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Vigilancia

Mayte Mejía

Las dificultades sociales y económicas por las que pasan actualmente un número cada vez mayor de personas están aumentando los datos de depresión recogidos en las estadísticas. Es cada vez más frecuente la prescripción y venta de fármacos antidepresivos –con la pasta que esto deja– y nada o poco publicitado –con lo eficaz que sería– un tratamiento infalible: ayudar a subir la autoestima. La Organización Mundial de la Salud calcula que 350 millones de seres humanos sufren esta enfermedad, aunque seguramente hay muchísimos más que no están diagnosticados. En cualquiera de los casos, el perfil de esta patología no se da solamente en los más desfavorecidos, como podríamos pensar, ya que los hay que teniendo de casi todo, por insatisfacción o quizá trastorno congénito, presentan claros síntomas de abatimiento.

En el mundo laboral, esto puede convertirse en breve en la causa más frecuente de baja temporal. Empresarios y administraciones se echan las manos a la cabeza por los costos y pérdidas que supondría una epidemia en este sentido. Pero como vivimos en el auge de la tecnología, Moodhacker es una aplicación móvil que mejora y mide el estado de ánimo de los asalariados que de querer entrar voluntariamente a formar parte de este experimento, habrán de mantener actualizada la base de datos para que psicólogos y trabajadores sociales valoren cada síntoma del usuario con el fin de poner el parche antes de que se abra el roto.

Quienes nos declaramos fundamentalmente personas que amamos la libertad nos horroriza todo tipo de control, pero en cualquiera de los casos es alarmante cómo está creciendo el espionaje en torno nuestro y cómo la privacidad es cada vez más dañada y vulnerable. Llegados a este punto, me da mucho rabia porque me temo que igual lo siguiente que nos pase, sea que encontremos instalado un fitbil en la taza del váter, para que mida la existencia de gérmenes patógenos en la orina, o active los distintos pilotos de colores según sea la disfunción: rojo, cistitis; verde, próstata. Es decir, que tanto a través de las cámaras de vigilancia en las calles, del control internauta, o de la filtración de nuestros sentimientos, lo vamos a tener jodido.

Mayte Mejía es socia de infoLibre

Las dificultades sociales y económicas por las que pasan actualmente un número cada vez mayor de personas están aumentando los datos de depresión recogidos en las estadísticas. Es cada vez más frecuente la prescripción y venta de fármacos antidepresivos –con la pasta que esto deja– y nada o poco publicitado –con lo eficaz que sería– un tratamiento infalible: ayudar a subir la autoestima. La Organización Mundial de la Salud calcula que 350 millones de seres humanos sufren esta enfermedad, aunque seguramente hay muchísimos más que no están diagnosticados. En cualquiera de los casos, el perfil de esta patología no se da solamente en los más desfavorecidos, como podríamos pensar, ya que los hay que teniendo de casi todo, por insatisfacción o quizá trastorno congénito, presentan claros síntomas de abatimiento.

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