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Inmigración, ¿dónde está el problema?

Fernando Luengo Escalonilla

El tema de cada día es la inmigración; en las tertulias, en los medios de comunicación, en todos los lados las consecuencias de las corrientes migratorias constituyen el asunto a debatir y todo lo demás pasa a un segundo plano. De este modo, cala en la sociedad que este es el gran «problema», por encima de cualquier otro, aunque la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas señale que, a título individual, las personas encuestadas no se sienten particularmente amenazadas y consideran que hay otros asuntos más relevantes.

Los partidos fascistas y, en general, las derechas felices (porque están ganando) consiguen imponer su agenda, porque también cala que las personas migrantes representan una amenaza: para nuestra seguridad, para nuestros empleos, para la sostenibilidad de los Estados de bienestar… y para nuestro modo de vida.

Las denominadas izquierdas, a la defensiva. Pretenden hacer compatibles políticas que, en lo fundamental, consisten en levantar muros y entregar recursos a gobiernos autoritarios para que se encarguen de retener y castigar a las personas que pretenden alcanzar las costas europeas, con un discurso consistente en afirmar que «necesitamos la inmigración» para sostener nuestras economías.

Por supuesto, aquí hay un debate económico trascendental, relacionado con el envejecimiento de las pirámides poblacionales europeas y el papel de los ingresos y gastos de las personas migrantes en nuestro modelo de crecimiento. Esto es evidente y hay que decirlo. Desde esta perspectiva, sin su concurso, las economías española y europeas son más débiles y su crecimiento hubiera sido menor que el realmente registrado. Insistir en este punto es muy necesario para aclarar las cosas.

Los partidos fascistas y, en general, las derechas felices (porque están ganando) consiguen imponer su agenda, porque también cala que las personas migrantes representan una amenaza

Pero afirmar que necesitamos a personas migrantes para que nuestras economías funcionen me parece, además de insuficiente, hipócrita. ¿Para qué son necesarias? ¿Para que trabajen en las explotaciones agrarias sin contrato, recibiendo unas retribuciones de mierda y trabajando un número infinito de horas? ¿Para que cuiden a nuestros mayores en las residencias y en nuestras casas por cuatro perras? ¿Para que limpien nuestros hogares en condiciones salariales y de horario infames? ¿Para que se incorporen como trabajadores precarios a la construcción? ¿Para que cuiden de nuestro ocio y nos atiendan en los bares, restaurantes y hoteles en condiciones igualmente lamentables? Todo ello ignorando que muchas de estas personas viven en condiciones de hacinamiento intolerables y a menudo son objeto de un continuo hostigamiento policial.

¿Necesitamos la inmigración para que nuestra economía funcione? Para que lo haga esta economía, construida sobre una desigualdad creciente, sí, es necesaria. Pero las izquierdas, esas izquierdas que se sienten cómodas en el discurso de la economía convencional y que carecen de una hoja de ruta para cambiar las cosas, simplemente no pueden instalarse en el planteamiento de necesidad, porque lo que realmente necesitamos son políticas que combatan la creciente desigualdad y es en ese contexto donde hay que situar el debate de las migraciones.

Y también, por supuesto, son imprescindibles políticas dirigidas a los países del Sur (lo que nos queda más cerca es el África Subsahariana) destinadas a mejorar las condiciones de vida de la población; actuar sobre la deuda externa, el cambio climático, el hambre, las guerras, las políticas extractivas de signo neocolonial , la ayuda al desarrollo… Porque es aquí donde residen las causas de fondo de las grandes corrientes migratorias Sur/Norte. ¿Qué se hace al respecto? ¿Qué hace Europa? ¿Y el gobierno español? No me alargaré en la respuesta: nada de nada.

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Fernando Luengo Escalonilla es socio de infoLibre.

El tema de cada día es la inmigración; en las tertulias, en los medios de comunicación, en todos los lados las consecuencias de las corrientes migratorias constituyen el asunto a debatir y todo lo demás pasa a un segundo plano. De este modo, cala en la sociedad que este es el gran «problema», por encima de cualquier otro, aunque la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas señale que, a título individual, las personas encuestadas no se sienten particularmente amenazadas y consideran que hay otros asuntos más relevantes.

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