Universos paralelos: hablamos otro idioma
Deberíamos disponer de un diccionario que tradujera el lenguaje usual al judicial y viceversa, el viceversa tampoco le vendría mal a los que tienen que emitir resoluciones y sentencias que podrían añadir un apéndice para que el respetable se pudiera aclarar. Seguro que nos ahorraría no pocas discusiones estériles. Y siendo más ambiciosillo y remedando de manera chusca al Presidente Suárez, hacer normal en lo judicial lo que ya es normal en la calle.
Recuerdo un auto de un juez sobre un asesinato en que el autor había dado veinte o treinta puñaladas a la víctima. En él se aseguraba que no había habido ensañamiento, creo que argumentaba que como la primera cuchillada le había causado la muerte, lo que pasó después carecía de interés (judicial, por supuesto). Me vino enseguida a la memoria la letra de un conocido corrido mejicano: “El día en que la mataron Lupita estaba de suerte, de diez tiros que la dieron, no más que uno era de muerte”. También pensé en cómo a la ciencia no le ha sido fácil determinar la forma en que se puede asegurar que una persona ha fallecido, desde el vaho que se condensa en un espejito al encefalograma plano de un cadáver. La ciencia no sólo no tiene problema en cambiar, sino que cambiar está en su esencia. Muy difícil debe de resultarle a un asesino saber cuándo ha muerto la persona a la que está apuñalando en el fragor de la faena y supongo que tampoco debe de ser sencillo para un juez meterse en la mente del homicida para conocer lo que sabía o no en ese momento. Vamos, que la sentencia se acaba metiendo en camisas de once varas.
Parece ser que no se puede llamar defraudador confeso a alguien que ha confesado que defraudó
A otros jueces les costaba identificar a un tal M. Rajoy en la investigación sobre la trama de sobresueldos en B que pagaba y reflejaba en sus apuntes contables el tesorero del Partido Popular que a la sazón presidía un tal Mariano Rajoy. En este caso, la presunción de inocencia a la que tenía derecho el presidente del partido era lo que impedía relacionar estos nombres, pues parece ser que en el país, no se sabe si también en el PP, hay muchas personas cuyos nombres podrían coincidir con M. Rajoy. La lógica formal nos permite, ya desde los antiguos griegos, saber cuándo de premisas bien planteadas se infiere una conclusión fácil, o dicho en lenguaje vulgar, cuándo te “la ponen botando”. Por mucho menos, más de un robaperas se ha comido un consumado, dicho sea en este caso en lenguaje delincuencial.
Lo último por ahora, aunque no hay que perder la fe, es que parece ser que no se puede llamar defraudador confeso a alguien que ha confesado que defraudó. En este caso un juez nos dice que para poder asegurar esto tiene que decirlo…… sí, lo han adivinado: un juez. En el mundo del común de los mortales confesar es confesar, aunque sea para obtener alguna ventaja en un juicio, y defraudar es defraudar, aunque te pueda parecer injusto que el Estado rapaz se quiera apropiar de parte de tu sano beneficio. Lo demás es jugar en el Bar del Disparate.
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Juan M. Molina Raspal es socio de infoLibre.