Palabras huecas, falsas disyuntivas y caos idiomático

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Francisco Javier Herrera Navarro

Fue a Iñigo Errejón —a quien habrá que reconocer su inteligencia creadora como introductor de neologismos políticos— a quien primero escuché hablar de “significantes vacíos”; un concepto que hábilmente aplicado en la primera etapa de Podemos (¡qué pena no hubiera continuado por ese camino!) a términos como “casta”, “los de arriba” y “los de abajo” e incluso “democracia” o “patria” convulsionó de tal modo nuestra tan depauperada jerga política al uso que a punto estuvo de trastocar los cimientos ideológicos sobre los que se sustentaba el por ellos llamado “régimen” procedente de la Constitución del 78. Pues lisa y llanamente de lo que se trataba -siguiendo Errejón en eso a Ernesto Laclau y a Chantal Mouffe— era exactamente de eso: de producir un cambio en el discurso hegemónico existente en base a subvertir los significados ideológicos habituales y lograr una praxis política acorde con dicha decisión hegemónica.

Efectivamente, las palabras con “significantes vacíos” son tan polisémicas que cada cual puede interpretarlas a su antojo, por lo que pueden tener tantas acepciones o significados como sujetos pensantes las utilicen, por lo que son proclives al “totum revolutum” y por consiguiente a la confusión más obtusa y en última instancia a la falsedad y a la transmisión de mensajes intencionadamente erróneos. Esa es la causa del tremendo caos babélico en el que nos encontramos y del tremendo descrédito en que ha caído el concepto de “verdad”, asediado por infinidad de bulos y mentiras al objeto de disminuir su efecto de solidez y eficacia en la comunicación lógica y el sentido común del pensamiento humano.

Sin entrar en las reflexiones filosóficas, lingüísticas y teóricas a que nos puede llevar el profundizar en dicha problemática, hoy tan acuciante, lo que me interesa ahora es sólo señalar la vacuidad que se desprende del uso de la palabra “libertad” en su uso disyuntivo con “comunismo” a manera de eslogan arrojadizo en la mente del elector madrileño de cara a una elección que se supone, curiosamente, libre, según la oportuna ocurrencia de la innombrable presidenta de la Comunidad de Madrid.

Si existiera un ranquin de significantes vacíos mucho me temo que la palabra “libertad” tendría un lugar de privilegio porque sus campos de aplicación, tratamientos históricos y significados culturales son tan amplios que cada cual podría aplicarla de una manera distinta en el plano individual, así como en el plano colectivo. En el caso de “comunismo” la vacuidad es menor al ser un término más reducido a unos procesos históricos y regímenes políticos más concretos, aunque priva en él una generalización errónea ya que los únicos referentes estrictos como tales ahora mismo (y con matices diferenciales) serían Corea del Norte, China, Cuba y Venezuela.

Sin entrar en más detalles, lo que se pretende es la identificación de Podemos y del candidato Pablo Iglesias con esos regímenes, algo en sí mismo absurdo, ya que una cosa es el ideario político de una formación y otra cosa la puesta en práctica del mismo, algo en sí mismo impensable dentro de nuestro actual sistema democrático. Pero el oponer a ese concepto inicialmente impreciso otro como “libertad”, de contenido aún más universal, sólo coadyuva a interpretar que quien emite esa disyuntiva es el que detenta el monopolio del significado que ostenta la palabra “libertad”, lo cual es rotundamente aún más falso que el término anterior, con lo que en este caso el emisor está trasladando un mensaje en forma disyuntiva que es en sí mismo hueco y por lo tanto inexistente; ya no se trata de elegir entre significantes vacíos con mayores o menores dosis de realidad sino entre palabras huecas que sólo significan en el nivel más primario de conocimiento como entes abstractos vacíos de cualquier contenido.

Pero es que además tampoco se le da un “significado preciso” a ese significante vacío de la palabra “libertad” (lo que supondría según Laclau tomar una “decisión hegemónica”) sino que se trata simple y llanamente de una “apropiación” sectaria de dicha palabra por parte del emisor como si la libertad en su sentido más auténtico sólo pudiera ser garantizada por el Partido Popular que cobraría sentido en oposición a una supuesta y más que probable (es lo que se infiere del mensaje, caso de que ganara Pablo Iglesias) amenaza del “comunismo”; lo que puesto en boca de una persona que considera que el fascismo es estar en el lado bueno de la historia no deja de ser un sarcasmo si no fuera por el desparpajo chulesco y la atrevida ignorancia de su irresponsable proferidora.

Que tal espíritu apropiacionista y rapiñador de conceptos universales sea patrimonio de la ultraderecha y de un partido (esencial y sistémicamente) corrupto, no deja de ser un síntoma preocupante del caos idiomático en el que nos encontramos inmersos y en consecuencia de un pensamiento igualmente caótico, así como de una realidad política que camina a pasos agigantados hacia una deriva irreparable. De ahí a la creación artificial de un caldo de cultivo, propiciado por luchas ideológicas en torno a palabras huecas, disyuntivas inexistentes y símbolos igualmente huecos, sólo hay un paso que lleva inexorablemente a un nuevo fascismo.

Francisco Javier Herrera Navarro es socio de infoLibre

Fue a Iñigo Errejón —a quien habrá que reconocer su inteligencia creadora como introductor de neologismos políticos— a quien primero escuché hablar de “significantes vacíos”; un concepto que hábilmente aplicado en la primera etapa de Podemos (¡qué pena no hubiera continuado por ese camino!) a términos como “casta”, “los de arriba” y “los de abajo” e incluso “democracia” o “patria” convulsionó de tal modo nuestra tan depauperada jerga política al uso que a punto estuvo de trastocar los cimientos ideológicos sobre los que se sustentaba el por ellos llamado “régimen” procedente de la Constitución del 78. Pues lisa y llanamente de lo que se trataba -siguiendo Errejón en eso a Ernesto Laclau y a Chantal Mouffe— era exactamente de eso: de producir un cambio en el discurso hegemónico existente en base a subvertir los significados ideológicos habituales y lograr una praxis política acorde con dicha decisión hegemónica.

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