Contenido desarrollado para Iberdrola
Energía limpia para devolver la esperanza a población refugiada en Etiopía

Imaginen vivir en la penumbra constante, donde la noche trae consigo, no solo oscuridad, sino también inseguridad. Imaginen un centro de salud sin energía estable para conservar medicinas o atender una emergencia, un parto; una escuela donde niños y niñas apenas pueden leer al caer la tarde; un hogar sin la simple posibilidad de encender una bombilla. Esta era la realidad diaria para decenas de miles de personas en los remotos campos de refugiados de Kobe e Hilaweyn, en Dollo Ado, al sureste de Etiopía, una zona a unos 450 km de la red eléctrica más cercana. Pero hoy, una luz, literal y metafórica, ha llegado para cambiarlo todo.
Gracias al compromiso y a la visión de la Alianza Shire, unas 55.000 personas - refugiadas somalíes que huyeron de la violencia y de las comunidades etíopes que generosamente las acogieron- están viendo sus vidas transformadas por el acceso a la energía limpia y sostenible. Este proyecto, más que cables y paneles solares, es un testimonio de cómo la colaboración puede llevar dignidad y oportunidades a quienes más lo necesitan.
La Alianza Shire está formada por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), la Universidad Politécnica de Madrid a través de su Centro de Innovación en Tecnología para el Desarrollo Humano (itdUPM), Iberdrola, la Fundación Acciona.org y Signify. Además, cuenta con la colaboración de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), organizaciones locales y autoridades etíopes.
Energía Fiable para Servicios Vitales
En el campo de Kobe, el corazón de esta transformación late en una nueva minirred solar. Esta instalación es ahora el salvavidas energético de 16 centros comunitarios cruciales: instalaciones sanitarias que ahora pueden funcionar sin los temidos cortes de luz, escuelas donde la educación no se detiene con el sol, y edificios administrativos esenciales para la organización diaria. Incluso cinco escuelas ahora cuentan con cocinas eléctricas, facilitando el cocinado diario para los más pequeños.
Para usuarios y usuarias que dependen directamente de estos servicios, la minirred significa atención médica más segura, mejor educación y una gestión comunitaria más eficiente. Ya no están a merced de la intermitencia; tienen la estabilidad que merecen.
La luz que ahuyenta el miedo
El impacto de la electricidad se siente también al caer la noche. En Kobe, 207 luminarias solares ahora bordean los caminos que antes eran trampas de oscuridad.
La instalación de estas farolas, cuya ubicación se decidió con la participación activa de la comunidad, especialmente mujeres y menores–quienes más sufrían la inseguridad nocturna–, ha sido revolucionaria.
El porcentaje de espacios públicos iluminados ha saltado de un escaso 13% a cerca del 45%. Para las 38.000 personas que ahora pueden transitar con mayor seguridad, esta luz significa menos miedo, más interacción social y una sensación recobrada de comunidad tras el ocaso.
Electricidad puerta a puerta en Hilaweyn
Quizás el cambio más íntimo se vive en Hilaweyn, donde un abrumador 98% de los hogares carecía de acceso a la electricidad. Más de 1.700 sistemas fotovoltaicos domiciliarios han sido instalados, llevando luz, la posibilidad de cargar un móvil –ese cordón umbilical con el mundo exterior y familiares lejanos– o usar pequeños aparatos eléctricos a los hogares de unas 13.000 personas, tanto refugiadas como de la comunidad de acogida.
Esta luz en casa no es solo comodidad; es tiempo ganado para estudiar, para pequeños emprendimientos, para la simple dignidad de un hogar iluminado.
Un compromiso sostenible y humano
La Alianza Shire, reconocida como buena práctica en el primer Foro Mundial sobre Refugiados organizado por ACNUR en 2019, ha desarrollado este proyecto cofinanciado por la Unión Europea (3,05 millones de euros) a través de la AECID (que también aportó 741.600 euros de sus fondos). Además, el proyecto no se ha concebido como una solución temporal, ya que se han diseñado modelos de gestión innovadores.
Las cooperativas energéticas locales, formadas por las propias personas refugiadas y de la comunidad de acogida, gestionan y mantienen las instalaciones, financiándose con pequeñas cuotas de la población beneficiada. Esto no solo garantiza la sostenibilidad, sino que empodera a las comunidades, haciéndolas protagonistas de su propio desarrollo.
En Dollo Ado, la llegada de la electricidad es mucho más que infraestructura. Es la prueba tangible de que la transición energética puede y debe ser justa, alcanzando a los más vulnerables. Para 55.000 personas cuyas vidas estaban marcadas por el desplazamiento forzado y la precariedad, esta luz eléctrica es un faro de esperanza, una herramienta para construir un futuro más digno y seguro, un recordatorio de que no están solas. Es el compromiso hecho realidad.