Manifestación

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Verónica Barcina Téllez

Llevaba un peluco hiperbólico con correa metálica y una llamativa capa de barniz dorado. Hacía juego con la esclava, de eslabones tallados y “Yesica” grabado en la placa, y la cadena barbada con eslabones de 18 milímetros que pedía a gritos un candado. En las orejas, dos faros en plan Cristiano Ronaldo bajo un peinado a lo Neymar con rapado y pelo teñido de amarillo pollito sobre las cejas negras. El chándal era un Nike falsificado y las zapatillas con talón dorado las vendía Abdul por las calles y en los bares donde lo dejaban.

Lo acompañaba la Yesi, pestañas y uñas postizas, decorado ocular estilo egipcio, pelo rubio de bote cogido en una cola que le hacía un lifting facial, varias manos de afeites en la cara, chándal y zapatillas a juego con las de su Enzo y un bolso Bimba y Lola dorado también de Abdul. Se sentaron en la mesa más cercana a la de una competida partida de dominó: 19 a 18 perdían Manolo y Antonio después de siete manos bajas de puntuación.

Las paredes de Casa Manolo animaban a participar en dos manifestaciones ya pasadas desde sendos carteles, uno por la paz en Gaza y el otro, más reciente, por el 1 de Mayo. Desde el comienzo de la partida, Antonio se quejaba de la escasa afluencia de público a la del Día del Trabajo y de la elevada edad media de los asistentes. Jugadores y mirones debatieron sobre las posibles causas, desde la deriva cuasi funcionarial del viejo sindicalismo y la acción funcionarial del nuevo, hasta el individualismo juvenil, pasando por los escándalos económicos y políticos de UGT y CCOO y su acoso político y mediático.

Un jugador, apuntando con la ficha que iba a poner a su compañero, se refirió a la apática y tímida respuesta de las universidades españolas respecto a Gaza en comparación con las americanas y alguna europea

“¡¿Qué se va a esperar de unos tíos que se hartan de mariscos y coca con los dineros del paro?! —espetó Enzo desde su mesa”. Las miradas de jugadores y mirones vieron al del chándal y los oros retrepado en la silla con una mano sosteniendo el Cacique cola de las cinco y media y la otra metida en el pantalón del chándal de la Yesi por atrás. Los de la partida volvieron los ojos a las fichas, pero un mirón no pudo reprimir el comentario, “El daño que está haciendo First Dates”, ante las sonrisas comedidas de los demás.

Un jugador, apuntando con la ficha que iba a poner a su compañero, se refirió a la apática y tímida respuesta de las universidades españolas respecto a Gaza en comparación con las americanas y alguna europea. “Los universitarios reflejan más que nunca la sociedad: el individualismo egoísta manda —repuso Manolo—. Ya ni Filosofía y Letras…”. “Eso sí, Derecho sigue lleno de fachas —completó otro mirón”. “La sociedad se ha rendido al plástico y al postureo y la juventud ve la guerra como una película —dijo el tercero”. “¡Vaya, ahora parece que hay que apoyar a los terroristas —se oyó chillona la voz de Yesi”.

Manolo, volcando sus fichas bocabajo, pausó la partida, giró el cuerpo para encarar a la pareja, los miró despacio y preguntó con flema: “¿Vosotros hacéis algo por los demás, por vosotros mismos, algo para mejorar la vida y la sociedad?”. “Desde luego, perder el tiempo en manifestaciones, seguro que no —respondió la Yeni”. “¿En qué trabajáis, si puede saberse? —continuó Manolo”. “Yo hago las uñas —dijo mostrando orgullosa los apéndices horteras—. Y mi Enzo es de Glovo —señaló a su pareja con una uña infeliz”. “¿Y cotizáis? —intervino Antonio”. “¿Para qué?, ¿para que se lo lleven los sinvergüenzas del gobierno? —desafió Enzo sin abandonar la pose espatarrada ni sacar la mano del culo de ella”.

La partida siguió desganada y Antonio soltó la presión en voz alta para ser oído: “¿Para qué manifestarse? Los jóvenes de los felices 20 mandaron a sus hijos y nietos a la guerra mundial, a Vietnam, a Corea… a ritmo de fox–trot; los de hoy, lo hacen a ritmo de reguetón”.

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Verónica Barcina Téllez es socia de infoLibre.

Llevaba un peluco hiperbólico con correa metálica y una llamativa capa de barniz dorado. Hacía juego con la esclava, de eslabones tallados y “Yesica” grabado en la placa, y la cadena barbada con eslabones de 18 milímetros que pedía a gritos un candado. En las orejas, dos faros en plan Cristiano Ronaldo bajo un peinado a lo Neymar con rapado y pelo teñido de amarillo pollito sobre las cejas negras. El chándal era un Nike falsificado y las zapatillas con talón dorado las vendía Abdul por las calles y en los bares donde lo dejaban.

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