Un año de (convulsa) realidad sobre escena

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La corrupción, las maquinarias de los partidos, los acuerdos políticos de la Transición, el feminismo, las consecuencias privadas de la crisis social y económica. Esos son los temas que el teatro ha devuelto, como un espejo, a los espectadores durante el año que termina. El camino inaugurado hace unas temporadas hacia representaciones marcadamente políticas o, en cualquier caso, temas conectados con la realidad social, se ha ensanchado durante 2015.

El encuentro —sobre la cita entre Carrillo y Suárez para tratar la legalización del Partido Comunista—, Ruz-Bárcenas —versión fiel de la declaración del extesorero del PP ante el juez de la Audiencia Nacional— o Un trozo invisible de este mundo habían marcado ya las vías teatrales de acceso a la efervescencia política del país. Por una parte, las reflexiones en torno a los cimientos creados entre 1975 y 1983 y, por extensión, la historia de España del siglo XX. Por otra, el documental y el testimonio como forma de mirar pausadamente la actualidad. Este año ha continuado explorando esas dos vías, pero también ha abierto otras.

Ha habido documental en Las guerras correctas —la entrevista de Iñaki Gabilondo a Felipe González sobre los GAL—, El pan y la sal —el caso abierto contra el juez Garzón en el que se le acusaba de prevaricación por tratar de esclarecer las desapariciones de la Guerra Civil—, La mirada del otro —sobre la vía Nanclares y los encuentros entre ex miembros de ETA y víctimas de la banda. Pero también relatos más o menos ficcionado en torno a la historia, como La piedra oscura o 40 años de pazy delirios basados en hechos reales, como Famélica. Esta es una lista de los hallazgos teatrales y políticos de la temporada. 

  • La piedra oscura

¿Qué es teatro político? ¿Qué es historia y qué dramaturgia? Quizás los espectadores que asistieron a La piedra oscura, escrita por Alberto Conejero y dirigida por Pablo Messiez, no se acercaran a ella bajo esta premisa. Pero la historia de Rafael Rodríguez Rapún, secretario de La Barraca y amante de Lorca, se convertía para el dramatugo, en "el emblema cercenado de lo que significaron los intentos de progeso cultural y educativo de la Segunda República". La obra se convirtió en una de las revelaciones de la temporada al agotar todas las entradas en enero y durante un mes entre septiembre y octubre en el Centro Dramático Nacional.

En escena, el combatiente republicano y su carcelero —estampa imaginada: en realidad, Rapún murió desangrado en un hospital de Santander— cambian enfrentamiento por diálogo: "Es una obra sobre el encuentro decisivo de dos hombres en la noche más oscura; de cómo sin esperarlo y en quien menos lo esperabas puede generarse la comunión". Es el propio Conejero el que señala la vinculación de este episodio, gestado tras una profunda investigación en torno al miembro de La Barraca, con la actualidad: "Ante todo [la obra] me permitía formular algunas preguntas que me inquietan sobre nuestro presente como sociedad, sobre los débiles cimientos de nuestra democracia".

  • 40 años de paz

"En los noventa, parecía que el franquismo no había pasado, que se había superado con la Movida y las Olimpiadas de Barcelona", recuerda Pablo Remón. El dramaturgo y director defiende que su generación, la de los nacidos en los setenta, sufre un déficit de memoria. Cuando se acercaba a su 40º cumpleaños, comenzó un inevitable examen de su propia vida y terminó descubriendo que su relato iba unido al de la democracia, que entraba al mismo tiempo que él en la crisis de los 40. El resultado: 40 años de paz, el relato de una familia —tres hijos y su madre— atrapados en torno a la figura paterna, un general fallecido años atrás. "Nos da la sensación de que una dictadura es lo que hubo en otros sitios [eso afirma la Fundación Nacional Francisco Franco, por ejemplo]. Y no, lo que pasa es que aquí, por lo que duró y cómo estaba enraizada, queda mucho más de lo que queremos ver. Y una prueba de eso es que haya tanto rechazo a volver hablar de eso", dice el dramaturgo.

Imagen promocional de '40 años de paz'.

  • Las guerras correctas

"¿Organizó usted los GAL? ¿Autorizó usted la guerra sucia contra ETA? ¿Toleró usted eso en algún momento, porque le resultaba útil para la guerra ... ?". Esta son tres de las preguntas más famosas del periodismo español. Las realizó Iñaki Gabilondo al entonces presidente del Gobierno, Felipe González, en televisión y en momento de máxima audiencia. Corría 1995 y sobre el dirigente flotaba la duda de que él fuera el señor X tras la guerra sucia contra la banda terrorista. "Ni lo toleré ni lo consentí, ni mucho menos lo organicé, obviamente", respondió el socialista.

Cuando el director teatral Gabi Ochoa pensó en hacer una obra de teatro documental en torno a ese momento, pensó reproducir la entrevista sobre escena, tal y como hizo Ruz-Bárcenas con la declaración del extesorero del PP. Pero Después de entrevistarse con el propio Gabilondo, descubrió que la preparación y bambalinas del encuentro era al menos tan interesante como la entrevista en sí. Con el asesoramiento del periodista y tras recabar abundante documentación, puso en escena en el Teatro del Barrio Las guerras correctas. Sobre escena, las conversaciones y preparativos entre Jordi García Candau, director de RTVE y Gabilondo; entre Alfredo Pérez Rubalcaba, entonces portavoz del Gobierno, y Felipe González. 

  • Camargate

Alicia Sánchez-Camacho se convierte en Antonia Sanchís-Cemacha, y Vicky Álvarez es Bibi Alves. Por lo demás —excepto alguna cosa, ya saben—, todo es real. El dramaturgo, director y actor Jorge-Yamam Serrano pone en escena con Camargate (estrenado en la sala barcelonesa Tantarantana) la grabación de la conversación entre la digirente del PP y la examante de Jordi Pujol Ferrusola. Su interés por la escucha que realizó la agencia Método 3 en el restaurante La Camarga le llevó a contactar con los detectives que la levaron a cabo, hacerse con el audio original y reducir el encuentro a 50 minutos de hilarante conversación. Porque Camargate, además de ser un retrato de los modos de la clase política, es una comedia "pasada de vueltas", en palabras de su propio director: "Todo lo que dicen es tan extremo, tan esperpéntico... Y se agradece, porque si no saldrías a quemar contenedores".

  • Famélica

Antonio, Palmiro y Enrico están hartos de su empresa. De dedicarle a ese gigante capitalista horas y horas de su vida, escatimándoselas al descanso, la familia y sus verdaderas pasiones. Antonio, Palmiro y Enrico —nombres en clave tomados de la familia del comunismo italiano— deciden rebelarse creando una sociedad secreta que destruya la empresa desde sus cimientos y que comienza su sabotaje por reducir la productividad de sus miembros. Este es el planteamiento de Famélica, obra de Juan Mayorga (Premio Nacional de Literatura Dramática en 2013), representada durante el verano en el Teatro Lara bajo la dirección de Jorge Sánchez. 

Escena de 'Famélica'.

"¿Para qué hacer méritos en una sociedad que te exige engañar y engañarte? Lo que tienes que hacer es engañarla tú a ella", comentaba el dramaturgo a infoLibre el pasado julio. La rebelión de sus personajes contra el empleador es, para Mayorga, uno de los temas de la sociedad contemporánea: "El rechazo de un trabajo alienante es una posición comunista, anarquista y de cualquier persona con sentido común. Los héroes de Famélica no creen que progresar en su empresa o en el sistema vaya a traerles la felicidad, independientemente del premio —posición, salario, prestigio— que el sistema les ofrezca". La revolución, por lo tanto, se impone. Pero, ¿cómo? Que se lo pregunten a los personajes de la obra. 

  • El Rey

"No tratamos de entregar ninguna verdad alternativa, sino cuestionar la verdad oficial y animar a un esfuerzo personal por buscar información que no circula por los canales mayoritarios", decía el actor Alberto San Juan. Nada escandaloso en ello, salvo que esta vez el también director invitaba a poner en duda el mito construido en torno a Juan Carlos I. El Rey, protagonizado por el propio San Juan, Luis Bermejo (como el monarca) y Willy Toledo, explora el recorrido personal y profesional del rey, subrayando su relación con Franco y el régimen y poniendo en cuestión el papel del jefe de Estado durante el 23-F. 

"Este año está cargado de un simbolismo brutal. 40 años después de los 40 años [de franquismo] vuelve a cambiar la cosa. Y ahora que estamos en un momento de cambio es obligado reflexionar sobre el cambio anterior", señala  San Juan. La obra se estrenó el pasado noviembre en el Teatro del Barrio, cooperativa teatral regentada, entre otros, por el actor. 

  • La mirada del otro

"Creemos en el teatro como herramienta facilitadora del diálogo y la reflexión". María San Miguel, impulsora del Proyecto 43-2 —el nombre viene de una reducción de las coordenadas del árbol de Guernika—, lleva años dedicada a utilizar la escena como terreno de memoria y encuentro. Lo ha hecho, además, en un tema particularmente frágil: la violencia de ETA y el conflicto vasco. En La mirada del otro, segunda pieza de una trilogía comenzada en 2014, la compañía ponía sobre el escenario un encuentro entre un ex miembro de la banda terrorista y una de sus víctimas, basándose en las conversaciones de Nanclares, que unieron a integrantes de esas dos orillas. La pieza se estrenó en Eibar con la presencia de víctimas y victimarios. 

Escena de 'La mirada del otro'. / PROYECTO 43-2

  • El pan y la sal

Pablo Messiez: "No quiero romper con 'lo lorquiano', quiero quitarle las comillas"

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La primera vez que las víctimas de la Guerra Civil testificaron en un juicio, no fue contra los presuntos culpables de su dolor. Fue contra el juez que había tratado de encontrarlos, Baltasar Garzón, acusado de prevaricación por investigar las desapariciones del franquismo. Fue en 2012. Este año, el dramaturgo Raúl Quirós, empujado por el movimiento argentino Teatro por la identidad, se propuso recordar ese juicio llevándolo a escena en forma de teatro documental en El pan y la sal. Para ello, recompuso las declaraciones de abogados, testigos y acusado, reduciéndolos y reordenándolos. Le ayudaron en la empresa figuras de la talla de Andrés Lima (director), Nuria Espert, Mario Gas, Pepe Viyuela, José Sacristán o Tristán Ulloa. La versión que se llevó a escena en el Teatro del Barrio el pasado octubre fue una lectura dramatizada, a la espera de una versión completa de la obra. 

  • Nora, 1959

El argumento de Casa de muñecas, de Henrik Ibsen, escrita en 1879, encaja perfectamente en la España franquista de 1959. Esa fue la revelación de la que partió la directora y dramaturga Lucía Miranda para crear su Nora, 1959, una versión de la obra del escritor noruego estrenada en noviembre en el Centro Dramático Nacional. "Ha llegado la democracia, pero siguen tantas cosas sin limpiarse... Las mujeres, que durante 40 años han sido ciudadanas de segunda categoría, siguen siendo ignoradas en la historia", reclamaba Miranda en una entrevista a infoLibre. 

La residencia realizada por la autora y su elenco en la sala madrileña Lazonakubik les permitió trabajar desde el teatro documental, sustentando la obra sobre el universo radiofónico de la época, única ventana de las mujeres, recluidas en casa, hacia el mundo exterior. Su labor de investigación les llevó a entrevistar a sus abuelas y tías que vivieron la posguerra y a incluir sus testimonios en escena. "Cuando he cumplido los 80 años ya dije yo: 'Ya está bien de obedecer", se escucha.

La corrupción, las maquinarias de los partidos, los acuerdos políticos de la Transición, el feminismo, las consecuencias privadas de la crisis social y económica. Esos son los temas que el teatro ha devuelto, como un espejo, a los espectadores durante el año que termina. El camino inaugurado hace unas temporadas hacia representaciones marcadamente políticas o, en cualquier caso, temas conectados con la realidad social, se ha ensanchado durante 2015.

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