Los jueces y el resto
Hace muchos años que una mayoría de españoles soñamos con la verdadera democracia. Pero para ello tendríamos que incorporar una cierta neutralidad a los poderes que intervienen en ella. Los más importantes, los medios de comunicación y la judicatura, obviamente con un poder político basado en los votos.
Pero el problema español es que los dos primeros citados están en manos de una derecha que no es un partido político. Me refiero al PP, porque Vox solo existe para destruir. El PP es un conjunto de franquistas, una mayoría de los cuales juega en el mismo equipo que los grandes poderes económicos, haciendo el trabajo sucio correspondiente. O sea, evitar que la izquierda haga su trabajo. Exclusivamente. El entrenador del equipo ya no es Franco, obviamente, pero tiene un poder absoluto en unos jueces nombrados a tal efecto que hasta ahora no figuraban como activistas, porque la izquierda no pudo ejecutar una labor social adecuada a su sentir.
El problema ha sido la llegada de Sánchez, un hombre que quiere incorporar a España a lo que es realmente actual, con políticas cercanas a lo que representa Europa, incluyendo una derecha económica sensata. Pero eso no se entiende aquí. Porque si eliminas los problemas en Catalunya, ¿qué le queda al PP para hacer política, una vez que a ETA ya se la venció? Porque estar todo el día hablando de ETA y los bilduetarras comunistas y bolivarianos ya no vende tanto. El abuso aburre.
Los jueces ejercen de activistas, dispuestos a todo menos a obedecer a su obligación deontológica de neutralidad
Y ese es el problema de un partido al que solo le interesa la España poderosa que a ellos les beneficiará algún día por su trabajo sucio. Un trabajo en el que se oponen a cualquier cosa para seguir en el poder. Para ello, los jueces tienen que ejercer de activistas, como demuestran cada día García Castellón, ya jubilado, Peinado, Aguirre, Piñar y cía, conjunto de ellos que todos conocemos bajo un CGPJ ahormado para ello. Y que están dispuestos a todo menos a cumplir su obligación deontológica de neutralidad. Así, buscan y rebuscan en toda la familia Sánchez, pero jamás los veremos investigar las “hazañas” de Mazón o la riqueza de algunas familias, como Aznar y varios poderes del partido ya retirados. Ejercer como pegadores de cartel, pero con un poder omnímodo. Y todo eso manejado desde la atalaya de Miguel Ángel, ese enviado de Aznar para dar la cara sucia.
Para solucionar el tema solo queda un gobierno muy limitado a la hora de aprobar las leyes necesarias para hacer un reparto paritario dentro de la institución. Ahora es imposible. Habría que contar con una mayoría clara que hoy no existe por culpa de un Puigdemont que está completamente decidido en su unión al PP, que hoy podría darle la amnistía de inmediato sin que nadie fuera a la calle Génova a rezar el rosario ni salieran medios a poner el grito en el cielo. Todos callarán e, incluso, puede que hablen catalán en la intimidad. Tardará unos meses, pero ocurrirá seguro.
Todo ello apoyado por una izquierda extrema que tampoco se da cuenta de que si no empuja en la misma dirección aquello caerá por su peso. Lo veremos en unos meses. A no ser que surja el milagro Sánchez. Pero que ya sería milagroso ganar a un Goliat ayudado por un Podemos que aún no despierta de su sueño, que en estos tiempos de prefascismo no puede caber. Aunque en muchas cosas que dicen tienen razón, pero hay que adaptarse a lo posible. Ojalá me equivoque en mi pesimismo.
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César Moya Villasante es socio de infoLibre.