Resulta que España se encuentra a la cola en cuanto a la comprensión lectora. Y ese déficit o esa singularidad o esa vergüenza se agudiza a partir de los 15 años, en relación directa con el abandono, casi masivo, del “excedente” juvenil que se produce mediante el fracaso y el consiguiente abandono escolar “trabajado” curso a curso sin que se hayan establecidos soluciones o paliativos a la vita, creíbles y plausibles.
Sin que suenen de ninguna manera, de momento no se han oído, las alarmas institucionales, sociales y académicas, como si fuera un peaje llevadero ese fracaso colectivo, así tomados de uno en uno, los miles de adolescentes y jóvenes que deciden abandonar los estudios con un sentimiento de frustración, de bajísima autoestima acumulada y de nivel muy bajo, cuasi de analfabetos funcionales, para afrontar los retos que se plantean casi de inmediato, en un futuro tan incierto como próximo, para jóvenes que, literalmente, después de tantos años de escolarización, ni saben leer ni comprenden lo que mal leen deletreando.
El otro día me comentaba una madre que su hijo, de apenas 18 años cumplidos, había decidido dejar cualquier tipo de formación y aventurarse a trabajar “en cualquier cosa”. Pero, con todo, su urgencia prioritaria era sacarse el carné de conducir. Lo había intentado ya dos veces, habiendo suspendido los dos intentos, precisamente, al no haber sido capaz de aprobar el examen “teórico”. Significativo.
Recuerdo que durante todos los años que trabajé como docente, desde 1976 y a lo largo de 40 años de servicio, la insistencia del profesorado de Secundaria, repetido hasta la saciedad, en Guipuzcoa, en Vitoria, en Cádiz, en La Rioja, en Málaga, al menos donde yo pude constatarlo, al de Primaria era que se volcara todo el esfuerzo, a lo largo de todos los cursos de la citada enseñanza básica y primaria, en formar a los muchachos/as en la comprensión lectora, en el ejercicio de leer y comprender, en las destrezas y capacidades más elementales tendentes a saber leer y comprende textos, literarios, comerciales, técnicos, divulgativos… Pues bien, de esa petición nada de nada, como mucho indiferencia cuando no menosprecio. Pudiendo ver, al contrario, a lo largo de toda mi trayectoria profesional que fue la imposición, cómoda por otra parte, de cumplir “de aquella manera” un currículo de áreas, objetivos y contenidos muy específicos, a través de unos temarios muy ajenos a las necesidades y capacidades reales de muchos de los alumnos/as… lo que sustituía al requerimiento de los colegas de Secundaria.
He tenido muchos compañeros/as que exigían a sus alumnos que “estudiasen y que se aprendiesen” las distintas lecciones para poder aprobar los inevitables exámenes. Sin haber caído en la cuenta, ahí estaba la dificultad, de que el muchacho o muchacha en cuestión “no dominaba la lectura ni la comprensión lectora”. Así de fácil, así de lamentable y así de trágico. Y así de injusto para quien no era o no había sidoi capaz de adquirir los hábitos, la destreza y la consistencia del ejercicio de la lectura, como un divertimento, como un ejercicio llevadero, como una necesidad perentoria y provechosa, a la postre.
Entre las directrices que se reparten entre el profesorado de Primaria se encuentra una fundamental: “Que los niños y niñas deberían leer “todos/as y todos los días”. Así de fácil, así de contundente y claro, así de práctica incumplida diariamente.
Porque esa es la realidad. Los niños y las niñas pasan gran parte del tiempo cumplimentando ejercicios, cuyo solucionario tiene el maestro o maestra, pasando de materia en materia, de contenido en contenido, de clase en clase… a la velocidad del vértigo para, al menos, un 50%, sin que se detenga nunca la máquina de generar frustración en un sector muy considerable de la población conciudadana, mientras lo único que se exigiría es que se trabajase sobre el buen leer y el mejor comprender.
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Por ejemplo, empezando por los propios docentes que contagiasen su afición veraz y contrastada por la lectura.
Salvo que nos importe una higa ese último puesto en la “comprensión lectora”.
Antonio García Gómez es socio de infoLibre
Resulta que España se encuentra a la cola en cuanto a la comprensión lectora. Y ese déficit o esa singularidad o esa vergüenza se agudiza a partir de los 15 años, en relación directa con el abandono, casi masivo, del “excedente” juvenil que se produce mediante el fracaso y el consiguiente abandono escolar “trabajado” curso a curso sin que se hayan establecidos soluciones o paliativos a la vita, creíbles y plausibles.