Patrias

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Juan José López

En estos días de tan negros presagios y de tan tristes realidades, nadie parece reparar en hasta qué punto ha resultado cierto el axioma atribuido a Samuel Johnson: “El patriotismo es el último refugio de los canallas”.

Que nadie se ofenda por favor, al menos todavía. Hoy reflexionaré sobre algunos datos que en mi opinión le dan la razón, pero otro día podríamos valorar seguro otros aspectos, que tal vez nos lleven a estar en desacuerdo con la cita.

Por ser más precisos podemos distinguir entre patriotismo (amor a la patria), sentimiento noble sin duda e igualmente muy íntimo en cuanto a su intensidad, y patrioterismo. Y por tanto, también entre patriota y patriotero.

Patriotero es, según la RAE, el que “alardea excesiva e inoportunamente de patriotismo”, y añado yo, que generalmente suele tener motivos no confesables para ello.

Encabezando la patria, tenemos un partido político que gobierna, carcomido por una corrupción corporativa, sistémica y organizada. Y que en el problemón que nos ocupa, su único papel activo, no precisamente para la solución, se remonta al momento en que había un Estatut aprobado por el Parlament, por el Congreso de los Diputados y refrendado por los catalanes en un referéndum de verdad, (quien pudiera volver a ese punto, ¿verdad?), pero no pudo resistirse a la golosa tentación de rentabilizarlo en otras partes de España, y se echó a la calle. Campaña de recogida de firmas, recurso al Constitucional, connivencia con campañas de boicot a productos catalanes…

Y desde entonces, nada, ninguna iniciativa, si acaso la decisión–despreciando la opinión de la oposición– de armar al Constitucional con capacidad sancionadora, desnaturalizándolo de paso y generando lógico malestar en la Judicatura, cuando comprobaron cómo había crecido la bola, pues en muy pocos años el independentismo pasó de un escaso 20% a un 48% en la última encuesta fiable, las autonómicas de 2015, aún entonces nos dijeron impasibles que no eran mayoría, ¿les parecerían pocos?

Enfrente, a la vanguardia de la pàtriapàtria, un partido político que también gobierna, tan afectado por la corrupción que ha tenido que cambiar hasta de nombre y con su máximo, y otrora icono intocable -y no solo en aquella pàtria, sino también en esta patria- junto a toda su familia, revelados como vulgares rateros, aunque con un botín descomunal en este caso.

Cada uno con su arsenal mediático a pleno rendimiento, con sus televisiones, con sus TV3 y sus TVE por citar medios que pagamos todos, y a los que se les supone y considera un servicio público –menudo servicio nos han hecho– largando propaganda, medias verdades y mentiras enteras. Inoculando el fanatismo propio y el desprecio ajeno: “España nos roba”, “viviremos mucho mejor” y, “ya bajará el soufflé”, “solo son un puñado de radicales”. Por cierto que unos y otros no tuvieron ningún problema en ayudarse mutuamente para retomar, cada cual, el control omnímodo y bochornoso en sus medios públicos respectivos.

Ambas corporaciones políticas, responsables además en su acción de gobierno de políticas austericídas, que han causado enormes sufrimientos a sus compatriotas. Incluso el señor Mas y CIU fueron alumnos aventajados, y adelantados, del señor Rajoy y el PP en la puesta en marcha y el alcance de las mismas.

A ambas les faltó tiempo para enarbolar histéricos sus banderas, y sus patrias, tratando de tapar con desesperación, sus vergüenzas.

Hace unos meses no sospechábamos siquiera que veríamos lo ocurrido en las últimas semanas, hace unas semanas no pensábamos en ver lo de los últimos días, ayer no creeríamos lo que estamos viendo hoy, y mañana… nadie sabe. En esta vorágine, en este ruido atronador y enajenante, con la posverdad adueñándose de todo. Con mucha gente cada vez más sobreexcitada, y muchas más absolutamente perplejas, ante situaciones casi todas delirantes, y todas ellas muy alarmantes.

Así vimos con estupor, a los unos saltarse el marco jurídico que les legitima, el Parlament, aprobando por sorpresa y a hurtadillas, en un solo día dos leyes, nada menos que para independizarse de España, y aplicando ratios de votos muy inferiores a las que exigen para otros acuerdos parlamentarios, ¿será porque les parece menos trascendente? Despreciando absolutamente a la oposición. Sin dar importancia, parece, a que en una supuesta nova nació, los catalanes a los que esta representa, la mitad por redondear, seguirán existiendo.

Y a los otros clamar, parapetados en fiscalías, tribunales constitucionales, y otras instituciones a las que antes han dejado huérfanas de credibilidad a fuerza de manosearlas impúdicamente. Y al anterior ministro del interior, organizando en primera persona una campaña de intoxicación sobre líderes políticos afines al procés.

A la actual presidenta del Parlament, insinuando abiertamente que los votantes de ciertos partidos son menos o peores catalanes. ¿Pero qué proyecto de país se puede tener en la cabeza con estas premisas?

Y al fiscal general del Estado, lanzando por los medios de comunicación insinuaciones y veladas amenazas, en un tono más propio de un parroquiano en una taberna.

Hemos visto unahHuelga general, subtitulada paro de país, copatrocinada por el Estado, pues la Generalitat forma parte de él, con subvención a los participantes incluida.

A los líderes de la autodenominada societat civil del procés, (Òmnium y ANC) megáfono en mano alabando a las masas por su pacifismo, subidos en el techo de uno de los varios coches de la guardia civil destrozados por la misma. Y sin darse por enterados del hostigamiento generalizado, incluso algún apedreamiento de agentes, ni tampoco de otro tipo de presiones, intolerables, que para ellos no existen, como la campaña repugnante de assenyalem-losassenyalem-los (señalémosles). Claro que con el ejemplo del mismísimo president incitando públicamente a interpelar personalmente a los alcaldes que no quieren saltarse la legalidad…

Hemos visto despedir a los guardias civiles que iban para Cataluña al grito espantoso de “a por ellos”, ¿quiénes serán ellos, para ellos? y lo que es peor a responsables políticos (entre otros al delegado del gobierno en Andalucía) diciendo que este espectáculo le había parecido emocionante. Y también a agentes del orden, es verdad que en situaciones complicadas, cantando como si fueran hinchas de futbol: “Yo soy español, español, español…”,

Hemos visto al cura de Calella que ha encabezado el manifiesto de otros 400 a favor del referéndum ilegal, diciendo que “ustedes nos están imponiendo una unidad que no es cristiana ni humana”, y esteladas en los altares, recuentos durante la misa, arengas políticas desde los púlpitos; dislates que hacían recordar otros tiempos y también al anterior presidente de la conferencia episcopal cuando decía que “la unidad de España es una cuestión moral”. Causa vergüenza ajena ver cómo agarran a Dios, y retorciéndole, tratan a zapatazos de meterlo en su equipo, en su patria. Cada uno en la suya, claro.

Y al president, reconociendo tranquilamente que se habían saltado la ley, y no solo la española, sino la catalana, y el propio reglamento del Parlament, e ignorado a los servicios jurídicos del mismo, todo porque era la única forma de hacer lo que quería. Señor mío, es que precisamente la democracia se basa en que no se hace lo que uno quiere sin más, eso se llama de otra forma. Es impactante e inexplicable verlo violar la legalidad sobre la que se sustenta su autoridad y arremeter contra el Estado al que representa.

Ante esta pesadilla, se hace necesario comentar algo que yo creía evidente: que los sentimientos son algo personal e intangible, muy respetables todos, y además son indestructibles, como las creencias, es aconsejable evitar que una exacerbación de los míos pudiera lastimar el de los otros. Y desde luego no sirven como instrumento político, ni para alcanzar pacto social alguno. Utilizarlos para ese cometido solo puede llevarnos al desastre.

En esta gravísima tesitura, estamos utilizándolos precisamente para lo que no sirven, y ni siquiera usamos otras herramientas paralelamente, además ya empezamos a arrojárnoslos unos contra otros, a no tener suficiente con los sentimientos propios, sino que comenzamos a sojuzgar los sentimientos de los otros, y puede que después necesitemos despreciarlos, y más tarde consideremos indispensable exterminarlos…lo mismo con las banderas, lo mismo con las patrias.

Con las cargas policiales el 10, ¿se consiguió algo nuevo en el desmantelamiento del referéndum ilegal? que estaba ya desarbolado en cuanto a sus elementos logísticos imprescindibles. Nada. La desproporción le ha parecido evidente a casi todo el mundo, incluido dirigentes de la UE y organismos de la ONU, pero la Fiscalía ya ha dictaminado lo contrario, y el presidente la ha calificado de ejemplar. Y puede que en esto radique un serio problema que impregna otras muchas cuestiones, en la enorme distancia que demasiado a menudo se abre entre legalidad y sentido común.

¿Nuestro ardor patriotero no nos deja distinguir entre un referéndum ilegal y ciudadanos que desde hace tiempo piden ser escuchados?, y por lo tanto se les trata como delincuentes. A la gente que piensa de buena fe que el desbloqueo solo puede venir votando, muchísima, es posible que no se le pueda convencer de lo contrario con ningún argumento, pero desde luego no se les convencerá a porrazos.

Tácticamente fue muy torpe, aunque no es lo más importante pues todos aquí van sobrados de tacticismos tramposos, porque rápidamente se utilizó como eje argumental para cubrir la insuficiencia y las carencias evidentes del referéndum, de todas formas e increíblemente, sus promotores valoran el ¿resultado? y actúan con total desparpajo como si hubiera sido impecable.

Y al hilo de la violencia policial, recordar también que a los mismos que ahora se empeñan en que las fuerzas de seguridad a su cargo miren para otro lado, reciban flores y bordeen la ley, con una temeridad de consecuencias imprevisibles, a esos mismos los vimos no hace tanto justificar los 120 heridos en el desalojo del 15M en Plaça Catalunya, a sus mandos diciendo en tono de burla que la resistencia pasiva no existía, responsabilizar a la mujer que perdió el ojo de un pelotazo, por pasar por donde no debía, o minimizando palizas brutales a detenidos en comisaria, que fueron juzgadas y condenadas, ¡¡e indultadas en dos ocasiones!! Y ¡¡por el Consejo de ministros de la otra patria!!

No hace mucho tampoco, que el Parlament fue rodeado por antisistemas protestando contra el Govern, con diputados agredidos y el president obligado a llegar en helicóptero. Tanto los promotores de aquello, que son hoy socios del Govern, y los que eran los destinatarios de aquella revuelta, ahora capitanean juntos a las masas.

Es metafísicamente imposible que la situación actual pueda durar mucho tiempo, me refiero a que las mismas personas estén a la vez en el Govern y en la revolución, que manden en la Policía y estén en las barricadas, que ignoren la ley que les legitima y pidan que se cumplan las suyas, suspendidas. Ahora bien, durará poco pero consecuencias habrá, ya las veremos y sufriremos. Aunque ahora algunos se froten las manos porque esto sirve a su interés, puede írsele de las mismas en cualquier momento. Es fácil sacar la gente a la calle pero es más complicado que vuelvan a casa con normalidad.

Si hasta en las cuestiones más domésticas e intrascendentes cuando nos dejamos llevar por las emociones nos volvemos egoístas y cabezotas, prefiriendo perder cosa antes de bajarnos del burro, imagínense cuando no se trata de una persona sino de masas, y además el asunto es de esta envergadura.

Cuando se arrincona la razón y se fía todo al patrioterismo visceral, nos convertimos en hooligans a los que todo les parece penalti en área contraria pero jamás verá ninguno en la propia.

Empiezan exigiendo apoyo incondicional, y al poco te afean el no ser suficientemente fervoroso, y más tarde te acusan de no serlo desde hace bastante tiempo, y en esta “depuración” siempre van triunfando las tesis de los más fanáticos.

Y si la realidad no fuera ya suficientemente incendiaria, los innumerables bulos que unos pocos prenden y todos propagamos en las redes, nos reafirman en nuestras posiciones, condensan nuestras filas y fortifican nuestras trincheras.

En esa espiral diabólica justamente nos encontramos y en estos escenarios nunca en la historia faltaron voluntarios para alimentarlas en beneficio propio, emponzoñándolo todo.

Cuando alguien trata de decir algo distinto, de poner un poco de cordura, es barrido automáticamente. Se despachan a mansalva etiquetas de “equidistante” para no tener ni que molestarse en escucharles -o conmigo o contra mí- que pronto son sustituidas por las de “traidor” a la patria, o a la pàtria, a la que prefieran.

Y así descubrimos un mal día cosas tan alucinantes, como que personas como JM Serrat o J. Marsé son ahora fascistas, botiflers, renegados y traidores, solo porque así lo han decidido els més patrioters. O que un futbolista de la selección española, posiblemente sería linchado por los más patrioteros españoles, si no lo protegiera - otra paradoja–, la guardia civil.

No me gusta nada ser agorero, pero no seríamos el primer país que en la Europa desarrollada y disfrutando de condiciones que sin duda envidiaría por lo menos el 90% del planeta, algunos se empeñan en mandarlo todo, y a casi todos, al carajo, por la patria. ¿todo por las patrias?

Llegados a este punto nuestro drama ahora es la sospecha de que aplicar la ley, y naturalmente la ley habrá que aplicarla, producirá tal vez engrosar las filas de los independentistas, con personas a las que deberíamos llevar años intentando convencerlas, que no vencerlas, dándole argumentos de los inconvenientes de ese destino.

Los políticos, incluidos president y presidente no hablan entre ellospresident, ni siquiera a través de emisarios, se responden en la prensa, atiborrándonos con declaraciones sin preguntas ¿No les parecerá que la cuestión lo merezca? Eso sí en sus comunicados dicen veinte veces, cuando es de los cortos, la palabra democracia.

Aunque todos, por supuesto, dicen hablar en nombre de una inmensa mayoría de catalanes, ignorando la premisa básica en democracia del respeto exquisito a la minoría.

En fin, los que ostentan las máximas responsabilidades actuando como los mas absolutos irresponsables, cuando no como verdaderos pirómanos.

¿Alguien cree que los que nos han traído hasta aquí -no solo pienso en Rajoy y Puigdemont- pueden, o acaso quieren, sacarnos de aquí? Pues la respuesta, por increíble que parezca es que sí, que muchísimos lo piensan, eso sí todos ellos alineados en perfecta formación, todos piensan que el suyo sí, y por supuesto a condición de que el otro quede, como poco, derrotado, vencido, humillado, sometido …. No se me alcanza cómo los que han estado fabricando el problema pudieran pilotar la solución.

Creo que a la vista de los hechos, si algo es indiscutible es que han fracasado estrepitosamente en su trabajo.

Creo sinceramente que la ciudadanía no merece a estos dirigentes políticos.

Pero si después de tanta mentira, tanto sectarismo, tanta imprudencia y tanta patria, el resultado fuera que desde el Ebro para abajo arrase Rajoy, y que en Cataluña arrase Junts pel Sí, o cualquiera de sus integrantes. Entonces tal vez esté equivocado y puede que sí nos los merezcamos. Porque si este presagio se materializara, y esperemos que al menos exista la ocasión, entonces la situación, ¿qué sería, mejor que la de ahora?

Con estas reflexiones, seguro que ya para algunos me he ganado a pulso el título de equidistante, y por extensión puede que hasta el de traidor. Por razones de naturaleza y vecindad, yo solo puedo serlo de una de las patrias. En Cataluña, las personas que pudieran compartir esta línea de pensamiento, y de pesadumbre, lo tienen aún peor porque serán traidores a las dos.

Así que de nuevo nos toca, precisamente a los sufridores de la situación tratar de solucionarla o al menos de no empeorarla.

Deberemos empeñarnos en no ofendernos con las ofensas que vuelan por doquier como puñales, tendremos que resistirnos a vernos arrastrado por los rebaños -aunque estos sean cada vez más numerosos pensemos que los pastores son en términos absolutos muy pocos- oponernos a que nos alisten, ni como patrioteros, ni como patrioters. Debemos tratar de entender las razones del otro y por supuesto respetarlo, y debemos exigirle verdad y mesura sobre todo al nuestro, y no debemos permitirle la demagogia ni a unos ni a otros.

Posdata: disculpen la extensión, pero mi Patria no merece menos. Merece el esfuerzo de razonar mis ideas, de explicarlas, y merece el esfuerzo de escuchar, con atención y respeto, las de mis compatriotas. _________________

Juan José López es socio de infoLibre

En estos días de tan negros presagios y de tan tristes realidades, nadie parece reparar en hasta qué punto ha resultado cierto el axioma atribuido a Samuel Johnson: “El patriotismo es el último refugio de los canallas”.

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