocen… no tienen hierro y sus lanzas son de caña… serían unos criados magníficos… con cincuenta hombres los subyugaríamos a todos y con ellos haríamos lo que quisiéramos” (citado por Howard Zinn en su libro La Otra Historia de Estados Unidos).

Los arawaks fueron totalmente exterminados.

Julián Lobete Pastor es socio de infoLibre

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