Probablemente la respuesta sea no rotundamente, pero por desgracia hay miles de personas que sufrimos dolores a diario y, sí, hablo en primera persona. Somos muchos los que desde que nos levantamos tenemos que afrontar el día con dolor, con síntomas y, en ocasiones, hasta con cambios de humor ocasionados por esta circunstancia. Habrá personas que puedan controlar dichas molestias con cierta medicación, más o menos fuerte, otras que controlen el dolor pero que sufra tantos efectos secundarios que es peor el remedio que la enfermedad. Y por último, estamos otra pequeña parte (o al menos espero que sea un porcentaje pequeño) que ni con medicación ni aguantando efectos secundarios insoportables somos capaces de controlar esas crisis de dolor y terminamos en las llamadas Unidad del dolor y que sea lo que Dios quiera.
Y después de todo esto me planteo: ¿será problema mío?, ¿los especialistas simplemente siguen su escala de dolor y, en ocasiones, no buscan la raíz real del problema?, ¿habré tenido mala suerte?
No tengo respuesta a estas preguntas, pero sí que tengo claro que no se puede tratar a todos los enfermos siguiendo patrones idénticos o limitando las vidas de las personas a tomar ciertos fármacos sólo porque el protocolo dice que en este momento hay que recetar esa medicación. Y cuando lo que parece un ensayo de prueba y error nos falla, en vez de seguir indagando cuál puede ser la raíz del problema para intentar tratarla se limitan a decirte: es que lo pones muy complicado, es un dolor difícil de controlar, ten paciencia y un largo etcétera.
Señores especialistas, los enfermos ante todo y sobre todo somos personas. Cada uno con nuestras circunstancias, patologías y dolencias. No se nos puede meter a todos en el mismo saco porque cada uno de los que acudimos a las consultas sentimos el dolor de forma diferente.
Y ni que decir, cuando acudes al servicio de urgencias porque tus síntomas han empeorado y no soportas el dolor. Y entonces, después de un tiempo (a veces muchas horas) te dicen que como te están viendo en consulta no te piensan hacer nada, como mucho te ponen un analgésico y después de un tiempo te dicen ‘que ya tienes mejor cara’. Eso sí, el informe que quede muy bonito y completo por si cuando nos vamos de alta médica de urgencias pasase algo ellos tengan las espaldas bien cubiertas, cuando ni siquiera te han auscultado o examinado para comprobar que realmente está todo ok...
Así que en esas circunstancias, el enfermo se vuelve a casa y se resigna a esperar su cita médica con el especialista que en algunos casos pueden ser meses de espera.
¿Y qué pasa después de la larga espera?
El paciente con una inmensa alegría de que por fin ha llegado su día, ¡¡¡su gran día!! Acude a la consulta y, ¿cuál es su sorpresa? Que es atendida por unos especialistas que no son los que lo vieron anteriormente y que ni siquiera se han molestado en leer su historial médico. Lo que quiere decir, que después de estar meses esperando que por fin le vean, se encuentra en la misma situación que hace X meses. Contando de nuevo su historia, teniendo que aguantar comentarios nada apropiados, e incluso, que pregunten por ciertos síntomas que ni ellos mismos comprueban, porque de nuevo, ni siquiera son capaces de auscultarte.
Así que de nuevo, te vas de la consulta con la única esperanza de que el nuevo tratamiento haga efecto y si no es así, pues deberemos esperar a nuestra nueva cita, pero oye, hemos tenido tanta suerte que nos han vuelto a citar en consulta de forma preferente... Sí, sí, de forma preferente. Que en el mejor de los casos será de dos meses después, pero claro, ¿y si el tratamiento no es efectivo o te produce tantos síntomas que te invalidan tanto o mas que tu dolencia? Pues en este caso, te vuelves a resignar y esperas de nuevo a tu cita con el especialista, siempre manteniendo la mente positiva y con algo de esperanza que cuando llegue de nuevo ese día llegues a la consulta y no empiece todo desde cero porque en dicha consulta hay residentes y hoy hay unos y mañana otros, con lo cual, en mi opinión, así es imposible llevar un seguimiento de un paciente con una dolencia que no es fácil de tratar como es en mi caso un tipo de cefalea poco común llamada SUNCT (Cefalea Neuralgiforme unilateral con inyección conjuntival y lagrimeo).
¿Qué pretendo decir con todo esto, donde quiero llegar?
Pretendo hacerme oír y mantengo la esperanza de que lo mío ha sido mala suerte y que no se trata así a todos los pacientes.
Y si quiero hacer un llamamiento a todos los servicios de especialistas, así como al personal sanitario del servicio de urgencias, que se nos trate como personas enfermas y no como personas que vamos a pasar el rato al servicio de urgencias o a las consultas. Porque somos muchos los que sufrimos de dolores crónicos y, en mi opinión y por experiencia propia, al final acabamos conviviendo con el dolor porque nos desesperamos y, en ocasiones, vemos que el personal médico no pone mucho empeño en intentar ayudarnos a paliar nuestras dolencias.
Soy una paciente de 35 años, que he sufrido a lo largo de mi vida varias patologías complicadas. Y siempre he salido adelante, pero tengo que decir que en muchas de las ocasiones he salido adelante por mi paciencia y mi perseverancia en ponerme bien. Nunca me he dado por vencida y nunca lo haré porque me considero una persona muy fuerte en este aspecto de mi vida, pero hay personas que no son tan fuertes y que necesitan mucho más el apoyo del personal sanitario que, al fin y al cabo, son los que han elegido dedicarse a la medicina para ayudar a las personas enfermas. Pero creo que hay veces, que a algunos se les olvidan para lo que están ahí.
Con esto no quiero generalizar ni mucho menos, porque también he encontrado equipos médicos que se han implicado y preocupado muchísimo, en mi caso en particular, como es el equipo del doctor Del Toro de la unidad de Medicina Interna del Hospital Gregorio Marañón. Pero sí quiero hacer un llamamiento a todos aquellos sanitarios que en algún momento se hayan sentido identificados porque al final todos somos personas y sabemos cuando hacemos las cosas con cariño y cuando las hacemos porque ya estamos saturados.
Como bien pedí un día a través de una reclamación en atención al paciente y ahora me reitero de nuevo: debe haber un poquito más de empatía hacia los pacientes porque nos merecemos un trato agradable en esos momentos en los que somos especialmente vulnerables.
Mª Pilar Millán Vicente es socia de infoLibre
Probablemente la respuesta sea no rotundamente, pero por desgracia hay miles de personas que sufrimos dolores a diario y, sí, hablo en primera persona. Somos muchos los que desde que nos levantamos tenemos que afrontar el día con dolor, con síntomas y, en ocasiones, hasta con cambios de humor ocasionados por esta circunstancia. Habrá personas que puedan controlar dichas molestias con cierta medicación, más o menos fuerte, otras que controlen el dolor pero que sufra tantos efectos secundarios que es peor el remedio que la enfermedad. Y por último, estamos otra pequeña parte (o al menos espero que sea un porcentaje pequeño) que ni con medicación ni aguantando efectos secundarios insoportables somos capaces de controlar esas crisis de dolor y terminamos en las llamadas Unidad del dolor y que sea lo que Dios quiera.