Que a la LOREG le hace falta una reforma es evidente, pero ni se lo plantean ante el gran número de cálculos que tendrían que hacer los políticos para medir la cantidad de poder parlamentario que cambiaría de color si ciertos detalles de la ley dejaran de ser los mismos.
La cosa tiene 'delito' pues, contando únicamente las urnas del Congreso desde el 15 de junio de 1977, más del 10% de los votos depositados se han quedado sin escaño o se han convertido, como por arte de magia “legal”, en escaños de los dos partidos que más condenas han recibido por casos de corrupción desde el 23F de 1981, por elegir la fecha de la única representación de aquella obra de teatro que muchos recordamos.
Es tontería pensar que un día llegarán reformas tan interesantes como la limitación de mandatos, las listas abiertas o que todos los votos valgan lo mismo
Por ejemplo, el PSOE ha recibido 175 escaños más en relación a los votos obtenidos según la justicia aritmética. Y el PP 141 más. Asientos en el Congreso que, en realidad, valen el doble, pues otros tantos son los que, por esa magia, han perdido las candidaturas perjudicadas por la LOREG a lo largo de las quince veces que hemos sido convocados a esa urna.
Con más equidad electoral, ambos protagonistas del bipartidismo habrían tenido que aprender a negociar a diestro y siniestro mucho más y mejor.
Pero, por muy necesario que sea alumbrar una ley electoral que respete un poco más la voluntad popular, ellos, los que deberían, no lo harán. Es tontería pensar que un día llegarán reformas tan interesantes como la limitación de mandatos, las listas abiertas o que todos los votos valgan lo mismo, que es lo mismo que aplicar el artículo 14 de la Constitución al sufragio universal, pues también es una “ley” la que lo ordena.
El problema que arrastramos es que un reino como el de España no se reconocería a sí mismo si no siguiera batiendo récords de inmovilismo legislativo de alto nivel porque algo tendrá que ver con esta “enfermedad”, digo yo y dicen muchas, aquel truco “de la ley a la ley” con el que se engañó a casi todos para transitar desde los inamovibles Principios Generales de Movimiento (unos 18 años de vigencia) a la “movible” Constitución del 78 (44 aniversario a punto), aunque solo bajo presión de la deuda con terceros.
Por eso, hoy he decidido ser realista y formular una propuesta posible pero que no asuste poniendo el sistema patas arriba y que, al mismo tiempo, sirva para mejorar la democracia y fortalecer el poder parlamentario, que bastante está perdiendo de credibilidad con casos como el del diputado canario Rodríguez, sin escaño por un auto del juez de “la puerta de atrás” manejada por el PP, y también sumando un poco más de desprestigio cada día al borrar del Diario de Sesiones cosas que se dicen para que parezca que no se han dicho.
La propuesta es la anunciada en el título: La persona que ocupe la presidencia del Congreso deberá ser elegida por sufragio universal en una urna diferente a las del Congreso y el Senado, a partir de candidaturas unipersonales avaladas por los partidos que concurran a las elecciones, o no, y de estos por separado o incluso formando coaliciones.
Y si en las mesas electorales sólo caben dos urnas, es muy sencillo: se suprime la del Senado y, además, nos ahorraremos un montón de dinero cada año.
Para que este artículo/propuesta de reforma electoral parcial no fuera un libro he tenido que dividirlo en varias entregas y por distintos motivos.
El primero, porque hay que definir los términos concretos de la reforma que se propone, con sus propias derivadas, así como la posibilidad de extender la propuesta a los parlamentos autonómicos.
El segundo, porque conviene hacer un repaso de la normativa vigente para exponer los cambios necesarios, y también las posibles soluciones sin cambios que convertirían en casi imposible comenzar la experiencia.
Y el tercero, porque al enunciar esta propuesta solo así podría nacer un debate interesante, siendo muy conveniente tener en cuenta las ideas que puedan exponerse. Podría ocurrir que cundiera la inquietud y alguien con mayúsculas tome nota.
Un penúltimo detalle.
Puede que Felipe VI se enfade, y mucho, por lo de colocar una urna para elegir a una sola persona para un cargo tan importante y tan parecido al de un jefe de todo el Estado. Sin problemas, majestad. Quítese usted la corona para siempre y presente su candidatura a presidir el poder parlamentario cada cuatro años.
Estaremos más tranquilos que ahora porque ese poder es el único que, por necesitar de la verdadera libertad para nacer, resulta imposible imaginar en cualquier país que no sea una democracia.
Continuará.
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Domingo Sanz es socio de infoLibre
Que a la LOREG le hace falta una reforma es evidente, pero ni se lo plantean ante el gran número de cálculos que tendrían que hacer los políticos para medir la cantidad de poder parlamentario que cambiaría de color si ciertos detalles de la ley dejaran de ser los mismos.