Si yo fuera Pedro Sánchez...

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Felipe Domingo Casas

El juez Peinado es un atrevido. Un osado. A sus años, próximo a la jubilación, no tiene nada que perder y muy poco que ganar. Y con todo eso no se ha parado en barras. Conoce perfectamente que el presidente del Gobierno, marido de Begoña Gómez, “está dispensado de la obligación de declarar contra su esposa”, como la Ley de Enjuiciamiento Criminal dispensa a todos los maridos o esposas. El juez Peinado conoce perfectamente que el presidente del Gobierno puede declarar por escrito como testigo, cuando haya podido conocer hechos “conocidos por razón de su cargo”. Y, sin embargo, “se lía la manta a la cabeza” y, como si fuera la Audiencia Nacional, quiere plantarse en el Palacio de la Moncloa con cámaras y tecnología apropiada, residencia de su cargo constitucional.

Se requiere mucho atrevimiento para que el Juez Peinado se presente en el Palacio de la Moncloa con su cartera llena de papeles, haciendo el paseíllo, como si fuera un ministro recién nombrado, pararse en la escalinata y fotografiarse ante cientos de fotógrafos, prestos a obtener su imagen con sus cámaras de alta definición.

Me imagino a esa hora a Feijóo, Cuca Gamarra, Tellado, Borja Sémper y demás, pegados a la televisión en la sede de Génova, pagada con dinero negro, gozosos, viendo esas imágenes, como si fuera un vídeo de Rodríguez de la Fuente mostrándonos los hábitats de sus amigos los lobos.

Si yo fuera Pedro Sánchez invitaría al Juez Peinado a conocer primero y dar un paseo por los jardines de la Moncloa. Le llevaría al jardín de la Fuente, donde se reunía Antonio Machado con Pilar de Valderrama, la famosa Guiomar, como dos enamorados

Si yo fuera Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, recibiría al juez Peinado en los bajos de la escalinata del Palacio de la Moncloa, como si fuera el amigo más íntimo de un primer ministro de un país aliado, pongamos, por ejemplo, a Olaf Scholz o Kamala Harris, necesitada en estos momentos de ayudas muy amplias para impulsar su candidatura del partido demócrata a la Presidencia de EEUU.

Si yo fuera Pedro Sánchez invitaría al juez Peinado, como un caballero respetuoso con otro poder del Estado, a conocer primero y dar un paseo por los jardines de la Moncloa. Y le llevaría al jardín de la Fuente, que no sería el primero, pues lo hizo con Quim Torra, con buenos resultados, donde se reunía Antonio Machado con Pilar de Valderrama, la famosa Guiomar, como dos enamorados. Si pudiera ser, invitaría por un rato a Ian Gibson, detective de ese rincón, para que recitara, mientras se miran a los ojos: “En un jardín te he soñado/alto, Guiomar sobre el río/jardín de un tiempo cerrado/con verjas de hierro frío”. Con su mediación, sellarían Pedro y Peinado una amistad eterna, que no es incompatible con la separación de poderes que nuestra Constitución y la democracia demandan.

De vuelta a la residencia de la Moncloa, si yo fuera Pedro Sánchez, le mostraría la sala donde el Gobierno celebra los consejos de ministros, le llevaría a su despacho, le mostraría la foto de sus hijas, foto que no faltará, y después de un apretón de manos, sincero y cordial, le despediría, deseándole una jubilación larga en las tierras de Ayuso.

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Felipe Domingo Casas es socio de infoLibre.

El juez Peinado es un atrevido. Un osado. A sus años, próximo a la jubilación, no tiene nada que perder y muy poco que ganar. Y con todo eso no se ha parado en barras. Conoce perfectamente que el presidente del Gobierno, marido de Begoña Gómez, “está dispensado de la obligación de declarar contra su esposa”, como la Ley de Enjuiciamiento Criminal dispensa a todos los maridos o esposas. El juez Peinado conoce perfectamente que el presidente del Gobierno puede declarar por escrito como testigo, cuando haya podido conocer hechos “conocidos por razón de su cargo”. Y, sin embargo, “se lía la manta a la cabeza” y, como si fuera la Audiencia Nacional, quiere plantarse en el Palacio de la Moncloa con cámaras y tecnología apropiada, residencia de su cargo constitucional.

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