Los recuerdos tienen un valor incalculable para la mayoría de las personas, como también para muchos animales, entre los cuales el máximo exponente quizás sea el elefante, del que hoy sabemos su gran capacidad para recordar elementos vitales para su subsistencia.
En los humanos, gracias a su mayor inteligencia (con excepciones), se ha visto como paulatinamente esa capacidad natural se ha ido atrofiando, sustituyéndose poco a poco por la enorme evolución de los adelantos y la tecnología.
A pesar de todo, el ser humano no pierde esa maravillosa sensación de emocionarse con los recuerdos, tanto a nivel personal como colectivo, de cultivarlos y de trasmitirlos a través del habla y la escritura, si bien éstas van siendo también superadas por esos adelantos tecnológicos que no paran.
Yo tengo que reconocer que los recuerdos me apasionan conforme voy a mayor y que los tengo desde una edad difícil de creer que sea posible. Quizás sea gracias a mi abuela materna María, que me cantaba canciones y me contaba cuentos, los mismos que le oía contar a mis hijos y nietos, con su maravillosa memoria y bondad.
Cuando terminó mi etapa de emigrante, en la que también nos acompañó mi querida abuela, a la que ya había convertido en bisabuela, y ya rozando los treinta años, empecé a ordenarlos y escribirlos junto con los de aquellas personas que me acompañaron en el camino, enriquecidos con anécdotas, retratos con palabras y con fotografías y pudiendo constatar el gratificante efecto que producen también en los demás.
Así empezaba mi primer libro, que escribía a finales del siglo veinte sobre los recuerdos de mis vecinos y amigos de nuestro querido y añorado barrio cordobés, a pocos años después de la fatal posguerra civil en España:
A mis libros de Historias
Libros que contáis historias
de tiempos que ya pasaron
y son muchas las memorias
que siempre las recordaron.
Recién salidos de imprenta
con hermosos contenidos
que tendremos siempre en cuenta
de nuestros seres queridos.
Ya sois de papel con alma
vais a distintos destinos
e iréis repartiendo calma
andando nuevos caminos.
Os tratarán con afecto
o tal vez con frialdad
siempre seréis instrumento
que fomente la amistad.
Ya veremos algún año
la suerte que habréis tenido
sí os tienen como oro en paño
sin caer en el olvido.
A cada libro editado
le deseo de corazón
que lo lean con agrado
y que dé satisfacción.
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Y seguía…
Una historia que empieza en los años cuarenta del siglo XX y la escribe uno de sus protagonistas en los primeros años del siglo XXI, con la ayuda de la última tecnología como ordenadores, escáner y fotografía digital y con la colaboración de varios amigos y amigas, también protagonistas de esta historia que nunca se acaba…
El escritor, basado principalmente en sus experiencias y recuerdos personales desde niño y con una amplia memoria histórica, describe y retrata personajes reales y anécdotas, que reflejan fielmente lo que podría ser la historia de la inmensa mayoría de los críos y mayores de aquella época de la posguerra de 1936 en España, del hambre, la miseria, la escasez de todo y el estraperlo en los primeros años de la larga Dictadura del general Franco y de la emigración.
También es, sin duda, la historia de la amistad y del cariño, del ingenio ante las necesidades, de la sexualidad reprimida o de la fraternidad y la alegría como una manera de resistir mejor las adversidades, propiciada por la estrecha convivencia en aquellas casas de vecinos, con patios y servicios compartidos y veladas en común al aire libre y al fresco de las noches de la mayor parte del año, en aquellas inolvidables tertulias a las puertas de las casas, sentados en sillas de aneas o simplemente en el suelo de espaldas a la pared.
Todas las vidas tienen su encanto, con sus historias que dejan innumerables recuerdos, unos más frescos y otros no tanto, pero dispuestos para aflorar en cuanto se les ayuda lo más mínimo, enlazándose con los demás.
Todas son dignas en sí mismo y son únicas y entrañables por haberse desarrollado de una determinada manera, cuando pudieron haber sido de incontables formas diferentes.
Cada una lo es en función de sus circunstancias, del azar, de los pensamientos de cada uno, de sus sueños y fantasías, de las amistades con las que se relacionaron, de las lecturas que practicaron y de un sinfín de factores que rodean a cada ser, desde el momento en que nace, para ir forjando su propia historia, un verdadero tesoro de valor incalculable.
Nadie debería comportarse de manera altiva por determinados logros que haya podido conseguir a través de su particular camino por la vida y tendría que reconocer por lógica, la imposibilidad de controlar y menos aún dominar, toda esa infinidad de factores y circunstancias, que determinan el aparente éxito o fracaso, que por otra parte no suele ser definitivo como se desprende de antiguas y modernas historias reales.
Me gustaría haber leído más a los clásicos filósofos de siempre para poder citar con propiedad sus ilustres pensamientos, pero me conformaré por exponer los propios, animando a todos para hacer lo mismo, utilizando esa lógica natural que el ser humano posee.
Con ella, cada cual podrá entender y valorar mejor su propia historia, sus recuerdos, sus vivencias y el entorno que le rodea y con su propia fantasía podrá imaginarse ese futuro, siempre incierto que la vida nos pueda deparar, sin caer en la trampa de tanto iluso, futurólogo o vividor que pretenda predecirlo con mejores o peores intenciones.
Lo que sí es verdaderamente inamovible y valioso es nuestro pasado, además de entrañable, con esa perspectiva que nos da el tiempo al pasar, rodeando a las historias y personajes con un halo de nostalgia y cariño, que lo hace todo incluso más bonito de lo que pudiera haber sido, haciendo maravillosos los recuerdos del pasado de cada uno, más aún si estos son compartidos por igual por muchos, que así se sienten unidos por lazos de verdadera amistad y cariño.
Se puede constatar fácilmente cuando esto sucede, que nadie pone en duda esta riqueza personal y colectiva y que todos se emocionan por igual con esos recuerdos colectivos que los unen con aquellos tiempos, que pasan a ser sencillamente maravillosos…
A continuación, cuento una de las innumerables historias que de mi barrio se podrían contar; tantas como las vividas por cada uno de los vecinos que allí se criaron en las distintas épocas.
Esta es la mía personal, la que yo viví y como la llevo en mis recuerdos de infancia y juventud, más hermosa y mejor con el paso de años, como los buenos vinos.
Así lo terminaba en el 2007:
Recuerdos
Mucho escribo de recuerdos
que por mi mente pasean
poco de los sentimientos
que escondidos se recrean.
Cuando pienso en el motivo
si es que alguno ha de existir
me pregunto si yo escribo
para volver a vivir.
Al final yo me respondo
que a mí lo mismo me da
que el sentimiento es tan hondo
que estará bien donde está.
Pero en cambio las historias
que nos unen al amigo
yo las cuento en mis memorias
y las comparto contigo.
Juan Priego Romero es socio de infoLibre
Los recuerdos tienen un valor incalculable para la mayoría de las personas, como también para muchos animales, entre los cuales el máximo exponente quizás sea el elefante, del que hoy sabemos su gran capacidad para recordar elementos vitales para su subsistencia.