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Plagios

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Javier Paniagua

Está muy activa la denuncia a políticos de plagios en obras destinadas al ámbito académico. Así le ocurrió a la exministra de Sanidad, Carmen Montón, con su trabajo de máster. También al exrector de la Universidad Juan Carlos I, Fernando Suárez, y existen ejemplos en la República alemana de ministros que han tenido que dimitir por descubrirse que sus tesis doctorales estaban copiadas. En internet hay varias plataformas para descubrir el “copia y pega” de los diversos trabajos que presentan los alumnos en el proceso de su graduación o de los másteres. Se descubre la trascripción literal de lo que ya está publicado en las redes o en otros trabajos y libros, sin ninguna redacción propia y sin ninguna cita del autor o autores escogidos. El profesor responsable tendrá que valorar el porcentaje, mayor o menor, de lo copiado para darlo por válido o suspenderlo. Si un alumno hace, por ejemplo, un estudio de las guerras carlistas en el siglo XIX y se limita a una copia literal de un texto, sin ninguna reflexión, no puede obtener el apto. Pero si por el contrario ha ido introduciendo párrafos de otros autores, aunque no los cite, en un proceso de reflexión y análisis sobre lo que significaron aquellos acontecimientos, y se ve que ha estudiado el tema y le ha servido para tener un conocimiento del mismo, entonces el trabajo ha cumplido su objetivo y puede ser aceptado.

Otra cosa es cuando en un estudio científico de un artículo o un libro de investigación el autor hace uso de otras publicaciones sin citarlas, dándolos como propio de manera parcial o total. O cuando el estudio ha sido realizado por dos o más personas y una de ellas ha decidido que prescinde del acuerdo y publica lo que cree que es su aportación sin considerar que la totalidad de un trabajo conjunto es de todos los comprometidos, porque así ha sido aceptado desde principio. Hay ejemplos de ello: dos profesores de la Universidad de Zaragoza, Peiró y Pasamar, escribieron un primer libro como especialistas en la Historiografía española (Diccionario Akal de Historiadores españoles contemporáneos, Akal-2002). Estaba previsto un segundo volumen, pero entre ellos no hubo acuerdo y ninguno pudo publicar lo que consideraban de su propia cosecha porque en una obra conjunta no existe una parte de uno o de otro, a no ser que se especifique en capítulos independientes. En ningún caso publicar íntegramente lo que ya estaba maquetado eliminando lo que uno consideraba suyo porque en una obra conjunta todo lo escrito y aceptado es de ambos a no ser que uno realice otra con una redacción distinta por su cuenta. Profesores de Derecho Mercantil afirman que es causa de una querella civil que puede dar lugar a la retirada del libro y recibir una indemnización por los daños morales.

Pero otra cosa son los libros de texto para alumnos de la ESO, el Bachillerato o la universidad donde el objetivo fundamental es trasmitir con la mayor precisión y síntesis los contenidos de una materia para que el alumno tenga facilidad de asimilarlo. Los libros de textos están llenos de trozos de otros autores a los que, por lo general, no se cita porque no estamos en un estudio científico sino en un uso práctico para que el estudiante capte lo esencial de lo expuesto. Si uno encuentra un párrafo que aclara una cuestión mejor que lo que él pueda expresar mientras lo escribe lo usa en aras de la mejor comprensión. Si cogen libros de textos de cualquier asignatura encontrarán multitud de ejemplo. Y eso no deteriora la capacidad del autor, al contrario, indica que ha consultado diversos materiales y ha elegido lo mejor para los alumnos, sin que ello pueda ser calificado de plagio. Al igual que se hace en las explicaciones orales de seminarios o clases ordinarias. Peor es el caso de los que copian ideas redactándolas con su propio estilo sin citar de quienes son. Un profesor como Manuel Cruz, presidente del Senado, tiene obras de investigación y manuales de divulgación. Además, ha dirigido una colección de monografías asequibles al gran público de unos 40 pensadores de Historia de la Filosofía. Nada que ver con Newton, obsesionado porque Robert Hook (que descubrió la ley de la elasticidad) le copiara su Teoría de la Gravedad.

Javier Paniagua es socio de infoLibre

Está muy activa la denuncia a políticos de plagios en obras destinadas al ámbito académico. Así le ocurrió a la exministra de Sanidad, Carmen Montón, con su trabajo de máster. También al exrector de la Universidad Juan Carlos I, Fernando Suárez, y existen ejemplos en la República alemana de ministros que han tenido que dimitir por descubrirse que sus tesis doctorales estaban copiadas. En internet hay varias plataformas para descubrir el “copia y pega” de los diversos trabajos que presentan los alumnos en el proceso de su graduación o de los másteres. Se descubre la trascripción literal de lo que ya está publicado en las redes o en otros trabajos y libros, sin ninguna redacción propia y sin ninguna cita del autor o autores escogidos. El profesor responsable tendrá que valorar el porcentaje, mayor o menor, de lo copiado para darlo por válido o suspenderlo. Si un alumno hace, por ejemplo, un estudio de las guerras carlistas en el siglo XIX y se limita a una copia literal de un texto, sin ninguna reflexión, no puede obtener el apto. Pero si por el contrario ha ido introduciendo párrafos de otros autores, aunque no los cite, en un proceso de reflexión y análisis sobre lo que significaron aquellos acontecimientos, y se ve que ha estudiado el tema y le ha servido para tener un conocimiento del mismo, entonces el trabajo ha cumplido su objetivo y puede ser aceptado.

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